Los sollozos de la chica inundaban la oscura habitación desde que recibió aquella llamada y su padre tuvo que salir a toda prisa para atender el llamado del deber. Nia recordaba la primera vez que escuchó sonar las sirenas de emergencia en la ciudad: fue cuando ella apenas una niña. Sin embargo, a pesar de su corta edad puso comprender y grabar en su memoria la desesperación y el miedo en los rostros de la gente que corría en todas direcciones.
- Hija, estás bien? –la señora Minor llamó en la puerta, trayéndola de nuevo al presente.
- Si, mamá. Estoy bien –intentó ocultar las horas que llevaba llorando pero fue inútil.
- No hay de qué preocuparse, es un Dard de categoría menor –la mujer, al igual que su hija falló en ocultar la preocupación entre sus palabras.
- Papá aun sigue peleando?
- si
En ese momento un par de ojos grises observaban detenidamente la batalla que se desarrollaba en la bahía a unos kilómetros de distancia de la carretera donde Lena caminaba entre las filas de autos abandonados. Una explosión hizo que la pálida muchacha frunciera el seño ante la impotencia de no poder actuar con la libertad que ella deseaba.
- Los Dards no han dejado de atacar en los últimos diez años.
Los aviones militares maniobraban con dificultad alrededor de la enorme criatura que se abría paso en el mar lentamente hacia la costa a pesar de los misiles inútilmente golpeando contra su casi transparente piel.
- Nova 2, apunta al centro de la cabeza –la voz de un hombre se escuchó en los transmisores de dichas naves.
-entendido –uno de los pilotos responde. Pero antes de que pudiera acatar la orden, el Dard comenzó a abrir un tercer ojo en lo que podría considerarse su frente - ¿qué diablo es eso?
- ¿qué pasa, Minor?
- torre de control, tenemos problemas. Torre de control, responda. – otro de los pilotos trató de hacer contacto pero había demasiada interferencia en la transmisión.
Un brusco golpe sacude toda la nave y las alarmas indicaban varios sectores dañados.
- Minor tienes que expulsarte ya!
- No puedo, señor… no quiero – el pánico que inundaba su voz hacia unos segundos atrás había sido remplazado por calma – siento un gran alivio.
Después de eso, el avión desapareció sin dejar rastro junto con el Dard.
- ¡Minor!
- Señor, lo perdimos.
Ambos pilotos no tuvieron tiempo de reaccionar ante el Dard que sorpresivamente apareció tras ellos y con un tajante movimiento de una de sus extremidades lanzó las naves contra el océano antes de desaparecer por segunda vez.
El teléfono sonó por segunda vez ese día en casa de los Minor; Nia no tuvo que adivinar que su madre estaría llorando al terminar la llamada ya que anteriormente su padre siempre regresaba después de la primera llamada.
Minutos después alguien golpeo la puerta varias veces, al cabo de un momento Nia salió de su cuarto tallando sus ojos para disminuir el rastro de lagrimas en ellos. La luz proveniente de la entrada la forzó a entrecerrar los parpados.
Unos sujetos en atuendo militar entraron apenas la mamá abrió la puerta, por la cara que ella puso se podía entender que los conocía. Eran dos hombres, uno de mediana edad y otro cuyo cabello ya pintaba algunas canas; a su lado había una mujer esbelta de cabello corto, sus ojos calculadores intimidaron un poco a Nia.
- Disculpa que te molestemos en este momento – el hombre más viejo, aparentemente también el de mayor rango puesto que de su traje colgaban más medallas, colocó su mano en el hombro de la ahora viuda de Minor. No le tomo mucho notar la presencia de la menuda joven parada a unos metros de ellos.
- Nia, ve a tu cuarto – la mujer ordenó.
Nia sabia de lo que iban a hablar, pero aun así obedeció ya que su madre solo quería retrasar más el golpe.