Elefante Blanco

Capítulo 4 : Silencio.

27 de Febrero, 1989. Bend, Oregón.

Serán pocos los que conozcan lo ocurrido aquella noche de invierno. Los copos de nieve cubiertos de rojo siendo el único abrigo del bosque y sobre su suelo blanco cayeron con pesadez unos tras otros, algunos descalzos tras ser tomados desprevenidos en medio de la noche.

Los días pasaban con nulas notícias sobre el porque de lo sucedido. John lo sabía, una grave enfermedad se había esparcido en forma de esporas por los ductos de ventilación provocando fiebre, y una extraña violencia autoinflingida. Los niños y las nodrizas podrían haber estado infectados, y ante la duda mejor tomar precauciones.

-¡Fueron las abejas!. Ellas lo hicieron. Nos envenenaron. ¡Están entre nosotros! -los gritos inundaron los pasillos, quizá esa enfermedad, cuyo causante les era desconocido, había enloquecido al gran soldado.

-¡Bobby, Bobby cálmate!. De acuerdo no hay abejas aquí. No hay abejas aquí - Morrigan lo tomó por los hombros y buscó en su mirada cualquier indicio de cordura, pero la cordura le era ausente. La violencia se apoderó de su compañero, Bobby se arañaba el rostro como un gato en remojó que rogaba por salir de su piel. El escándalo atrajo a Strauss seguida claro por sus hombres de confianza Walker y Symor, miraban sobre los hombros de Strauss.

-¡¿Qué está ocurriendo aquí?!-Strauss alertó a Morrigan de su presencia, rápidamente la saludo con el respeto debido a mano alzada.

-Señora, mi compañero solo está un poco confundido eso es todo-era exactamente lo que él deseaba creer.

-¡Rafa, están en el nido. Bajo mi piel, quitalas!.

Era evidente lo que ocurría el hombre estaba enfermo, debía ser eliminado, eso indicó Strauss con un ligero cabeceó.

La desesperación en sus ojos se reflejaba, Walker pudo verlo. Rafael deseó suplicar, morir, tomar el lugar de su amigo, su hermano, pero solo pudo ver cómo lo alejaban de él, mientras el joven arañaba las paredes para permanecer cerca suyo solo un segundo más ya conociendo su destino.

-¡Rafa!-Bobby no quería salvarse, no quería huir de allí solo permanecer junto a su hermano. El temor de estar lejos de Rafael se filtro en su voz y se vislumbró en su rostro enrojecido.

-¡Estarás bien, Bobby. Lo prometo, volverás junto a mí. ¿Si?! Estarás bien-las promesas de Rafa eran sagradas y puras, pero eso fue más un deseo que una promesa.

Esa mentira, carcomía su ser. El fuego en su interior, el nudo en su garganta, la picazón en sus ojos que luego de la desaparición de Bobby se volvió un llanto inexistente tras la partida de Strauss.

Había olvidado como llorar.

El llanto no era ajeno aquél lugar, reinaba a la medianoche, en las madrugadas, en las mañanas, en las tardes junto al silencio se volvía uno y aquellos que lloraban, los que aún podían, no notaban que lo hacían.

13 sabrá de eso, lloraba cada noche con la angustia del que le ocurrió a sus niños, pero ni sus llantos compararían al de los niños que habían perdido a sus nodrizas, sus guardianas del frío mundo y sus pequeños compañeros, niños que intentaban conservar sus pétalos de primavera en un mundo invernal.

El infierno, eso era el nido de Bend.




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