Sebástian, escuchando de fondo la bulla de los que estaban en recreo, ingresó de nuevo al salón de clases donde su mochila, ocupando por última vez aquél asiento entre los otros, fue recogida por este y puesta sobre su espalda.
Al salir del sitio y sin dejar de voltear a ver la salida con el camino de regreso a su casa, se encaminó hasta el patio de recreo buscando con la mirada a cierta rubia casi que escuálida y de un pelinegro con un dibujo teñido, mismo a quienes pudo divisar próximos a un árbol en la esquina. Al aligerar su paso hacia estos, ellos también lo observaron y corrieron curiosos a su encuentro, mas no pudieron pronunciar una sola palabra al tener a Sebástian de frente cuando este comenzó con su diálogo.
—Wyatt, Luna, fue un gusto haberlos conocido.
—¿Qué? —le respondió Luna— ¿por qué dices eso?
—Sí, Sebástian, ¿por qué hablas como si no te fuéramos a volver a ver? ¿Te sentenciaron a muerte acaso por haber reprobado? Dime porque seguro yo soy el siguiente.
—Justo por eso, no me van a ver otra vez, me voy a mi casa, el director ya me dio por fin el permiso para irme.
A pesar de la bulla de alrededor, los tres se ensordecieron por un silencio que penetró el ambiente entre ellos.
-Pe-pe-pero... ¿Por qué te vas? —Inquirió Luna incrédula.
—Ya se los había mencionado, no soy un elemental, no poseo ninguna habilidad ni poder como los que tienen ustedes dos, así que pues no encajo aquí.
—¡¿Pero estás seguro de ello?! Tal vez simplemente no sabes cómo sacar ese poder —teorizó Luna intentando ahogar cierta desesperación—, sin tí ya no seríamos ese trío de oro que se forman en las series y películas.
—Ya el director me dejó caer en la cabeza una piedra creo que era y me sacó un grito fingiendo que me iba a golpear, no tengo ningún poder, de tenerlo ya hubiera aparecido, lo siento...
Wyatt y Luna quedaron cabizbajos, Sebástian pudo notar que sus ojos se humedecían y este no pudo evitar hacer lo mismo al recordar cosas como la actitud relajada de Wyatt cuando las cosas se dificultaban y la perseverancia e ingenio de Luna cuando se requería esforzarse, el pensar que no los iba a volver a ver ya nunca más le hizo sentir un vuelco en el estómago.
—Solo... —soltó Wyatt con lágrimas en sus ojos— cuídate, Sebástian, ¿Okey? Que sepas que fuiste un gran amigo y que no te vamos a olvidar.
—Enserio te echaré de menos en unos momentos cuando no estés aquí y vea tu asiento vacío...
—Bueno, al menos en el mundo normal no reprobarás cada clase que se te ponga enfrente —se rió Wyatt.
—En vez de elemental deberías ser comediante creo yo —le respondió Sebástian también soltando una risa.
—Sebástian, cuídate, y no te olvides de nosotros jamás.
—Nunca me olvidaré de ustedes dos, se los prometo, y no porque esto es un enorme descubrimiento para mí de todo lo de los elementales, sino porque incluso si fueron dos meses ustedes lograron marcarme, y se los agradezco mucho.
En silencio, los tres procedieron a darse un abrazo de despedida, el calor que Sebástian sintió en su cuerpo fue algo cómodo y algo en él no quiso separarse, pero no podía, debía irse ya. Echando una última mirada a las manchas borrosas que sabía eran sus amigos desde aquella distancia, estos parecían mantener su mirada fija en él hasta que finalmente los perdió de vista.
Con aquella puerta de vidrio negro a sus espaldas, Sebástian divisó el camino entre aquel bosque y donde lo interceptarían aquellas personas que Lenard había mandado para él, aunque además de las copas de los árboles teñidas de dorado por el sol y la penumbra que parecía bañar el sendero, hubo otra cosa que le llamó extrañamente la atención, misma que volaba cerca de sí: Una mariposa casi completamente negra sobre su hombro, cuyas alas tenían los bordes de un color violeta chillante que, podrían llamarlo loco, pero para Sebástian fue casi como hipnótico.
La mariposa voló de su hombro y aleteó por los alrededores de la Ee, y Sebástian, ingrido en sus colores, la siguió hasta que se detuvo en una rendija que dejaba ver el patio de la escuela. Mientras el bichito cerraba sus alas, Sebástian recobró su conciencia y pudo divisar con el bullicio cómo todos los que antes estaban jugando y divirtiéndose se encontraban reunidos formando un círculo alrededor de algo, y de no ser porque se escucharon gritos tétricamente familiares Sebástian jamás hubiera regresado dentro de la academia con la prisa con la que lo hizo mientras pronunciaba con preocupación el nombre de "Sun-Shin".
—¡¿Quién te crees tú para intentar hacerme daño?! —escuchó Sebástian a Ryan cuando este volvió a pisar el patio de recreo exhausto.
Entre las ranuras de los que estaban allí presentes pudo presenciar primero la imagen de Ryan y, tras un tiempo, la de Sun-Shin en el suelo.
—Perdóname... —Escuchó Sebástian que le suplicaba entre lágrimas aproximándose a toda prisa— no fué mi intención...
—¡¿No fue tu intención?!, ¡Intentaste atacarme de regreso! ¡Golpearme a mí! Sabes, tú deberías saber que solo eres un juguete con el que me divierto como con el imbécil de Sebástian, y los juguetes no se rebelan contra sus dueños, te haré aprenderlo a las malas —gritó este señalando su ojo enrojecido por el golpe que la chica le habría lanzado.
Mientras intentaba pasar entre la multitud sintió algo en su estómago, algo que no supo explicar, era como si este de ahí pasara a sus venas y se transmitiera al resto de su cuerpo con la sangre, ¿sería la rabia que lo carcomía de imaginarse aquella situación?
Entre las cabezas de las personas vió a Sun-shin lanzarle un chorro de su ácido a la pierna de Ryan con el fin de quitárselo de encima, molestando esto al castaño y a la vez desconcentrándolo para no ver a la chica darle un golpe en su ojo ya lastimado, dejando a Ryan un poco atontado pero no acabado ni de lejos, pues recuperó su postura al instante y se abalanzó sobre ella con fiereza.