Elendhur- El Despertar del Caos

Capítulo 4

Un rugido interrumpió la calma del valle, de entre los arbustos un enorme tigre salió recibiendo contento los cálidos rayos del sol. Su mirada afable e inteligente, brillaban con un toque de sabiduría e inocencia, andaba con pasos cortos pero firmes, cualquiera que pasara por ahí se sentiría aterrorizado y fascinado a la vez por la curiosa imagen que daba tremenda fiera. Al cuello pendía un collar de oro en forma de U y unido a esta una gema del más bello zafiro. Su cabeza estaba cubierta por un chullo de lana roja, decorado con flores dentro de rombos, un moño en la parte de arriba y unas orejeras redondas que de estas colgaban unos adornos. Aquella extraña gorra le daba un aspecto gracioso y tierno, hasta que algún curioso se atrevía a mirar de cerca para darse cuenta de lo peligroso que podía llegar a ser, lo que se demostraba con las garras afiladas que salían de sus patas y las viejas cicatrices en su hermoso pelaje. Pero en ese día, la magnífica bestia estaba tranquila a pesar de la reciente herida vendada en una de sus extremidades.

Si esta criatura no llamaba más la atención, peor era la figura que lo montaba. Encima de una alfombra de intrincados dibujos, en las que colgaban de sus cuatro costados unas pequeñas lámparas de una luz intensa de color azul, una joven miraba soñadora las montañas que habían dejado atrás. Calzaba unas botas altas de cuero negro de la mejor calidad y elegantes cordones rojos, su vestido apegado tenía también los mismos colores, y debajo de esta llevaba puesta una blusa de la más fina seda de mangas largas y cubierta por una capa roja. Su cabello castaño estaba atado en una cola alta que despejaba su rostro juvenil, sus iris de un bello color café le daba un brillo sensual con sus labios de un tenue rosado, cualquiera podría decir que era una belleza andante y con su aspecto frágil la describirían también como una muchacha delicada, si no fuera por la mortífera alabarda con su hoja de medialuna que portaba tranquilamente.

Su filo de acero brillaba con las luz del sol, por el modo en como lo sostenía se podría decir que estaba muy familiarizada con la mortal arma que no se molestaba en esconder. Detrás de aquella joven de hermosa y temible apariencia se escondía una guerrera, la inusual pareja hacía que muchos se quedaran viéndola con la boca abierta y no eran pocos los que se apartaban de su camino, temerosos y precavidos. La enorme bestia se detuvo para encarar a su jinete, su mirada reflejaba molestia y cansada. Ella miró al enorme tigre con un ceja levantada, si estaba intimidada no lo demostraba en sus ojos cafés.

— Aún no podemos detenernos, Aruka... Aún faltan dos horas para llegar— un quedo gruñido fue la protesta del imponente animal pero no se inmutó— oh, vamos... no seas quejica, falta poco, te prometo que llegando te voy a dar de comer lo que te apetezca— el tigre cerró los ojos en una delgada línea que pretendía ser amenazante, después de unos largos minutos que se le hicieron eternos el animal siguió andando con su lento andar de siempre, aunque esto no molesto a la joven.

Confiaba llegar a tiempo a Nophel, inspiró antes de seguir observando la belleza del paisaje. Los fuertes músculos del tigre resistirían todo el trayecto, esperaba no tener problemas con los pacíficos ciudadanos de la bella ciudad de los cerezos. Esperaba poder tener un respiro y una buena comida para dos. Aunque pensándolo bien... echó una breve ojeada a su enorme y majestuoso amigo peludo a rayas. El animal se relamía los dientes al ver una lagartija correr asustada frente a sus ojos. La joven guerrera sonrió para sí.

Había olvidado que Aruka comía por diez hombres. Y había olvidado también que andaba corta de dinero. Se encogió de hombros, ya lo pensaría más adelante.

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— ¿Estás seguro de que te sientes bien?— preguntó por enésima vez el doctor de bata blanca y con un artefacto extraño colgando de su cuello— ¿no te duele la cabeza?

— Le aseguro que estoy bien— Diego se sintió tentado de escapar de ese lugar por sus propios pies— ¿dónde está Ker...Kelyo?

— Hablando de lo sucedido con el alcalde, supongo— el doctor sonrió por primera vez en todo el día— tú desaparición puso en movimiento a toda la ciudad, quien lo hubiera imaginado, hace tanto tiempo que no sucedía algo parecido, la joven cerezo no suele fijarse mucho en otros seres... ¡Y eso que apenas pasasteis unos días aquí!

— Lamento las molestias, señor— logró mascullar Diego con las mejillas rojas, el doctor negó con la cabeza.

— No te preocupes, en Nophel es importante el turismo, para nosotros la seguridad de nuestros visitantes es un logro que pocas ciudades pueden siquiera soñar— el doctor se levantó al escuchar los pasos acelerados de varias personas.

Se escuchó unos golpes en la puerta, y el doctor se apresuró en abrir. Diego se apresuró en destaparse de la blanca sábana que lo cubría al ver de quién se trataba. Keryo entró a la habitación con su rostro aún serio. Dos hombres con traje lo seguían, Keryo le susurró a uno de ellos y el hombre tras asentir se retiró con su compañero en silencio.



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En el texto hay: guerreros, criaturas miticas, amor amistad

Editado: 14.07.2019

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