Estar en la aldea de las seeles era una experiencia increíble, lo malo es que no se estaba allí para socializar o por una simple visita de cortesía, su presencia en aquel lugar era una casualidad que le había salvado de un destino peor. Marissa estaba agradecida con las seeles por haber acudido a su señal de ayuda, la habían salvado de un destino peor.
Al salir de la cabaña se sorprendió por la belleza de aquel lugar, había flores por doquier pero eso no le sorprendió pues aquellas criaturas amaban la naturaleza, lo que la maravilló fue que las flores de estrellas iluminaban toda la aldea, nunca había visto algo tan bello. Las seeles habían preparado una gran bienvenida para la reina, pues era la primera vez que visitaba Tamati, a pesar de que se encontraba cerca de su palacio normalmente ella acudía directamente a la reina y viceversa.
Los habitantes de allí corrían de un lugar a otro, al verla todos se detuvieron al notar su presencia. Todas las seeles sonrieron al ver lo bella que se veía, vestía como una más de la aldea, todos hicieron una reverencia y continuaron en lo que estaban haciendo. Aysha fue la primera en acercarse:
—Luce usted hermosa —dijo maravillada, el pelo blanco de la reina y su vestido de mismo color la hacía parecer un verdadero ángel.
—Gracias, la verdad es que ustedes tienen muy buen gusto —dijo mientras alisaba el vestido
—Acompáñame le hemos preparado un menú variado porque no sabíamos que le gusta
—Gracias, no tenían molestarse
—Es un placer tenerla aquí entre nosotros, por favor sígame —Marissa caminó detrás de ella le regaló una sonrisa a cada habitante que la miraba con curiosidad.
Aysha la llevó a una parte de la aldea que los viajeros jamás conocían, pues aquella aldea era especial por eso la mantenían con tan bajo perfil pues allí se encontraba una de las maravillas del mundo seele y la reina sería la primera de otra raza en conocer aquel lugar.
Cruzaron una cortina natural que caía de un viejo árbol, esta tapaba la única entrada que había a un jardín donde se llevaría a cabo la cena, lo grandioso allí no era este lugar oculto sino lo que había en él.
Marissa hizo un gesto de asombro, pues no podía creer lo que sus ojos tenían al frente, el viejo y primer castillo seele estaba allí, era hermoso, pero lo más asombroso era que este se encontraba en un árbol. Las escaleras de mármol estaban sobre las raíces de este y llevaban a una puerta de arco de cristales en el medio tenía grabado la media luna, símbolo de las seeles. La estructura poseía varias torres y balcones, cualquiera pensaría que el palacio fue construido sobre el árbol pero por la forma en que encajaban era como si el árbol hubiera crecido alrededor de este.
No tenía palabras para describir la belleza que tenía en frente por lo que se quedó atónita y con una mirada dijo a Aysha todas esas preguntas que no conseguía formular.
—Bienvenida al palacio Media Luna.
—Es hermoso
—Lo es, verdad, es por ello que lo mantenemos oculto
—Pensé que este lugar ya no existía, que se había perdido con la guerra
—Nunca sufrió ni siquiera un rasguño solo que de esta forma alejamos a los ladrones de tesoros, en este lugar hay miles de reliquias de nuestra historia.
—¿Por qué me lo muestras a mí?
—Usted es nuestra reina, sabemos que jamás haría daño a uno de sus súbditos, sin importar la especie, usted nos protege y nosotros le agradecemos mostrándole nuestros secretos.
—Es... —no sabía que decir ante aquella confesión —vuestro secreto está a salvo conmigo, jamás podría en riesgo algo tan hermoso y menos sabiendo que es valioso para ustedes —. Aysha hizo una breve reverencia en agradecimiento y con una mano invitó a la reina a continuar caminando.
Subieron las amplias escaleras, era increíble lo bien que se conservaba aquella estructura, dos gnomos se encontraban como guardias y al ver a ambas allí les abrieron las puertas mostrando el interior. Era más grande por dentro que por fuera pero eso era normal en los palacios antiguos ya que fueron construidos con magia muy poderosa.
Caminaron por un pasillo que las llevó a un salón, en el centro había una larga mesa perfectamente decorada con cubiertos y candelabros de oro, algunas seeles entraban y salían de la habitación, llevando y trayendo comida, era un caos total pero al parecer todos se entendían pues ninguna chocaba con otro en el camino. Aysha hizo una invitación para sentarse a la reina y después ella la imitó.
—Esto es demasiado, no tenían que molestarse
—Nunca es una molestia tenerla aquí, a pesar de los motivos que la trajeron estamos felices por su presencia. Nuestra líder llegará pronto, pero primero tiene que reponer fuerzas —. Marissa asintió.
La niña pequeña que le había llevado la ropa a la cabaña apreció a un lado de ella con una sonrisa tímida.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó la reina
—Azucen —dijo muy bajito
—Qué nombre más hermoso, como tú —con un gesto le tocó la punta de la nariz —¿Cómo puedo ayudarte?
—Mi mami ha dicho que hiciste crecer un árbol hermoso de una raíz seca —la reina sonrió