Eligiendo mi destino

Capítulo VII.

- No has entrado a mi dormitorio, ¿verdad? – pregunto por si acaso.

Se que debería ser imposible que lo dejaran pasar, pero no puedo subestimar las influencias de mi padre.

- No ha sido necesario, llegó justo a tiempo – me responde mirándome por el retrovisor.

¿Eso quiere decir que si hubiese llegado más tarde lo hubiese hecho?

- Ni siquiera he podido empacar algo – alzo una ceja.

- Me he encargado de que su cuarto siga tal como lo dejo – su tono indiferencia es el mismo de siempre, salvo por aquel día.

Collins ha sido el secretario de mi padre por casi doce años.

Lo conocí por primera vez cuando tenía ocho. Al principio, creí que iba a ser alguien más que sustituyera el cariño que mis padres no me daban. Un empleado más que se volvería mi amigo.

Que equivocada estaba.

Y no solo sobre él.

- Eso no es escalofriante ni nada – me burlo, reprimiendo el escalofrío de solo pensar en él dentro de mi habitación.

Cruzo las piernas en un intento de aparentar indiferencia, el ligero escozor que siento al presionar las raspaduras recién desinfectadas, me distrae del huracán en mi interior.

Por el rabillo del ojo presto atención a todos los movimientos de Collins mientras mis pensamientos comienzan a girar en los cómo’s y porqués del que mi padre me haya mandado a buscar.

El pensamiento más lógico es Ian.

Estoy tentada a preguntarle para confirmarlo, pero me contengo.

Collins no me lo diría de todas formas, y solo estaría dándole munición extra a mi padre si no ha descubierto a mi hermano.

No voy a arriesgar a Ian, tampoco es tan necesario que lo sepa ya.

Saberlo me ayudaría a estar preparada, pero tampoco hay mucho que pueda hacer justo ahora.

Mi cabeza se centra sin previo aviso en los últimos minutos con Taylor y suspiro inconscientemente.

Nunca debí haber agarrado su brazo.  

- Si está cansada, siéntase libre de descansar, Srta., la despertare cuando estemos cerca – la voz de Collins resuena en el silencio.

Bufo, sarcástica.

- ¿Y quedar indefensa ante ti, bastardo? Ni loca. Me pregunto qué diría mi padre si supiera lo que intentaste hacerle a su hija – le digo a la ventana.

- Debe haber una razón por la que nunca le ha dicho, Srta. – deja que la burla se cuele en su tono – Tal vez porque sabe que no le creerá o porque sabe que no le interesa lo suficiente para hacer algo -.

Maldito imbécil.

A pesar de que no dejo que ninguna emoción se refleje en mi rostro, no puedo evitar apretar las manos en puños. Intento relajar la que tiene la venda cuando la siento comenzar a palpitar, por suerte tengo mis pastillas para el dolor en la mochila conmigo, aun así, no pienso tomar ninguna hasta que no esté encerrada en mi habitación.

- No te equivoques – digo una vez que me controlado lo suficiente como para no poner ninguna emoción en mi voz – No le dije antes porque mi objetivo era salir de esa casa, no porque tuviera miedo. Si le hubiese dicho antes de que me aceptaran en la universidad no me hubiese dejado ir tan fácilmente, pero ahora ya no necesito ocultarlo, así que te sugiero no me presiones -.

- ¿Cree que cambiaría en algo su situación? – pregunta aun burlón.

Me río sin humor.

- ¿La mía? ¿Por qué querría cambiar la mía? – me inclinó entre ambos asientos – Esto no se trata de si le importó o no a mi padre, sino de cuanto valor tienes para él. ¿Crees que estarías aun aquí si el supiera que pudiste haber arruinado sus planes con el senador? – regreso a mi lugar cuando veo su mandíbula palpitar y sus manos apretar el volante.

- Ya me disculpé por mi comportamiento inapropiado de aquel día. Fue un error que no volverá a repetirse – dice entre dientes.

- Mhmmm – tarareo – Pero, no fue un error del todo, ¿no? – presiono.

Después de todo no hay nada que pueda hacerme ahora.

- Por supuesto, lo fue – replica sin mirarme.

- Si tu lo dices… - me encojo de hombros – Sin embargo, diría que tengas cuidado – miro fijamente su perfil – Alguien con tanto que esconder… nunca sabes cuando vendrá alguien a reclamar una vieja deuda, ¿verdad? Mantente sano hasta entonces -.

Una sonrisa de indiferencia aparece en su rostro mientras asiente sin tomarme enserio, ¿por qué lo haría? Ahora no tengo ningún poder. No puedo culparlo por subestimarme, pero eso no significa que tenga que perdonarlo.

Conseguiré mi venganza, tarde o temprano.

Mi teléfono vibra con un mensaje y lo saco fuera bajo la atenta mirada de Collins.

Nan: “¡¿Por qué te fuiste con él?!”

Yo: “No es como si tuviera otra opción”

Nan: “¡Debiste decirle que regresarías por tu cuenta!”




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