Electus 1

Una parte de la verdad

Habían estado en la carretera durante cuatro horas, no habían hablado luego de que Raziel le dijera el nombre de aquella criatura, portador de la muerte. No tenía idea de que significaba aquello, pero solo pensar en eso hacía que cada partícula de su cuerpo se erizara. El único sonido durante el viaje era la música que Neahm puso para relajar el ambiente pero su objetivo nunca se cumplió.

Desconocía a dónde se dirigían, tampoco preguntaría, estaba acostumbrada a que su padre actuará así siempre que la creía en peligro, sin duda una vez estuvieran a salvo ella obtendría las respuestas que necesitaba.

Cerró sus ojos y dejó ir un leve suspiro, era su cumpleaños y ni siquiera ese día podría tener un día normal, menuda vida tenía.

—Hemos llegado —dijo su padre mientras abría la puerta para salir del auto, su amiga lo imitó y luego hizo lo mismo.

—¿Dónde estamos? —no pudo evitar preguntar con voz molesta

Frente a ellos había un puente que tenía un camino rocoso, alrededor habían flores de todos los colores y de diversos tipos, un imponente castillo que parecía sacado de un cuento se encontraba en el medio del terreno.

Estaba hecho en su totalidad de rocas, tenía un estilo antiguo y algo siniestro, era evidente que en mucho tiempo nadie se había preocupado por reparar las pocas partes que se veían desgastadas.

—En la casa de un amigo —respondió su padre, aquella pregunta que ya había olvidado haber hecho —. Vamos —Caminaron hasta la puerta y ella registraba todo en su mente, como era posible que el lugar se viera tan desgastado tuviera un jardín tan nuevo y lleno de vida, la vibra allí era diferente pero de una forma muy agradable.

A cada lado de la puerta habían dos columnas que en su cima tenían dos gárgolas ella podía haber jurado que aquello la miraba con esos ojos rocosos y siniestros. Alejó esos pensamientos, se sentía tan cansada mentalmente que seguro por ello estaba imaginando cosas extrañas.

Su padre tocó la puerta y casi en automático una rejilla se abrió y un ojo rojo apareció observando cada detalle de los tres, tragó e hizo todo lo posible para ocultar su nerviosismo. De un golpe se cerró la rendija por donde fueron observados y como si un leve viento hubiera hecho presencia la puerta se entre abrió.

—Qué extraño —no pudo evitar decir.

—Entremos —dijo su padre muy calmado

Él fue el primero, seguido por Neahm y de última ella. El interior era justo como lo imaginó, todo de madera y había partículas de polvo en todo el lugar como si nadie se hubiera preocupado de limpiar en años.

En el centro de la habitación había unas escaleras que rechinaban con cada paso que daban sobre ellas, se sentía segura pero aun así un poco de miedo acechaba en ella. Subieron y su padre puso su mano sobre la única puerta que había en la segunda planta, esta brilló de manera mágica como si lo reconociera un ruido resonó por la habitación como si una cerradura hubiese sido abierta y al parecer así fue, porque en cuestión de minutos estaban atravesando el umbral.

A diferencia de lo que habían visto antes, todo era extremadamente limpio, en el centro del lugar había un sello de oro con dos hermosas alas blancas, símbolo que reconoció al instante. Aquella puerta los había guiado a lo que reconoció como un refugio de ángeles caídos, Raziel le hacía historias de pequeña de su pueblo, ese que abandonó para estar con a su lado, jamás pensó que iría a uno.

—Me alegro saber que llegaron a salvo —dijo un hermoso hombre que caminaba hacia a ellos con una sonrisa de envidia en el rostro, como todo ángel era extremadamente hermoso, su cabello rojizo estaba peinado hacia atrás,  de rostro refinado, alto,  muy apuesto y tenía un traje blanco hecho a la medida que lo hacía lucir más atractivo todavía —Raziel, hermano cuánto tiempo

Ambos se abrazaron como si llevaran años sin verse y verdaderamente se hubieran extrañado.

—Gracias por recibirnos, tan rápido

—Como decirte que no, en nosotros siempre encontrarás a una familia —El hombre llevó su vista a la chica pelirroja que observaba la escena sin entender nada —. Supongo que tú eres Mia —ella solo se limitó a asentir, la observó por unos minutos y luego sonrió —Neahm, me alegro ver de que aún sigues tan bella —la chica resopló pero luego le regaló una sonrisa real.

—Seguro están muy cansados los llevaré a sus habitaciones

—Yo tengo que hacer algo primero, acomódalas y mantenlas seguras hasta que vuelva en un par de horas.

—¿Me vas a dejar aquí Raziel? Es en serio —dijo Mia con una voz molesta

—Cuando regrese tú y yo hablaremos de lo que quieras —le dio un beso en la frente, miró a la trigueña que observaba la escena en silencio y salió por la puerta que habían atravesado.

—Por aquí —el hombre hizo un ademán con su mano señalando las escaleras que dirigían a un piso inferior.

Caminaron en silencio mientras ella observaba a todas las personas que había a su alrededor, algunos tenían sus alas blancas y brillantes visibles, eran iguales a las de su padre. Otros seguramente las tenían ocultas, pero estaba claro que allí todos eran ángeles

—Aquí se quedarán juntas, al menos por ahora. Mandaré a alguien con comida y ropa para que puedan descansar —El hombre del que aún no sabía el nombre la miró —. Eres igual a tu madre —Pudo notar una gota de nostalgia en su rostro, dicho eso desapareció por el pasillo sin darle tiempo a responder.



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En el texto hay: fantasia, romance

Editado: 23.03.2022

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