Elefante Blanco

Capítulo 1 : El Extraño Elefante

14 de Febrero, 1989. Bend, Oregón.

El tempestuoso clima exterior era algo que por fortuna o desgracia los niños del nivel 3 desconocían. Al bajar del elevador tres extensos pasillos se extienden, uno al centro, el ala de las nodrizas. Y dos a los costados, las habitaciones de infantes.

Strauss bajó del elevador y giró a la derecha, ignoró las pequeñas habitaciones, y las miradas curiosas provenientes de éstas. Algunos niños se alzaban de puntillas con sus manos y rostro pegados a las ventanas, empañando los vidrios blindados.

Antes de llegar a la última habitación, la número 13, aquélla que la motivo a bajar a tal nivel. Strauss se percató de la ausencia de uno de los niños en la habitación continúa. Eso la extrañó, tanto como el hallar la puerta metálica de ésta, y la de la habitación que ella visitaba ligeramente abiertas. 

Strauss no era una persona que descendiera a esos niveles con frecuencia. Sin embargo estaba más que establecido que los soldados infantes debían permanecer a puertas cerradas en sus habitaciones.

A mal paso y con mala cara, se aproximó a la habitación 13 esperando hallar al pequeño Bennett. Se detuvo justo en la puerto luego de oír una vocecilla.

-No sé que tanto te ven.. Ni siquiera eres un lindo bebé. Eres cómo un viejito, todo arrugado. Sí tienes suerte no serás tan feo.

Strauss se adentró a la habitación encontrándose con una pequeña niña de 5 años, su larga trenza negra caía sobre su pijama blanco. Sus pies descalzos colgaban en el aire tambaleándose con la cuna del niño. Aquel niño reía ante lo que la niña decía, claramente desconocía lo que ella quería decir. 

-Danielle Drake. 

La niña dió un salto del susto cayendo aún de pie sobre la alfombra de la habitación. Su habitación no tenía alfombra, ni era tan grande. "¿Por qué a un bebé le dan tanto?. ¿Qué lo hace tan especial?"pensó en cuanto sus pies tocaron la alfombra.

Su concentración volvió a la persona frente a ella.

-Coronel Strauss -pasó saliva con dureza, esperando ocultar su nerviosismo.

-¿Qué haces aquí?-preguntó Strauss dirigiéndose a la cuna del bebé. Ignorando el nerviosismo en la niña, el cual era más que evidente, ya que jugueteaba con sus pies, y sus deditos ocultos tras su espalda. Eso sí sin jamás bajar la mirada, eso irritaba a Strauss. 

-Mi puerta se abrió. Coronel Strauss. - Tomó una postura más rígida y estructurada, la de un soldado. Sus palabras salieron de sus labios con una increíble claridad. La frialdad en su voz era algo que llamó la atención de Strauss.

-Eso no significa que puedas salir sin permiso. - el ver el cambio de comportamiento en la niña sintió algo de orgullo por lo que su organización había logrado. 

-Lo siento. Coronel Strauss. - con leve cabeceo Strauss le indicó que se volviera a acercar al bebé, junto a ella. Y sin esperar eso hizo, se colgó nuevamente de la cuna y lo miró "Vaya si que es feo ese bebé"pensó.

-Este niño es el futuro de la humanidad. La especie humana a tomado gran ventaja con su nacimiento. -Strauss lo miraba con admiración, y al pronunciar cada palabra referente al niño parecía hablar de un dios.

Dany observó a James con detenimiento, y una pequeña sonrisita se formó en su rostro cuándo al fin lo entendió. Lo que hacía especial a ese bebé era que Strauss así lo creía, eso no significaba que él fuese mejor que ella en algún sentido. Solo que así lo creía Strass, y siempre podría hacerla cambiar de opinión.

Dany pasó su vista al juguete que James sostenía no lo había notado hasta el momento. Su sonrisa se esfumó.

-¿Por qué él tiene un peluche?. -señaló mientras se lo quitaba haciendo llorar al niño. - Nadie más tiene, solo él. Yo también quiero uno. -habían pasado meses desde que había dicho verdaderamente lo que pensaba. Era casi una regla no escrita "Decir lo que piensas está prohibido" solo faltaba que lo pusieran en carteles.

Los lloriqueos del bebé habían alertado a la nodriza.

-Coronel Strauss. 

Saludó número 13, porqué si las nodrizas no tenían nombres, solo números, ya que nunca se quedaban mucho tiempo. 

-¿Por qué esta niña está aquí?. ¿Acaso dejaste las puertas abiertas?-la voz de ese ser sin corazón causó escalofríos en la joven nodriza mientras tomaba al niño, bajo la atenta mirada de la mujer mayor. -¿ Y cómo llegó esto aquí?- tomó el peluche entre sus gélidas y oscuras manos, teniendo distancia lo miró con algo de asco.

-Lo siento. Coronel Strauss. Revisé la habitación esta mañana y eso no estaba aquí. Haré qué..

Antes de qué número 13 pudiera terminar un Joven castaño y corpulento entró a la habitación.

-¿John Walker?. 

John con su clásica postura y rostro de estatua recorrió la habitación con la mirada, ocultando su curiosidad. Hacia años no estaba en el ala de infantes. Recordaba más pequeñas las habitaciones y sin alfombras.

-Coronel. Me enviaron a informarle ciertas fallas en el sistema de electricidad.

"Por eso fallaron las puertas"-pensó Strauss rápidamente. 

-Symor. Supone que es por la helada, talvez dañó los cables exteriores. Lo arreglará en 3 o 4 horas.

La mirada de Strauss sobre el muchacho era no solo de completa de decepción sino también ira por la incompetencia de sus soldados.

-¿3 ó 4 horas? - la tensión era evidente nadie se atrevió siquiera a respirar. Mucho menos a hablar, salvo John.

-2 horas..-la pesada respiración de Strauss lo ponía cada vez más nerviso. - 1 hora..-su mirada pesaba sobre él. -no,no,no media hora. 20- sus titubeos salieron agudos. Carraspeo.- 20 minutos. 

El llanto de James no disipó en ningún momento. Strauss no tuvo más remedio que devolverle el peluche.

John, observó por primera vez, al pequeño elefante con algo de melancolía. Quizá le recordaba su inocencia o su falta de ella. Luego de pedir permiso se retiró de la habitación.

-Descubre cómo llegó esto aquí.-ordenó Strauss a 13 quién asintió frenéticamente. - Llévala a su habitación.




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