Elena: De amigos a rivales

Capitulo 7

Sentimientos confundidos y un fantasma del pasado

Estaba con Alec en el carro, acababa de empezar a llover. Él conducía en silencio, ninguno decía nada.

¿Cómo podía cantar yo con ellos? Mi voz era simple, podía entonar, pero no como Alec.

––No deben hacerlo––dije de repente, con las manos temblando, siento que arruiné todo al aparecer en su vida… estaban mejor sin mí, nunca debí buscarlo. Una lagrima caía por mi mejilla al solo pensar en que la banda empezaba a quebrarse. ––Lo siento…

––¿Por qué lo sientes? ––preguntó el rubio con un tono frío sin apartar la mirada del frente.

––Nunca debí buscarte, ¿verdad? ––hasta sonaba estúpida.

Él negó con la cabeza.

––Al contrario, al verte me di cuenta de algo––hubo una pausa hasta que aclaró la garganta––Elena, antes en la secundaria te molestaba hasta el cansancio, eras una nerd sin estilo, fea, y te jodia. Fui un imbécil hasta el día en que me salvaste en el río, casi muero, pero tú apareciste y ahí lo vi, cuando empezamos a ser amigos después––entonces sus ojos azules se encontraron con los míos.

––¿Qué cosa?

––Que te amo––su tono fue tan serio.

––Pero jamás regresaste al pueblo, me habías dejado de hablar en cuanto te mudaste––reclamé molesta y recordé el beso que nos dimos hace unos días cuando estábamos en gira. Me toqué ligeramente el labio.

––Lo sé, y perdona, creía que era mejor alejarme…mis padres, la universidad y la banda ya era demasiado y no quería lastimarte más––dijo afligido––Y pese a las mujeres que eh conocido, ninguna me hacía feliz realmente.

––¿Y porque no? Eran hermosas, algunas eran modelos, ¿no? ––resople arqueando una ceja.

––Si…pero todas eran vacías como el cascaron de un huevo, ninguna me hacia vibrar como tus peleas, tu sarcasmo, y que nunca te interese por mi dinero o fama, como algunas––lo último lo dijo con asco.

––Alec, estoy confundida––admití mientras pensé en Julio también, y su otro beso, y el día de picnic cuando lo besé…

––Lo sé, Julio––atinó sin miramientos. ––No te estreses, linda. Solo Piénsalo––me animó con una tierna sonrisa.

Las luces de los faros se reflejaban en los cristales mojados del parabrisas. La lluvia golpeaba con suavidad el techo del auto, como si quisiera calmar el caos dentro de mi pecho. Alec seguía conduciendo sin prisa, como si esperara que el silencio me diera respuestas.

Yo no sabía qué decir.

Mi mente era un desastre: Julio, Alec, la banda, mi lugar entre ellos… ¿Era yo el problema? ¿O era simplemente que nunca había encajado del todo, ni siquiera en mi propia piel?

Él me había dicho que me amaba. Me amaba.

Y no pude evitar recordar su rostro cuando me sacó a bailar en medio del estacionamiento vacío del hotel durante la gira. Había sido espontáneo, torpe, mágico. Como si por unos segundos no existiera el mundo ni sus complicaciones.

—No quiero lastimar a nadie —susurré. Sentía la voz quebrarse como un cristal delgado. Me giré hacia él—. Ni a ti, ni a Julio, ni a mí misma.

Alec estacionó el auto en una calle tranquila, bajo un árbol que apenas resistía el viento. Apagó el motor y entonces todo quedó en silencio, solo la lluvia cayendo sobre el metal.

Se giró lentamente hacia mí, con ese gesto suyo que siempre escondía más de lo que decía.

—¿Crees que no tengo miedo? —dijo—. ¿Crees que no me siento un imbécil por haberme alejado? Pero lo hice pensando que era lo correcto. Solo que ahora te miro y me doy cuenta de que eso fue cobardía, no protección.

No supe qué contestar. Lo miré. Y él me miró.

Nuestros ojos se sostuvieron como dos barcos chocando en mitad de la tormenta. Entonces sentí cómo su mano buscaba la mía, y entrelazó sus dedos con los míos, con suavidad, con respeto, como si me pidiera permiso para acercarse.

—Te amo —repitió, más bajo esta vez, como si fuera un secreto solo para mí.

Yo ya no pensaba en Julio. Ni en la gira. Ni siquiera en lo que pasaría después. Sentía mi corazón golpearme el pecho con fuerza, y mis labios temblaban, pero no de frío.

Me acerqué despacio, como si cualquier movimiento brusco fuera a romper ese instante, y él me recibió en el medio. Nuestros labios se encontraron. Fue un beso cálido, sincero, lleno de todo lo que no habíamos dicho en años.

No fue apasionado como una película, fue mejor: fue real. Fue el beso de dos personas que se habían roto y vuelto a encontrar.

Y por primera vez en mucho tiempo, no quise correr ni escapar.

Solo quería quedarme ahí, con él, escuchando la lluvia.

La lluvia no cesaba. Llegamos al apartamento.

El silencio entre nosotros era denso, casi cómodo, hasta que él lo rompió con esa declaración que aún retumbaba en mi mente:

"Te amo."

Mis dedos temblaban sobre mi regazo, húmedos por las lágrimas que ya no trataba de ocultar. Él me conocía demasiado bien… y aun así me amaba. O quizás precisamente por eso.

Mis pensamientos volaban entre el pasado y el presente: el río, la secundaria, la gira, el beso con Alec… y luego Julio, con su forma de mirarme como si pudiera leer mi alma, como si supiera antes que yo lo que sentía.

Estábamos acostados en la cama, uno en frente del otro.

Alec me sostuvo la mano con ternura, como si supiera que estaba por desmoronarme otra vez. Me miró, y sin decir una palabra, nuestras bocas se encontraron. Fue un beso lento, profundo, sin prisa. Había verdad en él. Había años de silencio, de palabras no dichas, de emociones contenidas.

Y por un momento, el mundo dejó de girar.

Cuando nos separamos, sentí algo parecido a la calma. No esa que llega con la certeza, sino la que aparece justo antes del caos.

Porque mi corazón se dividía en 2.

Al día siguiente, el ambiente en el estudio era diferente. Más tenso. Más… cargado.

Julio me evitaba. Lo notaba en cómo desviaba la mirada, cómo fingía revisar su guitarra cuando pasaba a su lado. Lo conocía. Estaba dolido.




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