—Ignacio, Sebastián <<dijo Alejandro al tiempo que les daba un abrazo>>
—Alejandro, Daniela... imagino que es serio el tema y preferiría que lo abordemos de una vez. Por años estuve realmente molesto, las cosas que le dijiste e hiciste a mi ahijada no tienen perdón. Sé que han corregido las cosas y me alegra, ella se merece más de ustedes.
—Lo sabemos Ignacio. Pasemos a la biblioteca, necesitamos hablar unas cosas.
— ¿Y Elisa? Hace mucho no veo a mi ahijada.
—Ella está arriba durmiendo.
— ¿Elisa está durmiendo a esta hora?
—Si.
—Voy a despertarla.
—No Sebastián, antes que nada debes saber lo que está pasando.
—No me gusta como sueña esto, tío.
—Por lo visto tienes un sentido de la percepción muy bueno.
Mientras se acomodaban, Alejandro se preparaba para la explosión que vería en su amigo y sobrino. Ambos amaban a Elisa, era parte de sus vidas.
— ¿Recuerdan el divorcio de Elisa?
—Claro, el tipejo no puso problemas en dejarla. Nunca me cayó bien.
—Mi ahijada me dijo que el tipo estaba muy deprimido y que el matrimonio no estaba funcionando. Me dijo que no lo amaba y que iban a separarse.
—Lo recuerdo, —continuó Sebastián— al menos el tipo hizo algo sensato.
—Pues nos mintió.
— ¿De qué hablas tío?
—De esto. Como digna hija mía, ¡ha hecho un trabajo condenadamente bueno ocultándonos todo esto! Este es su expediente <<les dijo al tiempo que les daba la gruesa carpeta>>
Tanto Alejandro como su esposa observaban atónitos como la furia invadía el rostro de padre e hijo, nunca les habían visto en modo FBI. Esto les daba tranquilidad pues no existía nadie mejor para protegerla.