La molestia de Meriel se podía sentir por todo el palacio, había una tensión que era molesta para los guardias, sirvientes y trabajadores del palacio, ahora la llamaban y trataban como a los miembros de la realeza, por órdenes del príncipe, pero la mayoría sentía que aquello no era adecuado. La banshee estaba cansada y agotada por llevar a cabo sus planes en silencio los últimos días, necesitaba descansar o podría dar un paso en falso, arriesgando su trabajo de años.
Salió al hermoso jardín y se perdió de la vista de todos con sumo cuidado, se dirigió a su lugar secreto, o al menos ella prefería llamarlo así. Caminó por el camino de flores y se sentó en un banco solitario, la vista desde allí era maravillosa, al frente tenía un hermoso lago, sus aguas cambiaban de tono de acuerdo a la estación del año, como estaban en el fin del invierno eran de un color celeste. Allí se respiraba tranquilidad y paz, algo que su vida últimamente no tenía.
Miró a ambos lados para verificar que nadie la observaba y como esperaba no había rastro de las personas del palacio, los grandes árboles que tenía alrededor no solo la ocultaban sino que aquel lugar era ignorado por todos.
Entre sus ropas llevaba un colgante oculto de los ojos curiosos, que jamás se quitaba y desde pequeña había estado con ella. Solo Dustin lo había visto, ella le había contado que era una reliquia familiar y aunque no era una mentira tampoco era la absoluta verdad, aquel collar perteneció a su madre y ahora lo tenía ella pero no poseía un valor sentimental, en realidad era una llave, que le permitía tener acceso a zonas prohibidas en el reino pero lo más importante es que te dejaba comunicarte con otro mundo.
Observó la rosa negra que tenía grabada en el centro con dos letras juntas F y O, con sus dedos siguió el diseño, dejó escapar un suspiro y abrió el colgante y un humo negro salió de él, tornando todo oscuro a su alrededor, hasta el aire se sentía más pesado, esperó unos segundos hasta que se levantó de su sitio y el banco desapareció.
—Hola querida —dijo una voz gélida, Meriel sonrió
—Hola papá
—¿Cuéntame cómo marchan nuestros planes?
—Bastante bien la verdad, Marissa se encuentra a un paso de su muerte, Dustin hace todo lo que le pido y ya me pidió matrimonio —lo último lo dijo levantando su mano derecha dónde había un hermoso diamante color rojo en forma de gota, el anillo era simple pero hermoso.
—Me alegro saber esto, mi pequeña pronto se casará y en reina se convertirá —Una sonrisa de orgullo apareció en los labios de Meriel, le gustaba cuando su padre la felicitaba por algo, pocas veces ocurría eso.
—¿Ahora dime que ocurrió con mi ejército de Tengus, que no han regresado? —Ahí venía el regaño, tomó aire antes de hablar pues la molestia de su padre se sentiría en todo el reino oscuro.
—Todo se resume en una palabra, más bien un nombre —Dejó escapar un suspiro antes de volver a hablar —Marissa —se detuvo antes de hablar —Masacró a los Tengus
—Cómo pudiste permitir eso, sabes el trabajo que me costó sacarlos del infierno, todo mi tiempo está perdido, esa reina desgraciada tiene que pagar por esto. Quiero que la mates, que sufra, que le duela cada parte de ella así como lo hago yo en este agujero, todo un ejército desperdiciado…
—Padre —lo interrumpió —. Ya basta, yo también quiero hacerla pagar por todo pero creo que Dustin planea dejarla viva, él quiere el apoyo de su madre, dudo que tenga el valor de asesinarla y a mí no se me permite tocarla, hay que idear un plan, una estrategia algo que nos ayude hacerlo cambiar de opinión.
—Tú eres la carta secreta, has movido los hilos a nuestro antojo durante todo este tiempo y así seguirás haciendo, recuerda tú pones las ideas en la mente del príncipe sin que este se dé cuenta y puedas conseguir lo que desees, usa la magia que te di, la de tu madre, eres una banshee puedes obligar a todos a que hagan lo que tu desees, solo debes ser inteligente para no dejar tus huellas.
—Tienes razón, esta noche lo haré
—Eso espero, no quiero decepcionarme de ti.
—Eso no ocurrirá —El miedo a que eso ocurriera era enorme, ella era la tercera de cinco hermanas, en el reino solo quedaban seis banshees, cinco de ellas hijas de Fairud. Meriel sentía celos de sus dos hermanas mayores, eran tan perfectas que su madre no perdía ocasión para felicitarlas y elogiarlas, en cambio con ella era diferente nunca era suficiente, siempre la regañaban y no la dejaban participar en las reuniones privadas porque según su madre, aún era demasiado pequeña y ese era el problema nunca era suficiente, nada en ella lo era. Sus hermanas menores eran siamesas las consentidas, pero las amaba, pasaban sus días juntas, realmente las quería, Kia y Kae eran felices por no tener responsabilidades y simplemente disfrutaban la vida y siempre la contagiaban de esa alegría característica de ellas, en sus peores días cuando su madre la criticaba y gritaba sin control, sus niñas eran las que le limpiaban las lágrimas, hasta que un día enfermaron y nunca mejoraron, cada día se ponían peor hasta que finalmente fallecieron.
Meriel sintió que luego de la muerte de sus hermanitas, una parte de ella se había roto, toda su furia fue dirigida a Fairud, la culpaba de no haber hecho todo lo que estaba en su poder para salvarlas, de no hacer lo necesario para que sus hijas sanaran, por renunciar a ellas por tal de no contactar a su padre. Fue entonces que nació el príncipe Dustin y sin decir nada a su madre, huyó de casa y se presentó al día siguiente en el palacio y le mintió a Marissa cuando dijo que fue enviada por Fairud, desde entonces había vivido en el castillo y estudió las artes oscuras en secreto, para contactar con su padre hasta que finalmente tras un accidente lo consiguió. Juntos habían preparado el plan perfecto para tomar el poder, para que ella fuera reina y ese día con el que tanto habían soñado estaba ahí, tan cerca que no permitirían que una reina que ya había sido traicionada, encarcelada, torturada a la que le habían robado todo fuera la que impidiera que sus sueños se hicieran realidad.