ARIADNA
—Me estoy volviendo buena en esto, ¿No lo crees? —digo con la Kural en la mano, poniendo la otra mano en mi cadera. Le he disparado a tres botellas vacías de las diez que Joaquín me puso.
—Pues…tienes una puntería de mierda, muñequita, pero se puede mejorar —se carcajea y me codea. Yo lo veo con desaprobación—. Digo, no está mal para alguien que jamás había agarrado un arma.
—Oye, ¿No crees que el Rey se enoje por prestarme la Kural o sí? —no le habíamos dicho nada sobre esto Marco. Saco el cargador del arma y veo que tiene menos de la mitad del líquido.
—Si no gastaras tanta carga en tiros fallidos, te aseguro que no se enojaría —se vuelve a reír y le doy un leve puñetazo en el brazo.
—¿Quieres seguir practicando? —pregunta con las botellas entre los brazos.
—No, quiero descansar —me siento sobre el césped, junto al Kennel. Él deja las botellas sobre el suelo y se recuesta junto a mí.
No se mucho…bueno, no sé ni mierda de armas, pero me gusta micho el aspecto de la Kural. El mango es negro y el resto del arma plateado, con algunos detalles en amarillo en la parte del cargador.
—¿Ya te había dicho que me recuerdan a las armas de Star Wars?
—No y ya te habías tardado. No hay Condenado que no haya hecho esa referencia al ver una Kural por primera vez —me mira y sonríe—. Yo no alcancé a ver las películas, ¿A ti te gustan?
—Me encantan —respondo como si fuera un hecho, no una opinión—. Si mi celular funcionara, te invitaría a verlas, pero no tengo carga y tampoco internet obviamente.
—¿Es lo que tienes junto a Joaquín? Parece un pedazo de cristal —lo volteo a ver y veo que está jugando con mi peluche entre sus manos. ¿Ah?, pero si lo tenía en la bolsa.
—Heey, ¿Cómo me lo sacaste? —le digo sorprendida tocándome la bolsa, ni si quiera sentí cuando me lo quitó.
—Es obvio, te dije que estás ante el que era el mejor Ladrón, muñequita —él me guiña un ojo y sigue apretando a Joaquín—. ¿Qué tantas cosas guardas ahí?
Él aprieta su índice contra el bolsillo de mi vestido. Es increíble como los vestidos de Nadia tienen tanto espacio en los bolsillos.
—Solo a Joaquín, mi celular, que ni siquiera sé porque me lo sigo guardando si no sirve, es como un reflejo involuntario y mis lentes —le explico y saco el estuche de lentes.
Me le quedo viendo el estuche y me doy cuenta de algo. Los saco y me los pongo. Desde que escribí en la Enciclopedia me había dado cuenta de que veo mucho más borroso de lo que veía allá arriba sin lentes, pero me he estado negando a andarlos permanentemente. Pero no puedo ocultar el hecho que todo se ve mucho mejor con ellos, hasta más luminoso veo el lugar.
—Hey, te ves muy bien así, muñequita —me sonríe. No estoy acostumbrada a esto, pero creo que va siendo el momento de usarlos todo el día—. Tal vez por eso tenías una puntería tan mierda antes. Intenta otra vez.
Se burla de mí y se levanta para volver a poner las botellas sobre el césped. Mientras él ordena las botellas me quito los lentes y los limpio con la franelita del estuche. El aro es delgado y morado oscuro, y el lente angosto, ligeramente rectangular con los bordes redondos.
Me pongo de pie y no es que quiera justificar mi mala puntería, pero las botellas se ven mucho mejor con los lentes puestos. Cuando Joaquín se aleja de las botellas, me tomo mi tiempo para dar diez tiros, apuntando a las botellas. Tengo que admitir que verdaderamente soy una mierda en esto, me tiembla demasiado el pulso, pero al menos he aprendido a disparar casi en el blanco.
—Mmm…mejoraste…pero tienes mucho que aprender —cruza los brazos, viendo las únicas cuatro botellas a las que le di—. Definitivamente, los lentes no eran la causa de tu pésima puntería.
—Oye… —volteo a ver a mis alrededores. Verdaderamente se ve mejor todo—. ¿Crees que este es mi Castigo?, ¿Dificultad para ver?
No sé si quiero un sí como respuesta. Es lunes, ya pasó una semana desde que me desperté y sigo sin saber cuál es mi castigo. Marco y Nadia me dijeron que tal tez mi castigo vendría más tarde, así que prefiero que, de una vez por todas, mi castigo sea este. Digo, no está tan mal.
—No lo creo. Dijiste que desde el primer día te cuesta ver. El Castigo no viene tan rápido —él se acerca a mí con las botellas—. A lo mejor tu castigo ya vino y no te diste cuenta. Tal vez es algo tan pequeñito que jamás lo vas a notar.
Su tono me convence. Puede que tenga razón, pero sigo estando intranquila.
—¿Nos podemos ir ya?, ahora me toca cocinar —alzo mis brazos con emoción. Los tres estuvieron de acuerdo en dejarme ser parte del horario de cocina. Nadia me dijo que ahora toca comer sopa de maíz negro, así que no será tan difícil. Los únicos ingredientes disponibles son agua, maíz y sal.
—A sus órdenes, Princesa —él hace una pequeña reverencia y yo ruedo los ojos riéndome. Deja las botellas en la bodega y regresamos al Castillo.
Mis días aquí han sido más soportables de lo que pensaba. Desde niña había pensado que este lugar era un completo infierno.
Editado: 14.01.2021