Lena, con la sutileza de palabras y la delicadeza de su trato, logró calmar mis impulsos y, guiada por los consejos de mi amiga, dejé caer mis frustraciones en el consuelo del tiempo.
—Sí, Holly. Pero, considero que lo mejor es que esperes un poco. Nuestros ánimos nos pueden llevar a cometer una locura.
La facilidad de discernimiento de Lena amplió mi forma de ver diversas situaciones y, tras recordar algunos momento vividos entre Doran, Olivia y yo, mis deseos pudieron descansar en la cordura de mi mente. De esa forma, despedí esa noche que, a diferencia de otras, ni la más grande estrella podía iluminar mi camino de frustraciones.
Lena me dejó descansar y, adoptando el papel de invitada en su propia casa, buscó el calor en uno de los sillones más alejados de la cama. Mientras mis ojos se apropiaban de la tranquilidad de Lena.
Al día siguiente, cuando la calidez del sol me recibió por la mañana y mis ojos luchaban contra la claridad, Lena se acercó hasta mí y para así poder despertarme. Ella había tomado mis problemas como suyos.
—¡Holly! ¡Holly! —susurró en un tono poco audible, pero que, gracias al silencio de la habitación, retumbó en mis oídos.
Con el ritmo con el que ella se movía, a esa velocidad, atendí al llamado y, con mis desordenados pensamientos matutinos, pude responderle:
—Sí, Lena. ¿Qué sucede? —el cansancio y el desahogo me había hecho olvidar mis objetivos.
Sin embargo, Lena, que se sentía con la responsabilidad no sólo de aconsejarme, sino de recordarme mi situación, mencionó:
—Holly, ya es de mañana. Debes arreglar todo con tu familia.
La palabra "familia" me aterrorizó y me indicó las intenciones de Lena, parecía que ella no quería perseguir a Doran. Sin alejarme de Lena, sacudí mi cabeza para así ordenar todas mis ideas.
—E-el sueño... —dije con una tartamudez que limitaba mis expresiones —El sueño... casi me hace olvidar todo.
Con la esperanza de que mi ausencia le hiciera recordar mi presencia a Doran, revisé el móvil, no obstante, la desilusión de anoche aún separaba nuestros sentimientos.
—¿Qué sucede? —preguntó Lena muy prepcupada. No obstante, para evitar un patético discurso amoroso, mostré más interés por mi desaliñado vestuario.
—No pasa nada, solo siento que apesto. Ni siquiera tengo ropa aquí
Lena sonrió, parecía no esperarse una niñería.
—No tienes de qué preocuparte, Holly. Recuerda que estás en casa y puedes tomar cualquiera de mis prendas.
Ignorando la amabilidad de Lena, pues en mi mente existían temas más importantes, le dije:
—Debemos ir a casa, debes acompañarme. Esta situación me quita el sueño.
Una didutativa Lena mostró su disgusto con un gesto en el rostro. Sin embargo, su ética de lealtad hacia mí le impidió decirme que no.
—Entonces... Apúrate —mencionó para disimular su poco su disgusto y yo, adaptandome a su trato, no le sugería nada y caminé hacia la ducha.
El agua del grifo me hizo recuperar cierta naturalidad que, tras vivir en un mundo de actuaciones, se me había olvidado utilizar.
Lena, imitando mis acciones, se vistió igual de rápido que yo y, aunque intentaba oponerse a la persuación, con determinadas palabras —cada vez que intentaba cuestionarme— lograba convencerla haciendole ver que yo estaba en lo correcto.
El camino hacia mi casa transcurió entre incómodos momentos y desafíos de palabras y, en ocasiones, divertidas conversaciones que hacían desviar la concentración de Doran. Esoos instantes, ayudaban a mantener la calma entre ambas.
Lena, que gracias a mi compañía se había privado de emociones de titubeó, caminó junto a mí hasta llegar a mi casa.
—¿Estás segura que es por aquí? —preguntó con preocupación, puesto que, temía a la locura de mis disparates y yo, que estaba ansiosa de responder a sus acusaciones, con tono de obviedad le dije:
—Claro, Lena, cómo se me podría olvidar el camino hacia mi propia casa. Si te preguntas por qué he elegido este camino —miré hacia mí alrededor. Sabía que él césped sin podar causaba nuestra incomodidad y la preocupación de Lena —, se debe a qué, por este lado no nos verán. Será mucho más fácil espiarlos.
Mientras la distancia desmotivó a Lena, a mí me motivó a sumergirme en una aventura.
—¿Cómo se supone que veremos desde aquí?
Yo rodé mis ojos y para traer la calma de regreso, le enseñé mis binoculares.
—Por algo me bajé del auto a comprar. Pero no solo ocupamos ver, también ocupamos escuchar. Esto solo nos ayudará a no perderlos de vista, mientras nos acercamos poco a poco. Recuerda que debemos ser muy silenciosas, si mi esposo nos ve, nos puede montar toda una escena.
A pesar de mi iniciativa por comprar los binoculares, la herramienta no ayudó mucho, pues en la espera de ver a alguien acercándose al jardín tardamos demasiados minutos.
—¿Estás segura de que tu familia está aquí? —preguntó una Lena ya cansada por la espera.
Y yo, que no estaba dispuesta a asumir un posible error, le dije:
—Al menos alguien debe estar en la casa —recordé las salidas de Doran y mis hijas —, sobre todo, no creo que hoy hayan salido luego de lo sucedido anoche.
Aún cuando el rostro de mi amiga no podía ser reconocido, ni por Doran ni por mis hijas, su inquietud era más grande que la mía, por ello, hacía tantas preguntas.
—Ten cuidado que nos caeremos —la convencí de llegar hasta el jardín.
—Aquí tampoco podrán vernos —le dije para darle seguridad.
—Creo que es momento de irnos, Holly.
Cuando mi terquedad estaba cerca de claudicar ante los consejos de Lena, la voz de Lucas captó mi atención y con un gesto de duda, le ordené a Lena callar.
—Escuché algo, esperanos aquí.
Lena, que se arriesgaba menos que yo, era más precavida, por ello, intentó detenerme; pero con mi voz de mando le recordé su lugar en esa situación.
—Lena, no es momento. Quédate aquí, te dejaré los binoculares para que estés atenta.