Me miraba en el espejo y detestaba ver mi cara con acné, en mi mente solo recordaba las burlas por mi aspecto y quebré el espejo entre lágrimas.
Casi salíamos a las vacaciones de verano y no tendría que lidiar con ellos de nuevo, porque no pensaba salir de la granja.
En un pueblo pequeño, las probabilidades de toparte con bravucones eran altas: nadar en el río, el cine, en las tiendas, en el parque…y los paseos en el bosque no era buena opción.
La única ventaja era que Alec se iría a Europa con su familia rica; nunca entendía porque su familia adinerada vivía en un pueblo pequeño y aburrido como ese, teniendo mejores opciones…a menos que lo vieran como yo: el aire puro, la tranquilidad sin ruido, la paz natural.
Los demás se quedarían, pero rezaba con que Olivia y los demás también se fueran lejos.
Ultimo día de clases, inicio del verano.
Una vez más llegué a la secundaria con mi bicicleta a la que ya le había cambiado las llantas seis veces gracias a Alec, a su novia Olivia y su pandilla.
––Que hoy no me molesten––recé para mis adentros y estacioné la bicicleta, cargué mi mochila y crucé la entrada principal.
Los estudiantes estaban reunidos, planeando viajes, salidas, pijamadas incluso, y por la emoción me ignoraban.
«Gracias Dios»
Pero la paz me duró poco cuando Alec apareció detrás de mí sin ningún aviso y me tomó de mi trenza.
––Hola, Ele-na––su tono me puso los pelos de punta, pero no respondí. ––¿No me vas a extrañar? ––preguntó con sarcasmo, pasando su brazo por mi cuello haciendo fuerza. No evité sonrojarme levemente y me sacudí, quitándomelo de encima ––¡Oye fea, espera! ––escuché su voz detrás de mí. Sentí un nudo en el estómago.
No volteé, aceleré el paso entre los pasillos abarrotados de estudiantes, pero Alec me alcanzó con dos zancadas largas y se puso frente a mí, bloqueándome el paso con esa sonrisa burlona que siempre llevaba grabada en su cara.
––¿A dónde tan rápido? ––alzó una ceja––. ¿No ibas a despedirte de tu querido Alec?
––Déjame en paz ––susurré, intentando esquivarlo.
Él no me lo permitió. Me jaló de la mochila y la abrió de golpe, tirando mis cuadernos al suelo. El sonido de las hojas cayendo hizo que varias cabezas voltearan y, como siempre, nadie se metió. Nadie quería ser la siguiente víctima de Alec.
––Uy, ¿qué es esto? ––levantó mi libreta de dibujo, la que nunca dejaba que nadie viera. La hojeó con rapidez y se burló en voz alta––. ¡Miren! La fea también cree que sabe dibujar. ¡Oh, wow, qué talento!
Algunos chicos rieron, otros bajaron la vista, incómodos. Sentí que mi cara ardía. Corrí a quitarle la libreta, pero Alec la sostuvo en alto, lejos de mi alcance.
––¿Quieres que lo firme? Tal vez con mi firma se vea mejor.
––¡Devuélvemela! ––grité, al borde del llanto.
––Mira cómo se enoja… ––rio con malicia––. ¿De verdad crees que alguien va a tomar en serio a una chica sucia que se esconde en la granja? ¡Ni tu reflejo te quiere!
Sus palabras fueron como un cuchillo. Tragué saliva, intentando mantener la compostura, pero mis ojos ya estaban húmedos. Cuando por fin me devolvió la libreta, la lanzó al suelo a mis pies con un gesto de desprecio.
––Ahí tienes, fea. No llores mucho, que luego inundan el pasillo.
Y lo hizo: soltó una carcajada fuerte, cruel, tan sonora que rebotaba en las paredes y se clavaba en mi pecho. Sentí que todos la escuchaban, aunque quizá solo fuera mi mente amplificándola.
Me agaché para recoger mis cosas con las lágrimas corriendo por mis mejillas. Alec pasó a mi lado, dándome un empujón con el hombro, todavía riéndose como si hubiera contado el mejor chiste del mundo.
Me quedé de rodillas recogiendo mis cuadernos, con la garganta apretada y las lágrimas resbalando por mi cara. Trataba de hacerlo rápido para que nadie me mirara, pero sabía que todos lo habían visto. Nadie dijo nada, nadie me ayudó. Solo escuchaba murmullos, pasos apresurados que me rodeaban como si yo fuera un estorbo en el suelo.
Cuando intenté levantarme, uno de mis lápices rodó hasta los zapatos de Olivia. Ella lo tomó con delicadeza fingida y me lo devolvió con una sonrisa torcida.
––Ups… se te cayó, Elena ––dijo, y todos rieron a coro con Alec.
Yo solo asentí, sin mirarla, sin decir nada. Tenía miedo de que si abría la boca mi voz saliera quebrada y eso los hiciera reír más fuerte.
Alec me observaba con los brazos cruzados, victorioso. Yo evitaba levantar la vista, pero sentía cómo su presencia me aplastaba. Mi respiración era rápida, como si hubiera corrido una maratón.
––Ay, vamos, no te lo tomes tan en serio ––se burló otra vez––. Es broma, ¿no ves? Solo broma.
Pero su risa volvió a estallar, esa carcajada que me taladraba los oídos, y yo sentí que el piso se abría debajo de mí. No quise quedarme ni un segundo más. Apreté mis cosas contra el pecho y corrí hacia el baño más cercano, ignorando las voces, ignorando las miradas.
Entré, cerré la puerta de un cubículo y me dejé caer en el asiento frío. El aire olía a desinfectante barato, pero yo no podía respirar bien. Me miré en el espejo roto frente a mí: los ojos hinchados, las mejillas rojas, la piel marcada por el acné. Lo odiaba. Odiaba verme.
Tapé mi cara con las manos y dejé salir el llanto que tanto había tratado de contener. El último día de clases… y aun así, Alec había conseguido arruinarlo.
En ese momento, mientras sollozaba en silencio, lo único que deseaba era desaparecer.
El resto de los estudiantes seguían con sus risas, sus planes para el verano, hablando de fiestas en la piscina, viajes familiares, pijamadas. Yo sentía que estaba en otro mundo, como si me hubieran puesto detrás de un vidrio: los veía moverse, reír, abrazarse… pero yo no formaba parte de nada.
En las clases apenas escuchaba. La profesora hablaba, pero su voz me llegaba lejana, como un murmullo sin sentido. Me limité a quedarme en mi asiento, sin levantar la vista, sin participar, solo esperando que los minutos pasaran. El reloj parecía detenido.
#8146 en Novela romántica
#1330 en Joven Adulto
musica drama bandas musicales, comedia romántica triángulo amoroso fea, romanc problemas friends to lovers
Editado: 15.09.2025