Elena, letras con tripas y sangre
Nos detuvimos en una colina, en las afueras de la ciudad, donde podía contemplar su impresionante naturaleza. La brisa rozaba con suavidad su rostro, de momento me recordó a mi pueblo.
Julio se colocó a mi lado y miró la hora, iban a ser las once de la mañana. Se colocó de nuevo sus anteojos de sol finos.
––¿Y qué hacemos aquí? ––Pregunté tras acomodar unos mechones de mi cabello––Digo si puedo saber ya que hablamos hace rato donde me pides que me vaya de la banda y que te desagrado––
Julio no decía nada ni me miraba siquiera, empezaba a exasperarme aquella actitud indiferente y grosera. No entendía que pasaba por su mente, a diferencia de Leslie que con ella si era otra persona diferente…
No pude evitar sentirme celosa al imaginarlos juntos en el día del ensayo.
~Julio~
Era muy necia.
Preguntaba demasiado, era muy quisquillosa que me volvería loco. Su voz chillona me irritaba, aunque era dulce…Hacía mi mejor esfuerzo para no decirle algo ya que por lo visto es muy sensible, cualquier cosa, aun siendo broma, le podría afectar. Era difícil ser amable, se me hacía más sencillo callarme.
––¿Y qué hacemos aquí? ––Preguntó tras acomodarse unos mechones de su cabello negro y largo––Digo si puedo saber ya que hablamos hace rato donde me pides que me vaya de la banda y que te desagrado––resoplo.
Cierto, no me agradaba, sin embargo, no hizo nada malo realmente para eso...
<<Rosa>>
Su parecido era demasiado, de no ser por los anteojos y la notable estatura, podrían ser gemelas, hasta la personalidad. Y aquel dolor que me dejó, nunca podría olvidarlo, un corazón herido es difícil de volver a hacerlo latir, un sufrimiento que me atormentaba...
Tomé aire profundamente.
––Perdón––dije con todas mis fuerzas.
––¿Ah? ––me miró con una expresión fea, me sacaba de quicio.
––Que lo siento. Quédate en la banda y ya, olvida la apuesta––dije con dificultad, esas palabras fueron unas de las más difíciles de decir en toda mi vida.
No respondió y ladeé la mirada para ver que ocurría, me miraba boquiabierta, con los ojos como plato, totalmente atónita, dramatizando de más.
––¿Qué mosco te picó? ––fue lo primero que dijo y suspiró––¿Alec te dijo que me dijeras eso? ––preguntó con mirada inquisidora.
––Solo que si debía disculparme––aclaré de una vez.
––¿Entonces lo de quedarme en la banda…?
––Me da igual, haz lo que quieras––solo deseé que ya no hablará más del asunto, porque las mujeres eran así.
––Oww que dulce––dijo con sarcasmo, y el tic en mi ojo regresó.
––¿Tienes que burlarte de todo? ––pregunté, sin poder evitarlo. Me pasé una mano por el cabello, intentando mantener la compostura.
Ella se cruzó de brazos, lo cual solo enfatizaba su actitud de “diva del drama escolar”. La brisa jugaba con su cabello, que parecía tener vida propia y estaba empeñado en azotarme la cara. Tragué saliva. Me estaba exasperando... o quizá era otra cosa.
––No me burlo ––dijo finalmente––, solo que no esperaba que el señor "anti emociones" me pidiera perdón sin que le pusieran una pistola en la cabeza.
––¿Quieres una? ––bromeé. O al menos eso intenté. El problema es que sonó como una amenaza pasivo-agresiva y no como un chiste casual.
Ella alzó una ceja.
––¿Siempre coqueteas así o es que de verdad te entrenaron para caerle mal a la gente?
Me atraganté con mi propia saliva.
––¿Coquetear? ¿Contigo?
––Sí, conmigo. No hay nadie más aquí a quien le estés lanzando miraditas de villano redimido.
Me eché a reír, no pude evitarlo. Su forma de ver las cosas era… refrescante. Como si viviera en una telenovela y yo acabara de romperle el corazón y el contrato discográfico.
––No estoy coqueteando ––dije al fin––, solo… trato de ser menos idiota. Que ya es bastante difícil contigo al lado. Sé que me pasé hace rato y no estuvo bien…
––Oh, qué romántico ––dijo con una sonrisa burlona––. ¿Esa es tu estrategia para enamorar chicas? ¿Destruir su autoestima y luego darles migajas de amabilidad?
Me giré hacia ella y por un momento se hizo el silencio. No el incómodo, sino uno raro… como cuando vas a decir algo importante pero no sabes si va a sonar estúpido.
––No eres Rosa ––solté de pronto.
––¿Perdón? ––frunció el ceño, confundida.
––Nada, olvídalo ––me apresuré a decir––. Solo… no eres como ella.
Ella me miró con la cabeza ladeada, como un cachorro intentando entender qué era un espejo.
––¿Rosa? ¿Una ex?
Asentí con lentitud.
––Lo sabía. Siempre hay una Rosa en cada historia.
––¿Y tú qué sabes de historias? ––me burlé.
––Lo suficiente. He leído suficientes fanfics como para saber que después de una disculpa mal hecha viene la declaración incómoda y luego el beso accidental.
Me atraganté de nuevo.
––¿Qué?
––Tranquilo, no voy a besarte. Ni loca.
––Tampoco quiero que lo hagas ––respondí demasiado rápido, demasiado defensivo. Y por cómo me miró, supe que la había regado.
––Ah, ¿así que ahora soy repulsiva?
––No, solo digo que-
––¿Entonces sí quieres que te bese?
––¡NO! Digo… sí… O sea… no sé. ¡No hagas esto más difícil!
Ella se echó a reír. No una risita educada, no. Una carcajada abierta, genuina, de esas que te hacen pensar que todo el drama de antes valió la pena con tal de escucharla.
––Eres imposible ––murmuré, pero no sonó tan molesto como esperaba.
––Y tú eres un caos emocional con piernas ––dijo, limpiándose una lágrima de risa––. Pero gracias… por disculparte.
Me quedé en silencio. Había algo en su forma de mirar, una sinceridad que dolía y curaba al mismo tiempo. Rosa me había dejado cicatrices, pero esta chica… esta chica no intentaba sanarlas. Solo estaba ahí. Y eso era suficiente.
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Editado: 16.06.2025