La simpatía entre Lena Clarke y yo fluyó tan bien que, mi poco interés por relacionarme con las demás personas, desapareció y me atreví a invitarla a nuestra reunión familiar.
—No, como crees que iré a interrumpir a tu casa —mencionó apenada, mientras que sus manos se apoderaban de mis palmas, así, ella marcaba la distancia emocional entre las dos.
—No es ninguna interrupción —aclaré para que ella no se sintiera mal —, solo que estoy muy agradecida por ayudarme. Como puedes ver, tengo nulas capacidades de madre. Mi trabajo las consumió.
La indisposición de Lena por asistir a la reunión me hizo mantener al margen y evitar un incómodo momento. Por lo que, luego se cruzar palabra, cedí a sus ordenes.
—Bueno, no te insistiré más —le dije muy animada y así evitar una posible confusión —, será hasta la próxima vez.
El intercambio de número, casi instantáneo entre ambas, por poco provoca una pequeña fila en la entrada del local. Por lo que, luego de teclear en nuestro teléfono, ambas optamos por una despedida lejana y poco afectiva.
—Lucas, ¿qué haces por aquí? —pregunté asustada al sentir que casi chocaba con el cuerpo del chico.
—Señora, ya se estaba tardando mucho. Solo me preocupé por usted y con justa razón. Ni siquiera se fija por donde cruza.
El descaro de Lucas, por momentos, descolocada mi buen ánimo y activaba mis emociones más oscuras. No obstante, mi ego se detenía al notar su familiar forma de protegerme. Por ello, con las palabras en medio de los dientes, pronuncié unas poco audibles farse? para nos marcharamos del lugar.
—Sí, sí, como diga. Ahora mismo vamos a casa.
Lucas, que ya había recordado el papel que jugaba en nuestra familia, se comportó como todo un buen sirviente y abrió la puerta del auto para incentivar mi paso.
—¿La hermana del señor Doran no contestó?
Al recordar el desplante y la poca cortesía de tan burda mujer, arrugué la cara y mis expresiones faciales respondieron a la duda de Lucas; pero no a mis propias dudas.
—¿Por qué preguntas tanto por ella? ¿A caso te gusta?
Mi indecente pregunta desconcertó a Lucas, a quien sus manos —que ya había perdido el control sobre ellas— lo traicionaron y aflojó el timón.
—Lo siento... —dijo después de frenar. Su sonrojo no podía esconder su vergueza —cómo piensa que me puede gusta la señora Catherine, es solo que se me hace un tanto extraño. Pues había ido varías veces a la casa...
—¿Tú la recuerdas? —pregunté más interesada. El interés de Lucas me contagió y quise indagar más sobre la vida de mi cuñada.
—Sí, un poco. Solo que casi no se deja ver. Es de cabello castaño me parece... blanca, callada, poco intrusiva y respetuosa del espacio ajeno... Bueno, no la aburro más con mis conversaciones, creo que hoy usted tiene mucho por hacer.
—Sí, créeme. Debor organizar todo.
Mi mente, que pensaba en aprovechar la soledad de la casa, puesto que ni las niñas ni Doran tendrían que estar en la casa, se decepcionó al escuchar las voces de Olivia y Blake.
Y, sin ningún escape para esconder la ropa de Blake, decidí mostrarla como una parte más de nuestro hogar.
Doran, que se había acostumbrado solo a las voces de las niñas, al escuchar mi saludo se mostró inquieto e incómodo.
—Mi amor... —me acerqué a él y le di un beso en los labios; pero su esquivo movimiento por poco me hizo perder el equilibro que el bastón me proporcionaba.
Mientras que las niñas, que huían de mi cariño, al notar mi efusiva forma de saludar corrieron hacia sus habitaciones.
—¿Qué sucede? —pregunté un tanto molesta, que disimulé muy bien con una mirada gacha.
—No lo sé —Doran escondió la verdad con un encogimiento de hombros —, supongo que están cansadas.
—No, no, no. Hoy no pueden estar cansadas.
—¿Por qué no puede estarlo? —preguntó Doran entre risas y le dio un sorbo al vaso con agua que tenía a la par.
—Porque hoy tendremos una salida familiar.
—Pero pensé que nuestra salida familiar era esto... era estar en la playa.
Aunque su respuesta afectó mi estado de ánimo, no mostré debilidad frente a él y, sin esconder el regalo que le traía a Blake, le quité su marco de visión y extendí el vestido que le había comprado.
—¿Y eso?
El método de Doran para comunicarse conmigo —las preguntas— le quitaban fluidez a la conversación y, solo por mi parte, se hablaba un poco más.
—Es para Blake. ¿No te parece lindo?
Doran se quedó sin respuesta y ante la imposibilidad de darme una, recurrió a su comunicación no verbal y con el pulgar arriba aprobó mi elección de vestuario.
—Habría que ver si le gusta, solo eso hace falta.
—Tú eres su padre y la conoces muy bien. ¿Por qué piensas que no le va a gustar?
Doran, que se negaba a compartir información conmigo, se apoyó en la excusa más fiable para definir el torbellino de carácter que tenía mi hija.
—Sabes que ella es complicada... Pero bueno, ya que tú se lo traes.
Las bromas, el sarcasmo y los gritos de Blake, que eran menos recatados que los de Olivia, borraron las palabras de Doran, quien al escuchar la voz de su hija y al esperar su reacción a mi regalo, guardó silencio...
—Blake, te he traído algo.
Doran, de forma disimulado, se posicionó en medio de las dos y con su musculatura me imposibilitó ver la reacción de mi hija.
—Hija, tu madre te ha traído algo y espero que te guste —sentenció Doran.
La actitud de Doran aplacó el recibimiento de Blake que, a diferencia de otros días, me recibió un poco más afable.
—¿Qué te parece? ¿Te gusta? —pregunté, mientras Blake examinaba la prenda.