Elisa

Las sombras que viven en él

Tras darle de alta fue directo a su nuevo hogar. Sus padres habían enviado varias maletas con sus pertenencias. Pasaron casi quince días recluidos allí, ni siquiera iba a la empresa de su padre pues aunque se hubiese distraído trabajando, no quería poner en peligro a más inocentes.

Una noche tras cenar, Sebastián decidió abordar el tema del matrimonio de Elisa.

— ¿Por qué me lo ocultaste?

—No quería mostrar que había fallado. Las expectativas de mis padres fueron siempre muy altas.

—Pero hablamos de tu vida, peque.

—Lo sé, pero comprende que en aquel momento fue lo único que pude hacer.

—Bien, tratemos de mantener la calma. Tenemos mucha gente involucrada en tu protección.

—Si él aparece...

—Elisa...

—Si aparece y puedo protegerte lo haré.

—Nada de estupideces Eli, soy quien ha de protegerte y no a la inversa.

—Me pides que viva con tu muerte sobre mi cabeza y no puedo.

—Nadie va a morirse, ¿Me escuchas?

—Es muy fuerte y rápido...

Elisa se levantó del sillón y fue a la terraza, de pronto el interior de aquella casa le parecía asfixiante. Cuando Sebastián le siguió la encontró en una de las bancas, estaba sentada abrazándose las rodillas. Las lágrimas caían tan rápido que era imposible contenerlas. Fue allí que comprendió que quizás aquella era la primera vez que Elisa se desahogaba.

Fue durante el veinteavo día que Ignacio la llevó de nuevo a la cafetería. Sebastián estaba ocupado en otros asuntos y era natural que su tío la acompañase. Aunque al principio se sintió feliz de salir, estando allí toda su seguridad se evaporó. Quizás estaba exagerando...quizás.

—Hay algo que me angustia, en esta cafetería me siento expuesta, sé que ellos saben hacer su trabajo pero...

—No puedes dejarle pensar que ha ganado. Si observas bien, tengo fuera dos coches estacionados, una agente en el baño y otro en la puerta que además estuvo presente en la cocina mientras te preparaban la comida.

— ¿No te parece muy exagerado para solo protegerme a mí?

—Tú papá me ha pedido que te proteja en extremo y eso hago. Aquí cerca no hay edificios desde donde un francotirador pueda dispararte, se hizo temprano un barrido para encontrar bombas y demás amenazas. Tengo a mi cargo personas especializadas.

—Rompes el molde tío, los mercenarios trabajan 

solos.

—Aparento tener una agencia de guardaespaldas, debo actuar en consecuencia. Y deja de usar esa palabra con tanta familiaridad, nadie puede saber de esto, ni siquiera Sebastián.

—Nunca había venido aquí. Quiero decir...

— ¿Antes de que el bastardo te tuviese aterrorizada? 

—Si. Pasé por aquí muchas veces y nunca entré. Se rumorea que es un lugar privado al que pocas personas tienen acceso.

— Este lugar me pertenece, todos y cada uno de los que trabajan aquí son mis empleados.

— ¿Posees una cafetería?

—Verás Elisa, tengo muchos clientes protegidos que desean poder salir y simplemente tomarse un café, si puedo brindarles uno de los lugares más seguros de la ciudad, lo haré.

—Pero has dicho que esta mañana han hecho un barrido.

—Elisa, confío en estos hombres pero siempre me aseguro, es solo precaución. He tenido este lugar por mucho tiempo y nunca me han fallado. Aunque siempre hay una primera vez.



#31214 en Otros
#2687 en No ficción

En el texto hay: peligro, acosador, romance drama

Editado: 08.11.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.