Elena: De amigos a rivales

Capítulo 13

~Elena~

Mi moto rugía bajo la noche espesa, pero mi mente seguía girando como si aún estuviera frente a Julio, con sus labios todavía frescos en los míos y la culpa lacerándome desde dentro. Apreté más el acelerador. No quería pensar. No quería recordar la mirada de Iván, la bofetada, ni el sabor de una historia que siempre terminaba mal.

Me detuve en el edificio donde vivia Alec, le había avisado que iría a recoger unas cuerdas, y con las manos temblando me quité el casco e iba a entrar cuando lo vi.

––¿Alec? ––fruncí el ceño. Estaba recostado en la baranda del porche, con una flor marchita en la mano, literalmente.

––No sabía si darte esto o prenderle fuego ––dijo, alzándola. ––Antes, ¿podemos hablar?

Yo suspiré, no tenía energías, pero lo merecía.

Entramos y me ofreció café, irónico viniendo del tipo que vivía a base de agua con gas y fama. Se sentó en el sofá con postura recta, más serio de lo normal.

––Van a firmar a la banda ––soltó sin rodeos.

––¿Qué? ¿Quién?

––Una disquera grande. Universal latinoamérica. Estaban en el último show... Quieren algo más indie, auténtico. Les gustamos. Te escucharon cantar.

Se me heló la espalda.

––¿Y entonces por qué no lo celebras?

Él me miró con una mezcla rara de tristeza y resignación.

––Porque quieren un gancho mediático. Y el nuestro, aparentemente, es la historia de amor entre tú y yo.

Mi boca se secó.

––¿Quieres que mienta?

––Quiero que tengas la oportunidad de llegar lejos. Lo haría si fuera tú. Tú no sabes lo que provocas allá afuera. Solo falta una chispa… y podemos explotar.

––¿Y tú? ¿Qué harás tú?

––Voy a decir que estamos comprometidos. Aunque me duela saber que no lo estamos.

Mi garganta ardió y me levanté.

––Mejor me iré...Alec.

Él asintió sin quejarse, pero cuando estaba en la puerta, se giró.

––Julio no lo va a hacer por ti, Elena. Siempre llega tarde y siempre lo hará.

No respondí en ese momento, no podía.

Salí en la moto, sin rumbo, con el pecho cargado de fuego. La lluvia comenzó de golpe, como si el cielo decidiera llorar por mí. El asfalto estaba mojado y las luces me cegaban.

Entonces, sucedió.

Un auto frenó mal en una esquina y no lo vi. ni me vio. El sonido del impacto fue seco, cortante, como si el mundo se rompiera en dos.

~Julio~

Tocaron la puerta. Pensé que era Rosa, otra vez. Abrí sin ganas. Pero era él, mi padre.

––Hola, hijo ––dijo con esa voz que solo recordaba de peleas, humo y promesas rotas.

––¿Qué estás haciendo aquí?

––Me enteré de tu banda...

Lo miré con rabia.

––¿Y qué…? —pregunté indiferente, siempre se trataba de dinero.

––Es hora de hablar de algo importante…yo-

Lo detuve.

––¿Viniste a darme una charla motivacional veinte años tarde o pedir dinero?

––Solo escucha, sobre tu madre y yo…

Y entonces sonó mi celular, interrumpiéndolo y era Iván.

Contesté de inmediato.

––¿Qué pasa?

––Elena tuvo un accidente.

No dudé en tomar mi chaqueta e irme.

La sala de urgencias olía a alcohol y a desesperación. Iván estaba allí, con el rostro lleno de gotas que ya no se sabía si eran lluvia o lágrimas. Y yo entré de golpe, con el pecho reventando en miedo.

––¿Dónde está?

––Adentro, está estable. Golpes leves, nada grave… pero no se ha despertado aún.

Yo lo miré, quise decir algo, pero no podía, las palabras estaban atascadas tras la garganta llena de culpa.

––Yo la cuidé cuando tú la rompiste ––susurró Iván, sin rencor. Solo con la verdad entre los dientes.

––Lo sé.

Una enfermera los interrumpió.

––¿Familia de Elena Vargas?

Ambos nos giramos al mismo tiempo diciendo:

––Yo.

La enfermera titubeó.

––Solo uno puede pasar, por ahora.

El silencio fue un cuchillo.

––Pasa tú ––dijo Iván al final. ––Pero haz que valga la pena.

Tras asentir, seguí a la enfermera y allí estaba ella, con una venda en la frente, dormida, vulnerable y perfecta.

Me senté junto a la camilla, tomé su mano con suavidad, y por primera vez, lloré sin miedo.

––Perdón, Elena ––susurró––. Perdón por llegar tarde, por no decirte que te amo cuando aún tenías espacio para oírlo.

Ella no respondió, solo su respiración tranquila, apenas agitada.

Apoyé la frente en sus dedos, no sabía si me escuchaba, pero necesitaba decirlo todo.

––Voy a arreglar esto. Voy a recuperar la banda, el respeto, tu confianza. Aunque no me ames más, aunque ya no haya lugar para mí. Voy a hacer lo correcto… por ti.

~Elena~

Desperté con un zumbido agudo en los oídos, como si el mundo todavía estuviera vibrando tras una explosión. La luz blanca del techo me lastimaba los ojos. El aire olía a hospital y entonces lo vi…Julio.

Dormido sobre mi mano, sus dedos aún entrelazados con los míos, como si temiera que desapareciera. Su cabello caía desordenado sobre la frente y sus párpados temblaban apenas, como si estuviera soñando… o sufriendo.

Mi garganta estaba seca, pero aun así logré murmurar:

––¿Julio?

Se despertó sobresaltado, como si mi voz fuera un disparo. Me miró y esa expresión… esa mezcla de alivio, culpa, amor y miedo… me rompió.

––Estás bien ––susurró, con lágrimas que no se molestó en ocultar.

––Estoy viva… creo ––bromeé, pero él no rio.

––Elena, lo siento, por todo. Por no haberte defendido, por no haberte escuchado, por Rosa, por cada maldito silencio que tuve contigo.

Sus palabras caían como piedras.

––No quiero que te sientas culpable.

––Pero lo estoy y lo estaré hasta que me perdones. Hasta que vuelva a verte sonreír sin dolor.

Me mordí el labio. No sabía qué decirle, solo lo miré tan arrepentido.




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