—Olivia... —mencionó Doran con tono adolorido —, no es momento. Sé que tu madre tiene gran parte de la culpa, pero no es el momento. Debo ir por Lucas y luego iremos al hospital.
El reproche de Olivia me hizo no empatizar con la causa. Acostumbrada a sentirme a un lado de mi familia, me dediqué a curar mis propias emociones y dolores, así como a ignorar cualquier frase de repudio por parte de Olivia o el propio Doran.
Mi hija mayor compartía pensamientos idénticos a los de su padre, por ello, no dudaba en relacionar cualquier desgracia conmigo y dejaba caer todo el peso sobre mí.
Antes de marcharse, su carácter —dominado por su ira y por su frustración —, escondió parte de su culpabilidad de la mejor forma: me tildó de incompetente.
—Tú —me señaló. Su dedo temblaba —, todo esto es tu culpa. Si Blake no hubiese ido a ese maldito lugar, a ese maldito bar.
El repudio de Olivia cegó a su coherencia y creó una ilusión, olvidó por completo su identidad inicial.
Por ello, dispuesta a detenerla y a defenderme, me posicionó frenta a la chicha y, conectando de manera errónea con ella, la miré desafiante y, temerosa de mis acusaciones, pues parecía que la discusión le había hecho recuperar la memoria, se escudó en la protección que el rencor de Doran hacia mí le proporcionaba.
Sin embargo, le quité cualquier posibilidad y le dije:
—¿Olvidas que tú me aconsejarte a hacerlo? ¿Ya le has contado a tu padre sobre eso o ya se te olvidó?
La discusión que, poco a poco se construía entre Olivia y yo, desplazó a la falsa amistad que hacia unos días nos había unido. Una relación que, por el bien de Doran, habíamos decidido mantener en un acuerdo de pensamiento.
Por lo que, renegando del título que la naturaleza me había dado, Olivia se dirigió hacia mí:
—Holly, no puedo creer que atribuyas tus fallas a mí, tu hija, a la que le llevas muchos años de diferencia. ¿No es poco responsable lo que hace esta mujer, papá?
Doran, quien ya no intentaba detener las mal intencionadas palabras de Olivia, hizo un gesto de agobio y, con ello, se deshizo de las palabras de su hija.
—Ahora no, Olivia. ¿No te das cuenta? Debes ir a un hospital —La preocupación lo agobio.
Para desahogar su rabia, golpeó la pared. Su puño resistió la ira, mientras Olivia, temerosa del carácter volatil de su padre, cerró sus ojos y dijo:
—Me siento bien...No es necesario que me lleves al hospital, lo que necesito es descansar.
—¿Cómo que no! —explotó Doran.
Olivia quiso darle un poco de coherencia a su respuesta, pero el desconocimiento de su propio cuerpo se lo prohibió y, para despistar la poca concentración de su padre, dijo:
—¡Lucas! Nos estamos olvidando de Luca, él está atado en el auto. Blake por poco lo mata, padre —Olivia, compadeciendese del valor del muchacho, limpió sus lágrimas que atentaban por estropear el nuevo estilo de maquillaje de su rostro.
Mi preocupación desestimó un acercamiento entre Olivia y yo, incluso entre la propia Blake y opté por ayudar a Lucas que, durante todo el viaje, me había hecho compañía.
—Holly, ¿a dónde vas? —preguntó Doran sin saber qué hacer.
—¿No es obvio? —pregunté con mucha molestia —voy ayudar a Lucas.
—Mamá prefiere ayudar a un sirvientevque a nosotras —expresó Olivia con mucho resentimiento.
—Pues ese sirviente, al que estas despreciando, te ayudó a defenderte de tu propia hermana. Por lo que has dicho, Blake casi te mata.
La condición de hermana mayor y el reemplazo maternal de Olivia hacia Blake la limitó de una posible discusión y, centrándose más en lo que yo había o dejaba de hacer, no se percató de su estado.
—Deberías hacerle más caso a tu papa e ir a un hospital.
Olivia, para impedir la molestia de su padre, tapó su pierna y, olvidando nuestra discusión, se marchó hacia su habitación.
Doran, que si bien no poseía el mismo interés que yo por salvar a Lucas, su empatía humana lo motivó a seguirme y, tras llegar al estacionamiento, los pequeños susurros de dolor de Lucas nos llamó a ambos.
—¿Lucas! —pregunté preocupada y, sin importarme, los pensamientos de cuestionamiento de mi esposo, me acerqué al auto y abrí la puerta.
Lucas había perdido la movilidad debido a las ataduras de pies y manos, así como un trapo amarrado en la boca incapacitaba el movimiento de sus labios.
Con sus expresivos ojos, nos comunicó su impaciencia por salir de ese lugar.
Sin embargo, sus expresiones no captaron del todo nuestra atención, sino la quemadura de su ropa, que le habían hecho perder la perfección de la tela.
Doran, que reaccionó mejor que yo y de forma más eficaz, se subió al auto y desató las cuerdas inmovilizadoras.
La agitada respiración del chico le hizo ignorar a las palabras de cortesía y, enfocado en recuperar el oxígeno perdido, empezó a respirar de forma abrupta. Ninguno de los dos, porque no interesaba el estado de salud del chico, se atrevió a cuestionar la actitud de Lucas.
—Muchas... muchas gracias —pronunció luego de varios minutos.
Doran, que siempre se había mostrado retraído con el chico, le agradeció por la valentía mostrada para defender a Olivia.
—Muchas gracias, Lucas, gracias por ayudar a nuestra hija.
El amor, el cariño y el respeto que Lucas sentía hacia Olivia cegaba al chico de ver las verdaderas intenciones que mi hija tenía hacia él. Por lo que, tomó el agradecimiento de Doran como todo un halago.
—Yo solo lo intenté, en verdad, no pude hacer gran cosa —el joven le restó importancia a sus acciones.
Y Doran, que se negaba a creer lo obvio, omitió los restos de cigarrillos, los papeles de mariguana y los envoltorios de otras sustancias en el automóvil, por lo que, ignoró cada uno de los detalles que culpaban a Blake de su desastrosa vida. Asimismo, decicidió no ver las quemaduras de la ropa de Lucas.
Por ello, se centró sólo en su bienestar.