Elegida ©

Capítulo 14

Dejé el cepillo sobre el tocador. Mi cabello húmedo goteaba aun un poco sobre la fina madera de cedro, ni siquiera lo sequé bien. Cosas banales que por ahora no me importaban tanto, debía hacerme cargo de los problemas que se me venían encima.

Miré mi reflejo en el espejo. Los hematomas desaparecían casi por completo, apenas eran unas manchas amarillentas que podría cubrir con un poco de maquillaje.
El cuello aún dolía, era soportable. Lo demás estaba bien, sólo mi mente era un caos estremecedor, mis pensamientos rezumaban poder, eran como un zumbido, causaban dolor de cabeza.

Oí la voz de Thaleb en la planta baja, llamó mi atención por un momento. Me esperaban sólo a mí para cenar.

Mi madre recobró el conocimiento hace unas horas, pero yo me hallaba dormida en la habitación de Thaleb, así que no había hablado por ella, mucho menos lo hice con él o Edril. Por ahora los evitaba, no comentaría nada de lo que vi hasta que se diera el momento oportuno.

El negro de la madera llamó mi atención de improviso. Instintivamente pensé en Damon, él quien desapareció al instante de mencionar la última palabra; estaba loco si creía que de verdad yo le pediría quedarse a mi lado, no después de lo que vi, de lo que dijo. Me causaba repulsión igual o más que Sangrieff.

Sin embargo, me asustó su seguridad, la manera tan despreocupada y tranquila en la que mencionó cada palabra mirándome a los ojos sin que titubeara su voz.

¿Por qué estaría tan confiado?

—Se va a enfriar la comida. —Interrumpió Thaleb. Viré el rostro hacia él, mantenía su semblante exánime, no me miraba a la cara.

—La prefiero así, no me gusta caliente —le hice saber. Suspiró y puso los ojos en blanco.

—Lo tuyo es llevar la contraria siempre. Podría decir que es de día pero tú replicarías apostando que es de noche. —Espetó. Me arrancó una sonrisa que por supuesto, él no vio.

—Irritante, ¿no? —Inquirí— Algo así son tus constantes cambios de humor —añadí. Soltó un bufido, dio media vuelta regresando por donde vino.

Negué con la cabeza. Fui detrás de él. Me sentía extraña en la casa, queria volver a la mía pero me aterraba estar sola, temía volver a tener otro encuentro con Sangrieff; no obstante, me aterrorizaba más Damon, vaya a saber por qué.

Al llegar a la planta baja me dirigí al comedor; asomé la cabeza un poco, mi madre se encontraba sentada a un lado de Thaleb en un comedor de cuatro sillas de madera oscura.

Edril se movía por la cocina, Thaleb y mi madre entablaban una conversación. Ella mantenía aun los rastros de lo sucedido, un hematoma verdoso que en pocos días se volvería amarillento le surcaba el pómulo y labio. Sin embargo, sonreía, lo hacía como si todo estuviese bien.

Me decidí a entrar. Tres pares de ojos se posaron sobre mí; no supe a donde mirar, así que me centré en mi madre.

—Gian —habló alegre. Vi su intención de ponerse de pie, más una mueca lastimera le cruzó el rostro.

—Quedate ahí, mamá —ordené eliminando la distancia que nos separaba.

Le besé el comienzo el cabello percibiendo el olor a hierbas y jazmín; luego presioné contra mi pecho su cabeza, ella me dio palmadas en la mano como si estuviese reconfortandome. Suspiré tranquila al saberla bien y conmigo.

—¿Cómo te sientes? —Pregunté. Me senté junto a ella, Thaleb se mantuvo en silencio a mi lado.

—Bien, un poco dolorida. Pasará —murmuró. Apretó las cejas, su vista se fijó en algún punto en la pared, lucía pensativa.

—¿Qué ocurre? —Cuestioné. Ladee la cabeza hacia un lado, buscando su mirada.

—No recuerdo nada. —Declaró en voz baja— No sé cómo llegué aquí, lo que sucedió antes, es como si hubiese una gran laguna en mi mente. —Finalizó. Sus dedos fueron al encuentro de su sienes, presionándose contra ellas.

De soslayo observé a Thaleb. Enarcó ambas cejas, me desvió la mirada y se cruzó de brazos a la vez que Edril se sentaba con nosotros.

Supe entonces que le borró la memoria, tal como lo hizo conmigo hace tiempo.

Lo agradecí. Era mejor que no recordara nada. Lo que daría por borrar de su mente cada encuentro con ese hombre, que tuviese la oportunidad de reemplazar esos recuerdos por unos buenos, felices.

—Es posible que se deba al golpe que te diste en la cabeza —intervino Edril—, ya te lo había dicho.

Mi madre no se veía convencida con aquel argumento, más guardó silencio, manteniendo sus suposiciones para ella del mismo modo que lo haría yo.

En silencio comenzamos a cenar, Edril cocinó una especie de pasta con macarrón condimentada que ciertamente sabía muy bien para ser tan sencilla.

Oí sus voces cuando comenzaron a hablar, tocando un tema que sinceramente no me interesaba.
Thaleb continuó callado, sin embargo, su atención estaba puesta sobre mí. Tuve la impresión de que sabía lo que me sucedía, que era consciente de que ocultaba algo y nuevamente me pregunté si podría captar o leer mis pensamientos.



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En el texto hay: brujos, amor puro, suspense

Editado: 12.09.2018

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