Había aceptado el ofrecimiento de Salvador para cenar, pero desconocía el concepto de esta. ¿Era meramente una cena con un compañero de trabajo?, o ¿una cita, quizás?. Sea como fuese me llevó toda la tarde elegir que ponerme, no quería ir demasiado arreglada, pero tampoco aparecer con lo primero que pillara.
Suspiré al detener el coche frente al restaurante en el que Salvador había reservado mesa y me quité el cinturón de seguridad. Finalmente había optado por ponerme un vestido ajustado, negro con el cuello de pico y con el corto de la falda por sobre las rodillas. Revisé mi maquillaje en el espejo retrovisor.
- Una copa, un buen pescado al vapor y habrás superado la noche. - Me di ánimos y me sonreí. Luego negué y recogí del asiento de copiloto una gabardina marrón, oyendo caer algo al suelo del coche cuando la arrastré hasta mi. Metí la mano bajo el asiento y palpé a ciegas hasta dar con algo, viendo al sacarlo que era la cartera que recogí por la mañana. La había olvidado por completo y le di la vuelta, se trataba de una cartera de cuero negro, hecha a mano y con las iniciales K, L. La abrí buscando algún documento de identidad, cuando dos golpes en el cristal del coche me hicieron mirar. Salvador sonrió al otro lado de la puerta y la abrí saliendo del vehículo. - Lo siento, ¿llevas mucho esperando?. - Le pregunté poniéndome la gabardina y cerrando a continuación la puerta del coche.
- No se preocupe. - Me respondió y me aseguré de que la puerta estaba bien cerrada, antes de seguirlo al restaurante. - ¿Y esa cartera?. - Se interesó después, al tiempo que el dedo índice de su mano derecha la señaló.
- ¿Esta?. - Pregunté viendo que aún la llevaba en la mano. - La encontré esta mañana, creo que debe de habérsele caído al chico que casi atropellé. - Le conté y lo miré. - Estaba por ver si tenía un número o una dirección a la que mandarla.
- Normalmente puede dejarla en la estación de policía. - Contestó Salvador que alargó la mano y me pidió permiso. - ¿Me permite?.
- Lo sé. Solo que me siento mal por casi matar a un estudiante y me parece más apropiado entregársela personalmente para poder disculparme. - Le dejé cogerla y Salvador se detuvo abriéndola. Lo miré curiosa y sacó un carnet.
- Kevin Lans. - Leyó e incliné la cabeza mostrando asombro.
- ¿Lans?. - Repetí esperando quizás haber oído mal y Salvador me mostró el nombre escrito junto a la fotografía del chico de la bicicleta. - ¿Casi atropello al hijo de nuestra jefa?. - Cogí la identificación y observé más de cerca la foto y el nombre.
- Ahí tiene su dirección. - Me señaló esta misma Salvador que creyó oportuno. - Tratándose del hijo de la presidenta consideró conveniente tu intención de disculparte. - Sonreí por su cambio de creencia en aquel asunto y Salvador me quitó el carnet para dejarlo donde estaba y cerrar la cartera, antes de devolvérmela.
Un camarero llenó mi copa de vino tras haberlo hecho con la de mi acompañante, y dejando la botella nos ofreció una reverencia antes de dejarnos solos.
- Felíz cumpleaños. - Me deseó Salvador que tendió su copa hasta mi.
- Gracias, Salvador. - Agradecí e hice sonar las copas al brindar con él. Luego probé el vino y sonreí saboreándolo. - Está muy bueno. - Me atreví a decir dejando la copa. Salvador sonrió. - Gracias también por la invitación.
- No hay de que. - Una sonrisa volvió a surcar su cara en lo que dejó la copa. - La presidenta me dijo que no tenías planes y se ofreció después a pagar esta cena para nosotros. Creí que era un atrevimiento por mi parte aceptar, pero me alegra haberlo hecho.
- ¿Que?.
- Había olvidado que me pidió que no se lo dijera. - Inspiró y expiró sabido de su metedura de pata. - Lo siento. Espero no haberla ofendido. - Sonreí de pronto y contuve una risa de alivio.
- En absoluto. - Le dije. - No tenía planes así que disfrutaré de la cena que la presidenta nos a preparado.
- Si es así, creo que también lo disfrutaré. - Salvador levantó una mano para llamar al camarero y pedir la carta. - Le recomiendo la carne rellena que preparan aquí, es exquisita.
- Estaba pensando en algo de pescado. - Preferí y el camarero se nos acercó dándole la carta a Salvador. - ¿Cual es el plato de pescado mas caro?. - Pregunté entonces y Salvador olvidó mirar la carta para mirarme sorprendido. - Sabe que, no importa. Solo tráigalo. - Le pedí y miré a Salvador mientras el camarero tomó nota. - Angela estará encantada de abonar la factura, no escatime en pedir.
- No me atrevería a tirar la casa por la ventana. - Negó Salvador que le entregó la carta al camarero. - Uno de carne rellena.
- Enseguida. - Habló el camarero que regresó por donde vino y le sonreí a Salvador.
- ¿Hace mucho que es amiga de la presidenta?. - Me preguntó.
- Estuvimos en el mismo Instituto y fuimos casi inseparables por aquellos años. Luego perdimos el contacto y no fue hasta hace dos años que nos volvimos a ver. - Conté despreocupada y Salvador asintió interesado.
- Es cierto, oí en la empresa que el marido de ella fue su abogado durante tu divorcio. - Comentó bebiendo a continuación de su copa de vino.
- Lo fue. - Busqué en la gabardina colgada en el espaldar de la silla mi teléfono móvil y lo encendí. Las nueve de la noche y Abril había decidido dejarme sin una felicitación. Dejé el teléfono en la mesa y cogí mi copa, bebiéndome de un largo y ahogante trago todo el vino.
- ¿Se encuentra bien?. - Me preguntó Salvador y asentí mirando la copa vacía.
- Solo que esperaba una felicitación de cumpleaños que no voy a tener. - Un nudo se formó en mi garganta y dejé la copa. - Lo siento. - Me mordí el labio inferior.
- Debe de ser de alguien importante si la hace ponerse así. - Habló Salvador y lo miré simplemente. - Lo lamento.
- Desde que me divorcié de su padre mi hija sea estado distanciando de mi, hasta el punto de no felicitarme. - Me llevé las manos a la cara y suspiré, avergonzada. - Lo siento, Salvador.