La enfermera dio un paso atrás, Ignacio era conocido por sus técnicas de intimidación, Sebastián sentía algo de pena por la pobre mujer.
—Compruébelo señor, si por mi fuera la mantendría sin dolor.
Ignacio estaba a punto de llamar cuando Sebastián le quitó el teléfono.
—Hijo...
—Papá, estás demasiado alterado para hablar.
—De acuerdo.
Tras tres timbrazos su tío atendió, sonaba bastante soñoliento.
—Tío...
— ¿Está mi nena peor? <<la sangre de Sebastián hervía de la cólera, sus tíos deberían estar allí y no descansando. Hablar calmadamente estaba tomando mucho más esfuerzo del que imaginó>>
—No tío, pero la enfermera se niega a administrarle más analgésicos y me ha dicho que giraste la orden.
—Así fue.
Sebastián se quedó muy quieto, eso no podía ser cierto..
— ¿Por qué?
—Mira, ambos sabemos que Elisa es melodramática y consumir drogas de este tipo en exceso es dañino.
—Tío, a Elisa le abrieron la cabeza, no es una simple migraña. Necesita aliviar el dolor...
— El médico no estaba muy de acuerdo pero logré convencerlo, además si el golpe fuese tan serio él mismo me hubiese insistido.
—Aunque no sea serio, a ella le duele.
—Se lo que es mejor para mi hija.
— ¿LO MEJOR, DICES?
Ignacio observaba que su hijo estaba a punto de decir cosas de las que se arrepentiría luego. En todo caso, él mismo ajustaría cuentas con Alejandro. Acto seguido le quitó a su hijo el celular y salió de la habitación. Un par de minutos después la enfermera recibía órdenes de administrar los analgésicos que Elisa necesitase.
Ya sin dolor pudo decirles lo sucedido.
—Poco antes de caer pude verle.
— ¿Quién fue, cariño?
—Marco, el hijo de nuestra cocinera.
— ¡Pero si tiene tan solo dieciséis años!
—Has acogido a ese pendejo como si fuese tu hermano y así te paga.
—Estoy cansada...
—Descansa pequeña, ya has hablado mucho.
—Sebastián...
—Dime, cariño.
— ¿Podrías quedarte conmigo mientras me duermo? Después puedes irte a descansar.
—Duerme tranquila, no pienso irme de aquí
—Sebastián...
—No protestes, no hay poder humano capaz de apartarme de tu lado.
— ¿Tío Ignacio?
—Dime cariño.
—Gracias por todo.
—Solo arreglé lo del medicamento, cielo.
—No solo eso, me refiero a conseguir que no me enviasen a un internado en Suiza.
— ¿Quién putas te dijo eso?
—Tengo sueño...
—Descansa que no nos moveremos de tu lado.