La llamada telefónica terminó por aclarar mis dudas; aunque Doran intentaba formular una excusa para deshacerse de todo parentesco con Lena, mis cuestuonamientos no le otorgaron el tiempo suficiente pata expresarse.
Por lo que, cansado de mantenerse sin voz, me tomó por los hombros y, en un intento por hacerme reaccionar, me sacudió.
Mis mechones cubrieron mi visión, por un instante, me permití ser débil. Mi tranquilidad motivó a Doran a expresarse con tranquilidad. Por ello, poco a poco, abandonó el tacto con mi piel.
—Tienes toda la razón —confesó a medias. No obstante, mis sospechas y dudas solo necesitaban una revelación apresurada para entender.
—Es mi amiga —mencioné con decepción, pero Doran, que aún trabajaba por mantener una imagen pulcra de Lena, intentó explicarme.
Para empatizar un poco conmigo, Doran se posicionó a mi lado y calmando mis lágrimas, con la yema de sus dedos, dijo:
—No lo sé, Holly, solo pasó. Ella nunca supo que tú eras mi esposa y yo nunca supe cómo lidiar con esta situación.
La confusión provocaba la incoherencia en Doran, puesto que, días atrás su confesión me había beneficiado.
—¿La amas? —pregunté deshecha y apoyé mi cuerpo en la tierra para no tambalear.
Las dudas sellaron sus labios y con una respuesta más pensada, ocultó parte de sus sentimientos
—No puedo decir que la amo. Traté de arreglar todo contigo —el nudo de su garganta rompió las barreras de pensamiento y dejó escapar a la sinceridad de su corazón que él tanto temía —. Te he amado a ti, te he amado desde el día uno, te seguí amanado cuando nos casamos y te amé incluso cuando nos abandonaste. Amar a una persona que no está es complicado. Te amé por más de trece años sin esperar una muestra de cariño. Si todo eso no es amor, entonces creo que nunca lo he conocido. Me cansé, me sentí solo, pensé que el mundo se vendría encima, mis hijas, no pude solo y busqué compañía en Lena. ¿Tú me amas? —preguntó temerosos, mientras sus ojos intentaban hacerle compañía a los míos.
Mi sinceridad redujo nuestra conexión a una simple compañía de años y sumergió a Doran en el desconsuelo.
—No lo sé. Nunca lo supe, pienso que la culpa me hizo sentir cierto amor por ti. Quizá nunca estuve lista para ser esposa y mucho menos para ser madre. Cuando no supe qué hacer, solo dejé de intentarlo, me convertí en una mujer egoísta. Pensé que el dinero llenaría el espacio que dejé.
Al no encontrar respuesta para mi rechazo, Doran intentó hablar acerca de las niñas, y así, defender sus sentimientos.
—Debemos encontrar a las niñas —él hizo una pausa, pero su pensamiento nos orilló de nuevo a la conversación sin finalizar —, al fin y al cabo, ellas han sido lo único que nos ha unido. Me duele... —dijo con titubeó y, cuando se encaminó hacia un reencuentro conmigo, sus pensamientos lo adelantaron a protegerse —, saber que el amor que sentía y siento por ti no nos puso unir para siempre. Me duele, Holly.
Sus sentimientos explotaron en sollozos y, buscando consuelo, se acercó hasta mí. Sin embargo, se encontró con un pecho vacío.
—Intenté amarte de la misma forma que tú lo haces, Doran. Pero no nací para esto.
Él tomó mi rostro con sus dos manos e intentó encontrar una respuesta diferente. No obstante, la falta de brillo en mis ojos lo hizo desistir y, con un nudo en la garganta, se detuvo.
Poco a poco, encontramos la paz en la madurez. La distancia entre nuestros cuerpos ayudó a Doran a mantener la calma.
—Debemos movernos...
Luego de su orden, él se interesó por mi relación con Lena.
—¿La perdonarás? —preguntó con interés Doran.
—No lo sé, Doran. Solo sé que todos tenemos pecados que necesitamos que nos perdonen.
El desahogo y la distancia nos otorgaron un momento de cordialidad que nos hizo sonreír a los dos. Luego de ese instante, la impotencia y tristeza de una relación perdida, regresó.
—No puedo creer que este sea el fin. Creo que anhelé tanto algo que en realidad no deseaba —mencionó melancólico.
—¿Deseabas terminar conmigo? —pregunté abrumada.
Tras su revelación, creí conocer sus sentimientos. No obstante, sus temores volvieron a confundirme y a él mismo le costaba expresarse con claridad.
—No lo sé, es algo como la droga.
—¡Qué romántico! —expresé decepcionada por su confesión.
—No lo tomes a mal, sabes que, en ocasiones, amar sí nos hace daño. A eso me refiero.
El sentimiento volvió a apoderarse de él. Pero, al sentirse no correspondido por mí, él desvió su rostro hacia un lado para impedir el choque de miradas.
—No debí decir eso. Lo siento si te incomodé.
Los sentimientos ocultos de años florecieron y Doran actuaba como un adolescente enamorado, mientras sus revelaciones obtenían una sonrisa cordial para no lastimarlo.
—Entiendo que no quieras hablar —mencionó decepcionado.
La interrupción del celular causó la confesión a medias de un amor no correspondido.
—No lo sé. No hemos hecho nada por ayudar Lena, quizá sean ellos de nuevo —dije culpable y él me admiró por mi bondad hacia ella. Pero no lo expresó. Le entregué el móvil —, contesta, seguro es importante.
Las temblorosas manos de Doran atendieron al llamado del número desconocido.
—Es un oficial —dijo Doran sin aliento. Su preparación aumentó.
—¿Señor Wayne? —preguntó por tercera vez al no obtener respuesta de Doran.
Por miedo y temor se enmudeció. Él esperaba una palabra de mi parte para responder.
—Contesta —le exigí
La pasividad del oficial nos hizo esperar con prudencia el desenvolvimiento de la información. Pero, al notar el decaimiento en el rostro de Doran, supe que la mala noticia había llegado en el momento de sanación.
—¿Está seguro de lo que me ha dicho? —Él intentaba escuchar una respuesta diferente —, eso no puede ser cierto.
Escuchar solo una parte de la conversación, causó la imaginación de un sinfín de escenarios.