—Jaque Mate —dice la chica con una sonrisa de orgullo sobre su rostro.
—No me jodas, siempre ganas —dice el chico recostándose sobre su silla sin poder aceptar su derrota.
—¿Qué quieres que te diga? He sido buena en esto desde hace más de un siglo —dice la chica levantando los hombros con cierta arrogancia.
—Algún día probaré que eres una tramposa. Siempre ganas en todos los juegos —dice el chico desafiante.
—No soy ninguna tramposa. Aprende a perder —dice la chica con un tono meramente maternal, mientras guarda el tablero y las piezas de ajedrez en una caja—. ¿Qué te parece un juego de cartas?
—¡Ja! Ni lo sueñes. La derrota es mucho más humillante en los juegos de cartas —dice el chico poniéndose de pie.
—Eso es porque tú te dejas humillar —dice la chica sonriendo mientras barajea las cartas en su mano, aunque sabe que no jugarán. Voltea al chico quien no deja de mirar a la ventana—. ¿Qué tienes? Desde hace dos días te noto preocupado.
—Ah…es que…Hace dos días que se me perdió un Umbrahound —dice el chico con preocupación—. Jamás se me había perdido uno. Ni si quiera se me ocurre donde pudo haber ido.
—¡¿Qué?!, ¿Perdiste uno? —dice la chica llevándose ambas manos a las mejías y se pone de pie—. Tal vez está escondido en el bosque, ¿Quieres ir a buscarlo?
—No creo que lo encontremos, ya busqué en los alrededores del Kennel. Pero no perdemos nada intentando — dice el chico y ambos salen de la habitación.
El castillo está rodeado por un bosque oscuro, lleno de árboles sin hojas, neblina y un suelo lleno de piedras negras. Ambos caminan por un largo rato buscando a la criatura perdida
—No creo que esté aquí —dice el chico tomando asiento en una piedra—. Ayer busqué todo el día y no lo encontré.
—Pues no es por ser pesimista, pero tal vez murió —dice la chica tomando asiento junto a él.
—¡Claro que no murió!, ellos no mueren así de la nada. Era sólo un bebé y sabes que ellos no se atacan entre sí —dice el chico sacando una caja de cigarros de su chaqueta. Se lo pone entre los labios y acerca su encendedor al cigarro.
—¿Quieres seguir buscando o quieres regresar? —pregunta la chica poniéndose de pie—. Es temprano todavía.
—No, mejor regresemos. Es inútil buscar aquí y no creo que haya ido al Pueblo —dice el poniéndose también de pie.
Toman otro sendero para ir de regreso al castillo. El bosque emite un aura muy tenebrosa, sin embargo, ambos se ven muy tranquilos.
Después de un rato caminando el chico se detiene y toma a la chica del brazo
—¿Ves eso? —el chico señala una figura oscura entre la niebla.
—¿Qué es? —pregunta la chica estrechando sus ojos para poder enfocar mejor la figura.
Él la toma de la mano y ambos caminan lentamente hacia la figura que ven. La chica desabrocha el arma de su cinturón como medida de precaución.
—¿Crees que es un Condenado? —susurra el chico con el cigarro entre los dientes.
—Los Condenados nunca caen aquí —la chica voltea a ver al chico como si lo que ella dijera fuera una obviedad, pero él levanta una ceja—. Está bien, a menos que sean excepciones como tú y yo.
A medida se acercan, empiezan a distinguir más la figura en el suelo.
—Es una niña —dice el chico poniéndose de pie frente al cuerpo tendido en el suelo.
—No es cualquier niña —añade la chica señalando una corona tirada al lado del cuerpo.
—¿Es la Princesa? —pregunta el chico flexionando las rodillas para acercarse a ella. Él coloca una mano sobre su nariz para comprobar si ella sigue respirando.
—Se ve muy joven para ser la Reina, así que supongo que sí es la Princesa —la chica se arrodilla junto a ella. Ella examina el cuerpo y nota que una mano está llena de sangre, pero no solo su mano, también nota la enorme mancha de sangre sobre su vestido—. Hay que llevarla al Castillo. Si la dejamos aquí se va a desangrar.
—¿Crees que es buena idea llevarla? —pregunta el chico con inseguridad.
—Si está aquí es por una razón, no creo que la hayan sentenciado por Condenada, está sangrando —asegura la chica tomando la corona del suelo—. Levántala.
El chico se pone de pie y apaga su cigarro. Luego toma el brazo izquierdo de la chica y se lo coloca tras los hombros. Desliza sus manos bajo la cintura y las piernas de ella y la levanta, teniendo cuidado de no tocar su herida.
Ambos se ponen de pie y siguen su camino hacia el Castillo. Ambos esperaban encontrar al perro, pero por lo contrario regresan de su viaje con una joven moribunda.
—Déjala en mi cuarto, voy a buscar el botiquín —le indica la chica. Él deja a la chica delicadamente sobre la cama. El chico se queda sorprendido al ver que la chica no se mueve por ningún motivo. Él coloca su mano sobre su rostro y se asusta cuando siente la temperatura baja de ella. Luego vuelve a acercar su mano a su nariz y se alivia cuando siente su respiración.
—Listo —dice la chica entrando al cuarto. Ella toma asiento en la cama junto a la chica. Toma algodones y los moja con alcohol
Editado: 14.01.2021