Lamentablemente, comenzó a llover sobre la cabeza de el rubio, como tan mala suerte podría tener ya el chico, le dolía su pierna y tenia que cargar con un bolso grande que fastidiaba todo, y encima no traía su confiable patineta. Al recordarla comenzó a tener recuerdos un tanto graciosos sobre como aprendió a usarla. Su hermana se la había regalado para su cumpleaños y apenas puso un pie encima de ella, se golpeo contra el suelo como nunca antes le pudo haber ocurrido, ya de desde ese momento se había acostumbrado a recibir golpes.
Decidió que no podía quedarse en la calle, los oficiales seguramente lo buscarían como testigo o culpable y seria enviado posiblemente a un reformatorio, y quizás con tratamiento psicológico si es que lo consideran necesario, pero siendo sinceros, Aidan nunca en su corta vida se había sentido tan perdido.
Había tenido la corvadia de huir, ahora necesitaba la valentía para pensar, recordó que ambos tenían algo de dinero almacenado y se dirigió corriendo al bosque, donde existía una casa en mantención para los nuevos dueños que se mudarían la próxima semana. Deseo con todas sus fuerzas tener su patineta, se culpo mentalmente por su estupidez de dejarla en casa.
Mientras pasaba por el bosque pudo visualizar carros de policía que lo preocuparon lo suficiente como para salir del lugar, pero se quedo, sintiendo curiosidad por observar el cuerpo sin vida de su gemela pero, ¿el tenia ese derecho siquiera? No, no lo tenía, se sentía tan culpable a pesar de no haberlo hecho, pero sus ojos no le hicieron caso, igualmente encontraron el cuerpo de su hermana, rodeado de vehículos y fotografiado por investigadores, pero algo lo sorprendió mucho, el brazo desprendido de ella, al cual era observado por ojos curiosos, no tenía aquella cicatriz que ella tenia, ni su cabello era igual, ese era más claro que el conocía, el de su hermana era rojizo intento y casi muerto hasta los hombros, aquel era anaranjado largo hasta su cintura, y rapado por el otro lado, ¿como podían pensar siquiera que aquella era su hermana? Si Myriam viera esto, seguramente se reiría y comenzaría a dictar sentencias por tal error, Aidan sonrió inconsciente de aquello.
Quería acercarse y gritarles que aquella pobre no era su hermana pero temía que le pudiera hacer algo antes de eso, resignado continuo su caminata hasta la casa en mantención.
—Por favor abre —dijo en un susurro para la puerta, que lamentablemente estaba cerrada, lo cual tenía sentido.
El rubio tuvo que subir sobre un árbol cerca de la ventana de la habitación matrimonial, la cual por milagro estaba abierta, por lo que solamente salto. Todas las luces apagadas. Dejo con brusquedad el bolso que traía y de saco rápidamente la carta que su hermana le había entregado, con temor y sus manos temblando abrió el sobre que, posiblemente seria lo único que tendría por un buen tiempo de ella.
Querido hermano:
No te asustes, ni te sientas culpable de lo que ocurre, no es tu culpa y lo sabes, (o eso espero) se que estas preocupado por mi, y que posiblemente aterrado, pero no lo hagas, estoy bien, pronto vendrán a buscarte, y él te lo explicara todo, le pedí a alguien en especial que fuera por ti, se que lo reconocerás y no intentaras nada encontrar de el.
Con todo el amor del mundo.
Te quiere.
Myriam.
—¿Qué? —pregunto mirando la carta— diablos, estoy peor que hace dos minutos —dijo con cierto enfado confundible.