Elegidos

9. SØRONATA

La capital de la república de Feralia es distinta a la del puerto. La ciudad central de Orézhkovsk es menos calurosa, aunque más bulliciosa y edificada, y pese que por un instante me encontré embelesada con la gran ingeniería del sitio conforme avanzábamos cada kilómetro, un único pensamiento habitó mi mente.

«He escuchado que puede sanar con una velocidad casi inhumana»

Las palabras que mi hermana Lucinda me espetó horas antes de que desapareciera se reproducen una y otra vez en mi cabeza, haciéndome dudar de mi estado mental. Sé que suena absurdo, pero juraría ante dios que aquella herida estaba cicatrizada.

La vista es increíble no lo crees, prima —habla Katrina.

Magnífica, sí.

Apenas consigo responder ante mis nebulosos pensamientos, sin embargo, he de recobrar la cordura cuando giro hacia el balcón de donde su voz emerge. Mi alcoba asignada en el castillo Le Covanov es lo doble de amplia que en mi anterior estancia e incluso a la tenida en mi antiguo hogar.

Habríamos demorado un par de días en arribar de haber estado en Ryunale, pero ¡horas! Solo demoramos horas para conocer a la corte ferelense.

Los sirvientes que aposan mis pocas pertenencias en la habitación nos observan de soslayo ya sea por desconocer el lenguaje que empleamos o por finalmente vislumbrar a la mujer de la que su príncipe cayó falsamente enamorado.

Eso debe ser por la fuente de alimentación del ferrocarril —digo—. Desconozco como funciona, pero...

Los rieles —una tercera voz masculina que ya comienzo a reconocer emerge—. Los rieles yacen electrificados. Es por eso que consigue tal velocidad y lo que nos habría costado días, lo conseguimos en horas.

Los sirvientes y mi prima de inmediato reverencian a Dimitry Le Covanov quien avanza en una elegante e imponente caminata que hace que todo ser detenga sus movimientos e incluso la respiración, aunque su dorada mirada se destina exclusivamente en contemplarme sea porque no reverencie su interrupción o por leer esa pregunta que me consume en los ojos.

¿Dice que si caemos a las vías podríamos morir? —Katrina exclama con temor tan pronto como su escueto asentamiento termina tras oír la explicación del príncipe.

No, señorita Düger, pero esperemos que nadie lo haga para averiguarlo.

—Podrías enviar a tus enemigos para comprobarlo.

Dimitry ejecuta una mediana sonrisa por el ácido comentario que mi prima no comprende tras cambiar del alevania al dagleshn. Desde aquel día en el accidente del canal no he entablado palabras con él, al menos no a solas como las anteriores ocasiones. Y es que pasó una semana completa "reponiéndose" y otra más fingiendo que yo no existía hasta que debimos partir a la ciudad principal por vía ferroviaria y ni siquiera en ese momento, compartimos vagón hasta que subimos en el carruaje donde nos dedicamos a fingir el matrimonio que el pueblo celebraba al pie de la calle.

—¿Me concederías unos minutos? —continuamos en su idioma.

—Me encantaría, pero estoy ocupada instalándome en mi habitación —sabe tan bien negarle algo.

—Nuestra habitación querrás decir —hay cierto humor en su voz mientras avanza a mí—. Es amplia, no lo crees.

Mis latidos aumentan con la idea de tener que compartir un lecho cada noche con este hombre que cambia de humor como yo de atuendos. Su ceja se eleva en un "Y ahora ya deseas hablar"

«Maldito desgraciado. Sabe jugar el juego, Emm. Bien, demuéstrale que tú también»

Katrina, nos permites.

Mi prima y los sirvientes nos dejan a solas y entonces nuestras máscaras caen.

—Mañana se celebrará el festival de Søronata —comienza él.

—Y requieres algo de mí -le ofrezco la espalda tras dirigirme al largo espejo de la alcoba—. Me has ignorado todo este tiempo, pero ahora que deseas un favor, existo.

—No sabía que te afectaba tanto el no verme —mi boca se abre para protestar, pero el continúa—. Además, ya he pagado la deuda. Tu prima será tu dama principal y ya he dado órdenes acerca de tu libre itinerario tal como acordamos.
—¿Qué hay con la habitación?

—Eso no puede removerse. Como es que crees que conseguí que solo una dama te atendiera todas las mañanas.

—Porque es a ti quien te molesta el personal en nuestra alcoba —deduzco que asumió la culpa.

—Todos deben creer que cumplimos con nuestras obligaciones con la menor cantidad de testigos posibles.

—¿Y que pasará cuando no suceda lo que esperan?

—Ya veremos como solucionarlo.

—Por supuesto, como en ti no recaerá las habladurías de no poder engendrar.

—¿Deseas que cumplamos con lo solicitado para dar credibilidad?

«¿Y tú?»

Mi traicionera mente trae el recuerdo de aquellas veces que lo vislumbre sin camisa y he de tragar saliva mientras me retiro del espejo para evitar su profunda mirada contemplándome a través de él y el repentino calor que sube por mi rostro.

—Que hay de Søronata —nos distraigo con aquel tema—. Es una festividad importante para ustedes. ¿Quieres que vean que soy una buena esposa?

—Una buena anfitriona —repone—. Representantes de las tierras de Søje vendrán, y ya que mantienen el mismo idioma y costumbres similares, esperaba que fueras una cálida compañía y anfitriona para ellos.

Los søjenses siempre han sido unos buenos vecinos con Ryunale. No interfirieron en asuntos bélicos con Otaria, pero al menos no nos cerraron la puerta cuando necesitamos de ellos. Enviaron sus mejores auxiliares médicos y provisiones a zonas hostiles.

—Søje ayudó a mantener a mi antiguo hogar de pie en momentos de guerra. No lo suficiente para ofrecerles una hija, pero tienen mi favor -escucho un resople por parte de Dimitry tras recordar el trato que nos ata. Sonrío por ello-. Seré una buena ferelense para Su Alteza.

El festival dicta que debemos envolvernos en vestimenta blanca para honrar a todos los caídos en la busqueda de la independencia de la República de Feralia, junto con un distintivo o accesorio en tono naranja como lo es su bandera. En caso de la gran familia real, una banda que cruza por mi hombro y cierra en mi cadera es lo que corresponde. Mi cabello ha sido recogido en un moño permitiéndo que unos cuantos bucles caigan sobre mi rostro, junto con una tiara en tono a mi cinta que anuncia mi actual posición.




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