Doran, que se había acostumbrado al silencio, se sobresaltó, por ello, se colocó de pie. Ver la imagen enfurecida de Blake debilitó aún más la coraza de Doran, por lo que, sin palabras, se dirigió hacia la menor de las mellizas.
—¿Qué haces? —preguntó la pelinegra, pues su adre se interpuso en su camino
—Necesito que me sueltes —dijo y apartó las manos de su padre.
Aprovechándose de la debilidad de Doran, ella se encaminó hacia su destino: yo.
—Blake, detente. ¿Qué piensas hacer? —preguntó un Doran con la poca viveza de su voz —Blake...
—Tú... —me señaló —entraste a mi cuarto y tomaste algo que no te pertenece.
Su postura le dio mayor fuerza, ella se creía muy superior a mí. Sin embargo, con unas delicadas palabras la regresé a la realidad.
Aprovechando la fuerza sin inteligencia que ella tenía, le dije:
—Según tú, ¿qué te agarré? —le pregunté para dejarla al descubierto frente a su padre.
Ella, que no había cavilado bien sus movimientos ni sus acciones, buscó la mirada aprobatorio de Doran; pero este se la negó e ignoró su petición.
Así que cabreada por el desánimo de su padre y sintiéndose valerosa ante la cobardía de sus progenitores, dijo:
—Tomaste mis drogas, las necesito ya.
Ella extendió sus manos, los efectos del alcohol y las sustancias controlaban sus pensamientos y su mente.
Blake, que no pensaba muy bien en sus acciones e ignoraba gran parte de su alrededor, no se sorprendió por la pasividad de su padre y aprovechó de ella para molestarme.
Para ponerme a su altura, aproveché nuestra diferencia de edad y los centímetros de más que me daba.
—Sí, yo boté tus mierdas, ¿y qué? ¿Qué piensas hacer? ¿Me vas a pegar? ¡Oh, claro! Lamento decírtelo, pero ya le has pegado a tu madre. No hay nada que me sorprenda viniendo de ti. ¿Qué harás ahora? ¿Cuál es el siguiente paso? —La incentivé a seguir con la discusión, pero Doran por fin habló.
—Holly, no hagas esto. Ya es suficiente.
—Lo único que le hace falta a Blake —dije y regresé la tensión al ambiente —, es que mate a su madre. Creo que, para ella, ese sería el equivalente a un título académico.
Blake no tomó mis palabras por el lado sarcástico, sino que lo transformó en una sugerencia y, perdiendo el poco respeto hacia mí, respondió:
—Es una buenísima idea...
Con esa última frase y con la baja estatura que tenía, se impulsó con un salto y llegó hasta mi cabellera dorada. La gravedad hizo que mi cabeza se agachara y ella tomó el dominio de la situación.
En un acto de defensa no pude controlar el movimiento de mis manos y empecé a tomarla por el cabello. Sin embargo, en un momento como ese, al recordar nuestro parentesco, dejé de lastimarla y con gritos empecé a pedirle ayuda a Doran.
—¡Doran, Doran! ¡Quítamela de encima!
En ese instante, Blake aprovechó el momento de descuido y de shock de su padre, para agarrar mi rostro y con sus afiladas uñas, rasgó mi piel. La sangre llegó hasta mis labios y sentí su sabor metálico.
Blake, dispuesta a lastimarme, se apartó de mí y agarró el bate con todas sus fuerzas. Pero antes de que impactará contra mí, Doran intervino y la sujetó por los brazos.
—¡Blake, ya basta! Le has pegado a tu madre. No puedes hacer todo esto.
Blake, que aún seguía controlada por la ira y su tristeza, empezó a patalear como una niña pequeña, mientras yo acaricié mi brazo como si me hubiese lastimado a mí. Luego, acaricié mi rostro y la sangre ingresó entre mis uñas y mis dedos.
Miré mié reflejo en el móvil y pude ver los aruñones que tenía.
Blake logró escapar de los brazos de su padre y decidida a lastimarme, tomó el bate con más fuerza; pero Doran intervino entre el objeto y yo.
Por un mal cálculo, Blake solo logró rozar el brazo de su padre y, de nuevo, el cargó con todo el peso de muestras acciones.
Al escuchar los quejidos de dolor de Doran, Blake detuvo todo el altercado y pareció reaccionar en sí.
—Papá... papá, papá... —llamaba a Doran como toda una niña pequeña —Lo siento, yo no quise. En serio, lo siento...¿Puedes mover el brazo? Dime que sí puedes... —El momento de cordura de Blake finalizó al acordarse de mi presencia —Todo es culpa de esta malparida. ¡Malparida! Eres una ¡Malparida!
Blake empezó a gritar, sus insultos y los quejidos de Doran se mezclaron y juntos crearon el mismo infierno en la habitación.
—Es muy posible que que tu padre tenga un brazo roto. No es momento de esto, Blake.
—No solo tiene el maldito brazo roto, también su alma y su espíritu. ¿Y todo por qué? Por estar contigo, por esperarte a ti. Todos estamos así por esperar un amor que nunca llegó.
La incontrolable rabia de la chica llevó a sus pensamientos a regirse por lo frenético y no por lo ideal. Por lo que, otra vez, sin pensarlo tomó el bate. Estaba dispuesta a acabar conmigo.
Sin embargo, la adolorida voz de Doran que suplicaba cordura, detuvo a Blake.
Las lágrimas enfriaron el caliente temperamento de mi hija; pero mi rencor avivó la llama de mi ira y, sin pensar en Doran, Blake, Olivia, tomé el móvil y llamé a la policía.
—¿Qué haces? —gritó un exasperado Doran.
Y Blake, que estaba acostumbrada a salirse con la suya, se puso nerviosa, ya que sus actos nunca antes se había enfrentado con la justicia.
Blake pensó en detener mis acusaciones con intimidaciones, no obstante, al notar la seriedad de mis palabras, ella se calló y buscó escapatoria en su adolorido padre.
Doran, acostumbrado a ceder ante los caprichos de Blake, no le recriminó nada y tampoco su fuerza lo ayudaba a levantar la voz en contra de su hija.
—Sí —le respondí al oficial de policía, mientras mi hija ocultaba su rostro en el pecho de Doran —es así. Necesito que venga —le die la dirección y continué con la llamada —. Sí, exactamente.
Mi voz, que apenas me ayudaba a pronunciar palabra, era repudiada por la actitud de Blake e ignorada por el cansancio de Doran, quien a pesar de haber sido golpeado por su hija, abrazó la actitud y el comportamiento de la pelinegra.