Eligiendo mi destino

Capítulo V.

Incluso después de que Darren me dejara con suavidad sobre la camilla de la enfermería y se llevara su olor con él, puedo jurar que me seguía sintiendo rodeada por él.

Estaba completamente consternada, buscando excusas en mi cabeza.

Apenas presté atención a lo que la doctora decía, después de todo, no mencionaba nada que no supiera.

Era un esguince de muñeca.

Necesitaba una férula por un tiempo.

Asistir a los chequeos o si salía del campus por las vacaciones ir con algún doctor que me revisara.

También me dio un pequeño frasco con algo para aliviar el dolor.

Estaba bien, pero de igual forma, asentí cuando me dio un par de pastillas para que tomara con un poco de agua.

Mi cabeza había llegado a una conclusión para mi breve lapsus de estupidez con Darren: “Lo había inhalado porque estaba a punto de vomitar y oler algo agradable, cualquier aroma agradable, era lo más lógico para no devolver las tripas encima de alguien “.  

Sonaba bien.

Lógico.

- ¿Cuándo debe regresar? – pregunta Darren.

Maldición.

Casi consigo creer que no estaba ahí. Se había quedado tan callado, que no había sido muy difícil. No se entrometió durante todo el tiempo que me desinfectaron y vendaron, se había instalado en un pequeño rincón del consultorio con los brazos cruzados y expresión grave.

Intenté no mirarlo demasiado, su aroma me había traumado lo suficiente, gracias.

Sin embargo, mi pequeño respiro se había terminado, al parecer.

- Vendré el viernes – contestó en lugar de la doctora – esta bien, ¿no? – la miró.

- Supongo que piensas salir del campus, está bien – sonríe.

Asiento y comienzo a ponerme de pie para salir.

- Aquí, déjame ayudarte – se acerca Darren rápidamente.

- Esta bien, puedo caminar sola – aprieto los dientes cuando mis rodillas protestan desmintiéndome.

Darren me sostiene cuando me derrumbo hacia un lado.

Demonios.

- ¿Puedes, solo, aceptar mi ayuda? – suspira.

La doctora se aleja discretamente con una mirada divertida hacia nosotros.

Casi puedo oír sus pensamientos mientras nos ve de reojo.

¡No es lo que cree!, quiero gritar.

Me contengo, ahora mismo no soy yo, las ultimas veinticuatro horas me han dejado fuera de balance, aun no encuentro mi equilibrio.  

- No tienes que soportar si duele, puedes quejarte, ¿sabes? – dice Darren una vez que estamos fuera, en camino, muy lentamente, a mi dormitorio.

Me niego a que vuelva a cargarme estilo princesa como antes. 

- Estoy bien – sonrío falsamente con los labios cerrados.

- ¿Por qué sigues haciendo eso? – suspira sacudiendo la cabeza.

- ¿Hacer qué? – reprimo un gemido lleno de dolor cuando tropiezo con, aparentemente, mi propio pie, enviando chispas de electricidad por todas mis piernas hasta mi espalda.

- “Eso” – me sostiene más cerca – la sacudida, debió haber dolido, pero reprimiste el quejido, ¿por qué sonríes y finges si las cosas son difíciles? Si te duele, te duele. Fin de la historia -.

Resoplo en voz baja.

- ¿Por qué te enojas por eso? Soy yo la que siente el dolor y soy yo la que decide no quejarse -.

- Solo no entiendo porque lo ocultarías, ni que fuera algo vergonzoso. No creo que de verdad pienses que me burlaría de ti solo por mostrarte adolorida, ¿o sí? -.

- ¿Por qué asumes que tiene que ver algo contigo? – alzo una ceja – No creo que me conozcas lo suficiente para saber como soy o no -.

Por suerte, finalmente, llegamos al dormitorio.

Me alejo y doy un par de pasos temblorosos sin su ayuda.

- En fin, aquí estamos. Gracias por… bueno, ya sabes – agito la mano buena, estúpidamente.

- ¿Crees poder subir las escaleras en tu estado? – me mira dudoso.

- Oh, solo son unos pocos raspones aquí y allá. Lo peor esta en mi mano y, por suerte, no camino con ella -.

- No creo que -.

- Oh, vamos. Tu acto de príncipe azul ya fue suficiente, ¿no? Digamos que ya has hecho tu buena acción del día-noche, como sea – suspiro, cansada – En serio, estoy bien. No hace falta que sigas con… lo que sea que es esto. No va contigo. Solo actúa como siempre -.

- ¿Ahora quien es la que habla como si conociera todo sobre mi? – bufa.

Me encojo de hombros.

- A las pruebas me remito -.

Me mira exasperado.

- Me he disculpado por eso -.

Vuelvo a encogerme de hombros.




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