Elementos: Niño rojo

Prólogo

Cuando el chico tenia tres años, incendio la casa de al lado.

Cuando tenia seis por poco mata a su hermana quemándole su brazo derecho accidentalmente.

Cuando tenia siete, se quemo jugando con fuego.

Cuando tenia siete, ese mismo año decía escuchar hablar al fuego.

Cuando desde los ocho años, su tía Lissa lo lleva al psicológico.

Hoy con catorce años de vida, no recuerda ninguno de esos tristes hechos.

Y eso es bueno.

El caminaba por las tristes calles de su pequeño pueblo,  el cielo ofrecía el mismo gris de sus grandes orbes, la brisa peinaba sus rizos rubios, y en su brazo derecho cargaba con su patineta pintada en llamas.

Caminaba por aquel barrio triste buscando a su gemela, Myriam, una chica de mismos ojos grises, las mismas pecas que para ambos rodean sus narices,  pero extrañamente con cabello rojizo, era sumamente extraño el que ella desapareciera por tanto tiempo al ir a comprar pan ¡solo a el le pasaba eso! Y ella no era el. Resignado se acercó a la plaza menor para detenerse a pensar, eran ya tres horas de búsqueda y estaba oscureciendo.

Se sentó y divisó a unos pequeños niños jugando con tierra, cuanta nostálgica.

Recordaba perfectamente cuando su hermana había leído su primer libro, "las crónicas de Narnia" ella quedo tan fascinada que lo termino contagiando a él también, Myriam lo leía en voz alta y el la escuchaba con la atención que debería dar en clases, esa es la razón que su animal favorito sea el león, todavía cada vez que van juntos al zoo va a paso rápido mirando a los leones y diciendo: "se que eres Aslan".

Pero nunca les respondían.

Y eso lo entristecía.

En medio de su dulce nostalgia sintió unos ojos posados en el, miro nada disimuladamente hacia sus lados, su vista gris se topo con una mirada fosforescente que provenía del bosque que estaba prácticamente frente suyo.

Casi como si aquellos ojos fueran un imán, el se adentro hacia la gran masa de árboles que rodeaban su pequeño pueblo en el que había crecido, no sabia porque se dirigía hacia el bosque, no era algo que estuviera prohibido pero a él no le agradaba ir de noche, menos si la razón por la que va es causa de unos ojos dorados de un desconocido.  

Cuando caminaba pudo sentir escalofríos sobre sus brazos. Obviamente, solo traía puesto unos pantalones cortos sobre la rodilla de color marrón, y una polera delgada color celeste. Solo a Aidan se le ocurría salir de esa forma al frío bosque.

Mientras se adentraba extrañamente comenzaba a sentir un alivio, no sabia donde se dirigia sus piernas se movían sin ninguna orden específica. Sus delgadas piernas lo dejaron en un punto desconocido para el, los arboles lo rodeaban y podía sentir sus inexistentes miradas puestas sobre el.

Una pequeña figura estaba de espaldas sobre el suelo a lo que el solo pudo definir como: Myriamella no se había percatado de la aparición de Aidan sobre su entorno.

Él se acerco sentándose de piernas cruzadas igual que ella, pudo sentir como se sobre saltaba y se relajaba al notar que era su hermano.

Su vista vio la quemadura que Mia traía en su brazo derecho, el no recordaba la causa de aquella fea cicatriz. Ni quería saberla del todo.

Fue un silencio incómodo hasta ella decidió hablar.

—¿Alguna vez te has preguntado el por que no encajamos? —comenzó diciendo ella. Aidan adoraba la voz de su hermana, era suave y tranquila...

—Creo que no —respondio el— ¿En que persona quieres convertirte? —dijo el, refiriéndose en las personas que complementaban a la sociedad. Lo dijo con la intención de cambiar de tema.

—Quizás en una abogada, ganan buen dinero y no les falta nada material —contesto ella.

—Pues yo quiero ser....¡un cantante! —Myriam no supo identificar si era una pregunta o una afirmación.
Pero sin duda lo dijo entre risas.
Ni siquiera sabia si debía reírse.

—No quiero romper tus sueños, pero te prohibieron entrar a la clase de musica por algo —le recordó.

—¡Ya te lo dije! Ese estúpido profesor me odia —se excusó.

—Según tú, todos los profesores te odian —replico la pelirroja.

—¡Él me odia mas! —se defendió.

—En eso no te voy a contradecir —concordó ella.

Recordó haber escuchado algo entre las delgadas murallas de su casa, estaba debatiéndose mentalmente si contarle o no lo que había oído, pero recordó que siempre le contaba todo a ella.

—Escuche a la tía Lyssa hablando de nuestros padres, hablaba de mamá como si fuese un monstruo —comento con tristeza.

—Quizás lo fuera, no nos quiso, se largo apenas nos tuvo y nos entrego a la maldita de su hermana —dijo ella con rabia— no es que me interese, pero ¿que es lo que decía de ella?

Aidan dudaba si debía contestar ante la curiosidad de su gemela.

—Dijo que mientras más creces más te pareces a ella, los mismos ojos, mismo cabello ¡e incluso dijo que tú carácter y personalidad eran idénticos a los de ella!

—Wow, eso no me lo esperaba —se comenzó a tocar su rizado cabello rojo, ella lo llevaba como de costumbre, tomado de la forma que le llegaba hasta los hombros.

—No dice nada de papá, pero según ella me parezco a el.

—¿No se te a ocurrido que quizás la tía Lissa estaba enamorada de nuestro padre, pero mamá lo conquisto primero y es por esa razón que ella me repudia y a ti casi te adora?  ¡A ti te comparte pizza y a mi siquiera un poco de las sobras!  —se quejo.

—¡No me culpes! Eso fue hace mucho tiempo.

—Fue ayer en la tarde.

—Exacto, además de lo que ella estaba enamorada de papa y que la rechazo creo que estas leyendo muchas telenovelas querida —termino la pequeña discusión Aidan— ¿algo que me quieras compartir?

—¿Estas dispuesto a leer conmigo "El héroe perdido"? —pregunto señalando la mochila naranja simple que contenía un libro grueso para el gusto de él chico, pero una portada muy llamativa.



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En el texto hay: mundos magicos, lgbt, fantasia magia

Editado: 07.05.2018

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