Electus 1

Un precipicio, una prueba y una visita inesperada

E

l frío de la madrugada recibió a Mia, se abrazó a sí misma y continuó su camino hasta al patio trasero del castillo, el único ruido a su alrededor era producido por los animales de la noche. Iluminó su camino con una bola de fuego que provenía de su mano, un truco que había aprendido en el último año. Con cuidado de no caerse cruzó un camino de rocas que la llevaban a su zona de entrenamiento, la cual quedaba junto a un lago.

Cuando llegó al final de su camino, divisó el terreno en busca de su maestro,  de quién no había rastro alguno, resopló molesta, seguramente una vez más se había quedado dormido, estaba a punto de regresar a casa cuando una voz proveniente de su espalda le provocó un escalofrío sobresaltándola.

—¿Buscas a alguien? —Mia se volteó

—Llegas tarde —dijo y se cruzó de brazos, era irónico que justo esas palabras le dijo en la primera clase y ahora luego de un año los papeles se invertían

—Lo sé, tuve que volver a buscar esto —Le extendió un suéter y rápidamente lo tomó para entrar en calor, frotó sus manos y las guardó en los bolsillos.

—¿Y  bien ya me dirás para que me haces despertarme dos horas antes de mi entrenamiento con Selafiel? Una horita más en mi camita vale oro

—Hoy finalmente te haré la prueba de vuelo que falta

—¿A esta hora? —Mia abrió los ojos con sorpresa —Se me van a congelar las alas Aidan, estás loco —dijo exaltada

—¿Quieres o no terminar el entrenamiento conmigo? —Mia permaneció en silencio, llevaba meses quejándose de las clases con Aidan porque odiaba repetir cada día lo mismo, lo veía innecesario y terminaba a altas horas de la noche tan cansada que caía muerta en su cama —. Hoy será la primera nevada del año

—En la pasada no me trajiste a hacer esto

—No estabas preparada, además esta es especial, por la tormenta que se aproxima

—¿Qué? ¿Una tormenta? Es que acaso te has vuelto loco, no solo me voy a congelar las alas voy a terminar muerta y mi cuerpo será cubierto por la nieve y nunca lo encontrarán

—Claro lo que digas, solo prepárate —respondió sin mirarla e ignorando su dramatismo

—¿Para qué? —preguntó algo nerviosa, porque las pruebas con Aidan nunca eran fáciles

—Tendrás que saltar —dijo y le pasó por un lado, ella lo siguió y tras un largo camino llegaron al borde de una cascada, allí el frío era aún más intenso Mia se abrazó a sí misma, observó con recelo la caída y retrocedió algunos pasos cuando se percató de la gran altura que había, sintió el miedo recorrer su cuerpo, el mismo que  tuvo en aquella prueba en el tejado del castillo —. No me digas que aún tienes miedo

 —Sabes que no —respondió Mia rápidamente y Aidan puso sus ojos en blanco, era consciente de la mentira de la chica

—Tienes razón estás aterrada —Mia lo miró entrecerrando los ojos, y le dio un suave golpe en un brazo, Aidan se rió y dejó a la vista sus alas blancas —¿Lista para saltar?

—No creo que esté lista algún día —dice y mira de reojo el precipicio, volvió su vista hacia Aidan que la miraba con su típica sonrisa angelical y tras dar una breve carrera, saltó al vació y se alzó en vuelo, sus alas provocaban un fuerte aire, que erizó cada centímetro del cuerpo de Mia, los copos de nieve caían en abundancia y la mayor parte del terreno estaba cubierto por ella —. Qué esperas, ¿Una invitación?

Mia dio pasos hasta el borde de la cascada y observó el lago que se veía lejano, no era la primera vez que hacia algo así pero por alguna razón siempre sentía pánico. Cerró sus ojos, levantó ambos brazos a los lados y cuando sintió que el aire la favorecía se dejó caer por el precipicio, en su mente contó hasta el veinte y abrió los ojos junto con sus alas, planeo sobre el lago y se alzó en vuelo, alcanzando a su maestro.

Amaba como lucía todo desde el cielo, colarse entre las nubes, todo se veía tan pequeño ante sus ojos y a la vez tan hermoso, le encantaba presenciar tanta belleza luego de una sensación que la asfixiaba y provocaba terror, pero como siempre había podido enfrentar sus miedos.

Podía sentir como los copos de nieve le provocaban cosquillas al tocar sus alas, era una sensación tan extraña y confusa porque por un lado le daba miedo congelarse pero por el otro le gustaba, se tranquilizó al notar que el aleteo constante hacia que estas no quedaran completamente congeladas, voló hasta Aidan con una sonrisa en los labios.

—Veo que tienes todo perfectamente controlado

—Te dije que no tenía miedo

—Sigo sin creerte —la miró a los ojos y le dio una sonrisa de labios cerrados al darse cuenta que Mia estaba molesta —¿Lista para regresar al castillo volando?

—Pero queda súper lejos, nunca he volado tanto

—Acaso pensaste que solo te pondría a saltar de una cascada, ya te empujé de un edificio no tiene gracia dejarte saltar sola

—Aún no te he perdonado por eso

—Me da igual —dijo y se volteó para regresar a casa —Ah lo olvidaba, tienes que llegar primero que yo, sino continuaremos las clases hasta que me ganes —dicho eso voló lo más rápido que pudo

Mia no lo pensó mucho y lo siguió, ella siempre había sido más lenta pero sin duda lo alcanzaría, nunca había rechazado un reto, a pesar de la nieve en sus pestañas, del dolor en su espalda y el frío que sentía en todo su cuerpo se concentró en ignorar cada adversidad que le ponía la naturaleza, solo tenía una meta, ganar el reto así que cuando finalmente pasó por un lado de Aidan, sonrió y no permitió que esto la atrasara, se esforzó por llegar de primera al lugar donde habían iniciado sus prácticas, dos años habían pasado desde que había llegado al sitio que consideraba su hogar, dos años de conocer su verdadera historia, de tener una nueva familia, sentirse amada y no tenía que huir o al menos eso pensaba, lo que no imaginaba era que al llegar a la azotea donde finalizaría su entrenamiento se encontraría con su padre, Selafiel, Meriel y un total desconocido esperándola.



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En el texto hay: fantasia, romance

Editado: 23.03.2022

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