Un año después de estar lejos de casa, Sebastian se encontraba más que convencido de entablar su vieja amistad con Elisa. Al llegar encontró una nota de su padre en la que se disculpaba pero debía ausentarse aquella fecha por asuntos del trabajo. Llamó a Elisa y le preguntó si querría salir a cenar con él así que ambos quedaron de verse en el club. Al llegar notó a sus tíos entre sus amigos mas no vio a Elisa.
—Hola tío Alejandro, tía Daniela.
—Hola cariño, le comentaba a Alejandro que has resultado ser un hijo fenomenal, ambos envidiamos a Ignacio.
—Pero Elisa...
—Nuestra pequeña ha resultado ser un fracaso en todo. No puedes negar que un divorcio en nuestros tiempos es normal pero acá en nuestro club es algo mal visto.
—Además esa idea suya de querer estudiar algo distinto es absurda, su deber es para con la empresa que heredará algún día. Ya está graduada y es estupido empezar de cero en otra cosa.
—Ustedes son mezquinos, ambos.
— ¡Sebastián!
—Han hecho de la vida de Elisa un infierno. Espero Dios les perdone porque al menos yo no puedo hacerlo.
Tras decir aquello Sebastián intentó encontrarla entre la multitud.
—Si la buscas está en casa actuando como una caprichosa y alegando estar enferma. Cuando le hemos dicho que estaba exagerando nos amenazó con irse de la casa.
—Ya es una mujer adulta que trabaja y gana suficiente para rentar una casa.
— ¡Jamás! Coincidirás conmigo en que sería una mancha a nuestro apellido que rente una casa cuando podría tener su lugar propio. Aun no sé cómo le cedió la casa a Manuel .
—Él pagó más de la mitad. Y si tanto les preocupan las habladurias, comprenle un apartamento.
—No puedes negar que Elisa ha hecho todo mal.Si le compramos un apartamento le estaremos malcriando.
—Ustedes están tan ciegos que no son capaces de darse cuenta de que todo esto es culpa de ambos.
—Te desconozco.
—No me importa, ambos son despreciables. Si en mis manos está lograr que Elisa se aleje de ustedes lo haré.