Tras ayudarla a subirse al vehículo, Mauricio se ubicó en el lado del conductor. Durante algunos segundos ninguno habló, Mauricio necesitaba asegurarle que no corría peligro alguno.
—Lamento mucho lo de mi hermano, aunque es la primera vez que pierde los estribos. Siempre se muestra taciturno pero jamás así de violento con una mujer. Pienso que cuando se calme no va a poder mirarse al espejo.
—La verdad es que me asustó muchísimo, estuve casada con un hombre muy violento. Cuando tu
hermano empezó a gritar y agitar sus manos pensé que me golpearía como lo hacía mi ex.
— ¡Por Dios, quisiera conocer al bastardo que te golpeó! Mi madre nos enseñó siempre a respetar a las mujeres. Aunque grite y gesticule Antonio jamás te pondría una mano encima.
—Pero no tenía forma de averiguarlo.
—Voy a darte mi tarjeta, si necesitas algo a cualquier hora no dudes en llamarme.
—Pero tú hermano...
—Te daré mi número privado, el celular lo llevo siempre conmigo. No hay forma de que Antonio te conteste. ¿Te gustan los caballos?
—Sí, llevé clases cerca de mi casa, pero hace mucho que no lo hago.
—Pues en unos días, cuando hayas descansado podríamos...
—Creo que voy a rechazar la invitación. Lo último que quiero es que tu hermano me grite. En el pueblo me contaron sobre su odio a las mujeres.
—El rancho es mío también, olvídate de él.
—No lo sé...
—Si quieres podemos dejarlo pendiente por ahora. Sin embargo pienso invitarte a salir cuantas veces pueda y si me rechazas insistiré.
—Pareces decidido. Pero...
—Mira, por ahora te daré unos días para que te instales y luego iniciaré mi plan ataca y conquista.
Elisa no pudo evitar reírse, hacía mucho tiempo eso no sucedía.
—Sería lo mejor Mauricio, además necesito acostumbrarme al lugar.
—Me encanta escucharte reír.
—Gracias, de haber sabido que viviría junto a un conquistador, me hubiese preparado mejor.
—Ya lo verás Elisa, caerás ante mi encanto y simpatía.
En algún momento mientras estaba perdida en sus pensamientos, Mauricio arriesgo una mirada hacia ella. La mujer era absolutamente hermosa, de una belleza que parecía casi anormal. Podía ver en su rostro cansancio y miedo, pero por alguna extraña razón, le era fácil adivinar que su ex pareja era la responsable. No había dicho hace cuanto estuvo casada, peor el miedo seguía allí.
Elisa se sobresaltó cuando Mauricio le colocó la mano sobre la rodilla.
—Tranquila Elisa, no fue mi intención asustarte, hemos llegado ya.