- Hay algo que no le e dicho. - Habló Salvador cuando llegamos hasta la casa de sus padres, una casita rodeada de campos de cultivos a el que nos demoramos bastante en llegar.
- ¿Que cosa?. - Quise saber y Salvador no tuvo la opción de responder, ya que una alegre mujer lo llamó utilizando la palabra ”hijo" y lo próximo que ví es como lo atrapó entre sus brazos, dejándolo visiblemente apenado.
- Madre. - Evitó seguir quedando en evidencia y sonreí encantada. Mi teléfono sonó en el bolsillo de mi abrigo e imaginé que debía de ser Kevin, era la única persona con la que llevaba todo el día mensajeándome y había conseguido que me ilusionara por saber que pequeña porción de su día iba a compartir conmigo, por mi parte le había mandado algunas fotos de los bellos paisajes que me rodeaban.
- Debes de ser Elena... - La agradable mujer se dirigió a mi casi igual de familiar que lo hizo con su hijo, tomó mis manos y miró a Salvador. - Es mucho más bonita de lo que había visto en las fotos. - Me quedé a cuadros y busqué saber en Salvador de que hablaba su madre, recibiendo de él una súplica silenciosa para no ser delatado. Así que me limité a sonreí. - ¿Que edad tienes?.
- Madre. - Salvador la intentó parar y recibió una mirada de atención, contuve una sonrisa y respondí lo más amable que sabía ser.
- Cumpliré cuarenta este año. - Dije y la señora sonrió.
- Tres años más grande que mi hijo. Yo también soy unos años más mayor que su padre. - Me soltó y dejando mis manos nos invitó a pasar a su casa. - Entrad, voy a preparar unos tés calientes.
- Lo lamento. - Pidió Salvador en cuanto su madre caminó para la puerta de la casa.
- ¿Le has dicho que soy tu novia?. - Le pregunté y me asintió.
- Siempre está presionando para que me case y lo inventé para conseguir tiempo. - Se llevó la mano a la cabeza avergonzado de sus actos. - En verdad solo le dije que salía con una compañera del trabajo, pero un día apareció en la oficina y como usted era la única que no estaba ese día...
- No pasa nada. - Le respondí y bajó su mano.
- ¿Estás segura?. - Asentí y Salvador respiró aliviado.

Dentro de la casa de la señora Gloria quedé fascinada por una mesa grande repleta de fotografías de su familia.
- ¿Cuantos hermanos tienes?. - Le pregunté a Salvador mientras lo miré.
- Somos siete. Soy el hermano del medio. - Me respondió quedándose tan pancho.
- Yo ni siquiera tengo un hermano. - Lamenté, quizás de tenerlo no me hubiera sentido tan sola cuando toda mi familia me dio la espalda por mi divorcio, o quizás él o ella también me la fueran dado. Salvador echó una rápida mirada a la cocina donde su madre nos preparaba té y me miró de nuevo a mi.
- Con gusto puede tratarme como un hermano. - Me ofreció y sonreí más que felíz de escucharlo.
- ¿De verdad?. - A veces las personas decimos cosas solo por quedar bien, pero Salvador me asintió.
- Haré cuanto esté en mis manos para ser un buen hermano menor. - Me reí y asentí gustosa de verlo como tal.
- Entonces haré lo mismo como hermana mayor. - Me incliné levemente y al incorporarme observé como Salvador acudió a ayudar a su madre con la bandeja que traía. - Huele muy bien el té. - Nos acercamos hasta una mesa camilla rectangular, presenciada por dos sofás.
- Gracias, hija. - Me respondió Gloria ocupando uno de los sofás y yo me senté en el opuesto, seguida de Salvador y observé a través de una ventana que fuera estaba lloviendo con fuerza.
- El hostal está algo apartado, ¿podremos regresar?. - Pregunté haciendo que Salvador también mirara.
- Podéis pasar la noche aquí. - Habló la señora Gloria, la ví bajar de la bandeja un plato con membrillo debidamente cortado y señalar un pasillo de su casa. - Tengo habitaciones y mantas suficientes. - Me sonrió y se interesó. - ¿Ya habéis dormido juntos?.
- Ma-madre. - La llamó Salvador igual de sorprendido que yo y me miró. - Discúlpela. - Negué simplemente y él se dirigió a su madre. - No haga preguntas de esas.
- Tenéis edad suficiente, que tontería es esa. - Bramó agitando la mano para hacer a su hijo parar de tonterías y me miró a mi. - ¿Lo habéis hecho?.
- Señora Gloria... - Solo alcancé a decir antes de ser interrumpida.
- Llámame madre o mamá. - Sonrió gustosa de que así lo hiciera y dirigí una mirada al hombre sentado a mi lado.
- Bebamos el té antes de que se enfríe. - Rogó nervioso y cuando se levantó para ayudar a su madre con el té, observé el exterior por la ventana.

- Estoy bien. - Tranquilicé a Angela por teléfono y miré la sala de estar vacía, ya que Salvador y su madre habían ido a preparar las habitaciones para pasar la noche. - Había venido con Salvador a saludar a sus padres y con lo que está cayendo creo que pasaremos la noche aquí.
- A quién se le ocurre ir tan lejos. - Habló Angela dando un suspiro. - Quédate allí y no cojas un resfriado, te necesito para sacar la colección.
- Si si si. - Respondí apartándome el teléfono dispuesta a cortar y suspiré después.
- Lo lamento. - Escuché a Salvador detrás y me giré. - La e puesto en un duro aprieto hoy.
- No pasa nada. - Sonreí no queriendo que se sintiera mal por ello y me ofrecí. - ¿Hay algo que pueda hacer?.
- No, no es necesario. - Levantó sus manos negándose y lo ví inclinarse antes de volverse a ir de la sala. Miré entonces mi teléfono y marqué a llamar a mi hija, mientras que caminé hasta la mesa camilla y me senté en el mismo sofá que había compartido con Salvador. El teléfono dio tono tras tono sin ser respondido y acabé por bajarlo y cortar la llamada. Lo solté en la mesa y me recosté en el espaldar del sofá mirando hacia la ventana, no había vuelto a hablar con Abril desde el último día del año y temía que esa situación se alargara para siempre. Recordé que me habían escrito a mi llegada a la casa de Salvador y volví a coger el teléfono para comprobar el mensaje, resultó si ser de Kevin, un simple mensaje de "te extraño" que me dejó gratificada y con la misma sensación de añoranza.