Elegidos

Capítulo 12

-Sabes que no puedes estar en estos territorios -Le dijo.

-Tu padre no se dará cuenta. Además Dante es el menor de los problemas -Le dijo.

-¿Qué sucede, Boris? -preguntó, notando la tensión en su voz.

-Debes irte de estos territorios, Dalia. Debes alejarte, los rumores de tu relación con Frederick se esparce rápidamente por culpa de Miryan, y están empezando a murmurar sobre la segunda híbrida, muchos quieren tenerla en su poder -Le dijo.

Dalia poso su mano involuntariamente en su vientre.

-Ni siquiera a nacido, no sé cual es su género o si será un híbrido o no. Además, en serio crees que alguien se atreva a venir por nosotros -Hablaba con superioridad.

-No podemos arriesgarnos, Dalia -Insistió Boris.

-Me iré a los territorios de Yelina, el único que sabe como llegar es Dante. El será mi único enemigo mientras este allá -Le informo para luego retirarse.

*En los territorios de Yelina…

4 meses después…

-¿No crees que es peligroso ir a la mansión en tu estado y exponiéndote a Miryan? -Yelina intentaba persuadir a Dalia de que se dirigiera a la mansión de Jensen donde sus enemigos yacían.

-Lo es, pero Boris me ha dicho que debo hacerlo por más peligro que corra, debe guardar este diario que he escrito para ella -Le dijo sosteniendo aquel pequeño libro en sus manos.

-Pero yo puedo guardarlo y dárselo cuando tenga la oportunidad de acercarme, no es necesario que te arriesgues y que pongas al bebé en peligro -Le dijo -Si la profecía y todo lo que Boris te ha dicho es cierto lo menos que debes hacer ahora es tener contra su vida -Yelina se encontraba preocupada.

-Te confiaría ciegamente mi vida sin pensarlo, pero las cosas deben suceder y sucederán como ya están escritas -Dijo simplemente para luego retirarse.

-Dalia, está maldita guerra acabo con la vida de Alicia, Lian, Ona y muchos más, por favor no seas la siguiente -Le pidió.

Flashback:

Eloy corría a través del bosque, su corazón latiendo desbocado, como si ya presintiera la terrible verdad que se cernía sobre él. Una punzada aguda en su pecho lo golpeó con la certeza de que Ona no estaba bien.

Al llegar a la cueva, la desesperación lo arrastró hacia su hogar. Allí estaba Ona, su amada, tendida en la cama, débil y vulnerable, su cuerpo marcado por el veneno que la consumía. La imagen de su espalda, marchita y frágil, se grabó en su mente como un eco desgarrador.

En su interior, Eloy sabía que la esperanza se desvanecía. El veneno que había invadido su ser era brutal, cruel, diseñado para acabar con su esencia.

Al acercarse, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin control. Se arrodilló junto a su cama, su mano entrelazada con la de Ona, buscando consuelo en ese contacto que aún latía con amor.

-No llores -la voz de Ona, aunque quebrada, aún poseía ese optimismo que le atravesaba el alma y que siempre lo motivo a seguir-. Ambos sabíamos que esto llegaría.

-¿Cómo puedes pedirme que no llore? -su voz temblaba, llena de dolor-. Estoy aquí, ante la mujer que amo, y te veo despedirte de mí, pidiéndome que acepte que todo ha terminado.

-Mírame -con lo poco que le quedaba de fuerza, Ona tomó su rostro, obligándolo a encontrar su mirada-. Mi momento ha llegado, y lamento dejar a nuestros hijos.

Las lágrimas de Ona comenzaron a caer, y Eloy acercó su frente a la de ella, sintiendo la calidez de su amor en medio del frío de la pérdida.

-Ona, por favor, no me dejes -su voz se quebró, un grito de desesperación que resonó en el silencio de la habitación-. No puedo imaginar una vida sin ti.

-Siempre estaré contigo -susurró Ona, con una sonrisa tenue que iluminó su rostro a pesar del sufrimiento-. Me voy en paz, sabiendo que nuestros hijos estarán a tu lado. No hay lugar más seguro que en tu corazón. Juntos, los liberamos de las sombras que nos consumían.

Eloy sentía cómo su alma se desgarraba mientras ella continuaba hablando, su mano apretando la de Ona con una fuerza renovada, como si pudiera aferrarse a cada palabra, a cada suspiro.

-Te amo, y te prometo que cuidaré de nuestros hijos. Nadie les hará daño mientras yo esté aquí -la promesa se deslizaba entre sus lágrimas, cada palabra un grito de amor y desesperación.

-Te amo y te amaré en todas las vidas -respondió Ona, su voz un susurro de luz entre la oscuridad-. Cuida de nuestros hijos, y por favor, busca a Sandra y cuídala como a una hija.

Eloy sintió cómo la mano de Ona se deslizaba suavemente por su rostro, y apretó los ojos con fuerza, permitiendo que el llanto lo consumiera. En ese instante, comprendió que había perdido no solo a su esposa, sino a todos los sueños y momentos que habían anhelado compartir.

Horas más tarde, Eloy se adentró en el bosque, desolado y quebrado. En medio de su llanto, la frustración se desbordó, y sus garras emergieron de su interior. Sus ojos, que alguna vez brillaron con amor, ahora ardían con furia y dolor. Un grito desgarrador resonó, y comenzó a golpear el albor con toda la fuerza de su desesperación, buscando en cada golpe un eco de lo que había perdido.

La vida continuaba, pero sin Ona, el mundo se sentía vacío, un lugar desprovisto de esperanza.




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