Elegidos

7. LA CACERÍA

El almuerzo con las damas de Feralia es igual al de Ryunale. Reímos por cortesía, décimos halagos con hipocresía y acabamos con los cotilleos más recientes que involucran a aquellas familias que no son dignas de sentarse en nuestras mesas.

Por obviedad, yo soy el tema más reciente. Preguntan acerca de mi país y si yazco sorprendida por la ingeniería del lugar como si mi nación fuera rústica y salvaje, del mismo modo, mienten alabando mi atuendo, elegancia y físico.

—Un placer entablar palabras finalmente con usted, señora Fitzgerald. Mi madre comentó su nuevo estatus como esposa del embajador de Ryunale en Feralia.

—El placer será todo mío, Su Alteza Real —se inclina ante mi madre y ante mí—. Mi esposo y yo estaremos honrados con su visita en su humilde hogar.

Ambas conocemos la razón de mis futuras visitas y es que ella me proveerá de los tónicos que requiero para cubrir mi enfermedad. Me pregunto cuanto tiempo tendré antes de ser descubierta.

Es entonces que alguien jala de la manga de mi vestido.

Hola, Emmelina.

Hola, Katherina —saludo a la hermana menor de Dimitry en mi idioma. Consta de doce años apenas, pero parece ser la más feliz del comedor.

Estoy aprendiendo y perfeccionando tu idioma —comenta al tiempo que muerde uno de los pastelillos de las mesas del banquete—. Mi tutor es de Søje, pero sé que hablan la misma lengua que en tu país. Él es aburrido y viejo, pero tal vez si práctico contigo, puede que sea más divertido.

Sería un honor —su mano me ofrece un pastelillo que trago a su ritmo—. Me recuerdas a mi hermana menor, Iria. Es unos cuantos años mayor que tú, pero poseen la misma grata energía.

Don de las hermanas menores, supongo.

Supongo.

Ofrezco otro mordisco cuando un par de puertas de abren y revelan a más de una decena de caballeros encabezado por mi esposo, junto con mi hermano a un costado de él.

—Lamento interrumpir, distinguidas damas, pero la cacería está por comenzar y requerimos de su suerte. Yo requiero de suerte —sus ojos me buscan hasta encontrarme. Sonríe con cortesía a un inicio, sin embargo, cuando su mirada se destina a su pequeña hermana lo hace de manera real, al tiempo que nos observa juntas tratando de analizarnos. Me ofrece una rosa roja qué besa antes de otorgarlamela.

Todos nos contemplan, así que no me resta más que aceptar su mano mientras Katherina toma mi disfrutable alimento y sonríe con inocencia al pensar que su hermano y yo estamos enamorados. No podría estar más equivocada.

«Al menos no te obligó a estar con él» me recuerdo «¿Debería agradecerlo? pregunto internamente ¿te hubiera gustado compartir el lecho con él?» La respuesta a ello nace pronto, aunque mi mente revive un tanto su cuerpo y rostro y he de tragar saliva por querer cambiar de opinión.

—¡Yo también quiero disparar!

—Y lo harás —Katherina sonríe ara su hermano—. Busca compañía.

Su hermanita corre por la sala.

—¿Permitirás que dispare?

—La cacería es una actividad que se hace en parejas. Si encuentra una, tendrá derecho a usarla —me explica Dimitry mientras me hace avanzar por los pasillos en dirección a los amplios jardines—. Hay muchas cosas que no conoces de mi país, tu país. Le diré a mi madre que te asigne un tutor de historia.

—¿Es una orden?

«Emmelina cállate» me reprendo internamente.

—Lo es ¿algún problema con ello?

—Ninguno —me muerdo la lengua antes de soltar algún comentario—. Solo imaginé que tendrías consideraciones con la esposa que no estaba destinada a serlo.

—Eso no te exime de tus responsabilidades.

Mi mirada desea destruirlo, aunque él solo sonríe jactándose de hacerme exasperar.

—Espero no hayas dicho nada imprudente durante el almuerzo.

—¿Te refieres a nuestra gloriosa noche de bodas? Descuida, esta mañana se llevaron la prueba.

—Bien.

—Tu querida Trinity puede estar feliz de que seas solo suyo.

Nombrarla causa que su rostro se torne rojo y me mire.

—No menciones su nombre.

—¿Por qué? Tú la has traído a colación. Además, ella misma se atrevió a buscarme para restregarlo en mi cara durante nuestro casamiento. No tengo problema en que tengas amantes, pero tal vez...

—Ella no es una amante.

—Es la mujer que amas, lo sé.

—Tú no sabes nada —gruñe.

—No, pero si pudieras explicarme, podríamos ser al menos buenos amigos si es que pasaremos la vida juntos.

—¡Mis señores y damas! —Dimitry me ignora y llama a la corte a acercarse a él y a los asistentes que les proveerán de armas y bebidas posadas en el gran jardín.

Suelta su pasado amarre conmigo para comenzar a explicar una tradición que no comprendo mientras retrocedo de toda periferia de mi esposo y los cortesanos más cercanos a él. Veo a mi hermano con mi madre como acompañante y a Katrina buscando a alguien que dudo que sea yo.

—Encendiste el fuego —me susurra la voz de un hombre.

—Conde Sebastian —ambos realizamos reverencias.

—Veo que ha sobrevivido a su primera noche como una Le Covanov ¿Cómo se encuentra?

—Nadie me lo había preguntado —espeto sin pensar—. Supongo que pudo ser peor.

—Lamento que su destino haya sido este, Emmelina. Casarse y pasar la noche con un desconocido no fue parte de los planes que alguna vez tuvo en su corta vida o me equivoco.

Su discurso me hace pensar que la congoja a mi respuesta se refiere a haber consumado el matrimonio con su primo. No podía yacer más lejano de la realidad.

—¿Realmente alguien como yo puede tener planes?

—No, pero puede escapar de vez en cuando.

—¿Como lo hará su primo con la señorita Trinity?

—Usted escuchó...

—Sí.

—Lo lamento.

—Debe dejar de disculparse conmigo como si usted fuera causante de mis infortunios, Conde.

—¡Primo! —Dimitry nos aborda seguido de lanzar una escopeta a Sebastian que captura con avidez—. ¿Doblas la apuesta?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.