Elendhur- El Despertar del Caos

Capítulo 2

— Joven, ¿desea algo más?— preguntó la doncella haciendo una ligera reverencia.

— Una ensalada de frutas y langostas doradas con poco picante— ordenó Diego forzando una pequeña sonrisa— por favor.

La muchacha sonrío divertida y dando una última mirada al apuesto joven inmortal, se dirigió a la cocina.

— De verdad que ustedes llaman la atención— habló al fin Diego, su compañero negó con la cabeza— al menos intenta no ser tan frío, ¿quieres?

— Yo no soy frío, solo reservado— replicó Keryo levantándose de la mesa— ¿me acompañas?

— ¿Y la comida?— preguntó Diego señalando a la doncella de rubios cabellos acercarse a ellos con una fuente de comida— antes deberíamos probar bocado, al menos yo, si tu intención es matarte de hambre.

Keryo se sentó de mala gana, viendo fijamente a su compañero humano. La doncella llegó y después de hacer una reverencia, les dejó en la mesa sus pedidos más una tarta de fresa como postre.

— Muchas gracias, señorita— habló tan de repente Keryo que asustó a la muchacha. La pobre dio una reverencia tímida y huyó de nuevo a la cocina.

Diego se rio cuando su compañero sonrojó por completo. Era algo digno de admirar.

— A ver si adivino ¿esa chica pensó algo bonito de ti?— inquirió Diego mientras agarraba su cuchillo y tenedor.

— Come de una vez y deja de incordiarme, Diego Gael Guido— replicó frunciendo las espesas cejas grises.

Diego se atragantó con la comida, nervioso dio miradas discretas a todos lados. Había poca gente y todos eran humanos a su alrededor.

— Debería atarte esa lengua afilada que tienes, nadie puede saber que soy un hijo de alta alcurnia— dijo Diego en voz baja, pero Keryo se encogió de hombros como si no le interesara— elfo odioso.

— Humano fastidioso— increpó Keryo con un pequeño mohín— el que debería sentirse ofendido soy yo. No has dejado de molestarme en todo el trayecto.

Ambos callaron, comieron en silencio de lo contrario jamás terminarían si seguían peleando. Pero para desgracia de ellos, no había gran cosa que hacer y el viaje sería largo. Así que sin más, no tuvieron otra opción que observar el infinito mar azul para matar tiempo. Keryo admiró la belleza de las aguas apacibles y apoyándose en la baranda de madera negra comenzó a escribir en un pequeño diario plateado y celeste. Diego exhaló profundo la fresca brisa.

— Eres un pésimo compañero— acusó Diego con una cálida risa— pero tú presencia es reconfortante.

— Me alegra saberlo— contestó el otro cerrando el diario— la verdad es que no quisiera tenerte rencor, no me nace. Vamos a compartir estos tres años juntos, caminando por el mundo.

— Tres años... un breve suspiro para ti, pero mucho tiempo para mí...— inspiró mientras cerraba los ojos— ya extraño a mis padres. Y eso que no llevamos más de dos días lejos de lo que conocemos, mentiría si te digo que no estoy asustado— dijo con ligera melancolía— no puedo creer que los extrañe tanto a los dos. Sobre todo a mi padre.

— Y yo al mío— respondió Keryo con la nostalgia empañando su melódica voz pero mostraba una sutil sonrisa— tal vez te cueste creerlo, pero a él se le daba muy bien los chistes de mal gusto. Es un experto en ello.

— Y aun así, tu padre es tan serio que me aterra— rio Diego con nerviosismo— y dejando de lado a tu padre... ¿Qué haremos esta noche? O mejor dicho, ¿qué haremos en estos días aburridos?

Keryo negó con la cabeza, tal era su frustración. Enarcó las cejas mostrando su molestia con ese sencillo gesto.

— ¡Humanos, todos son tan impacientes!— exclamó al cielo— a ver, mi buen amigo— dijo irónico, Diego sonrió... No podía estar más divertido— nos falta toda una semana para llegar al puerto de Nophel, ¿qué tal... leer los libros que traje? Son de historia antigua.

— Ni de broma, no es que no me guste leer, solo que me parece pérdida de tiempo valioso. Amigo, ¡hay que disfrutar nuestro momento juntos!— se explicó Diego tocando la madera negra con su mano, de pronto se le ocurrió una gran idea— pero ¿qué tal si nos reunimos con los viejos lobos del mar?

Keryo abrió la boca al escuchar aquello, no es que le desagradaban esas personas, todo al contrario, los admiraban. Pero precisamente ese grupo de viejos hombres que parecían no conocer otra cosa que hablar de temas vergonzosos sin pudor alguno... ¡Ni en mil años! Si hay algo que más odiaban los elfos eran eso. No se iba a juntar con personas vulgares, su fino oído había podido escuchar sus conversaciones que habían provocado un intenso sonrojo en su rostro de porcelana.

— ¡Eh, Keryo! ¿Estás ahí?— preguntó Diego preocupado por el silencio del elfo.

— Sí... Solo que no me parece bien que...— como explicarlo al cabezota de su amigo— no creo que sea una buena idea.



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En el texto hay: guerreros, criaturas miticas, amor amistad

Editado: 14.07.2019

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