Antonio miraba por la ventana de la habitación mientras Elisa, ayudada por la enfermera, estaba en el baño. Los pasados ocho días habían sido una montaña rusa emocional para ambos.
Ella pasó de tenerle terror absoluto a medio aguantarlo, cosa realmente buena.
Mientras esperaba por ella para acompañarla a la cama <<al inicio las enfermeras se opusieron pero con el paso de los días tanto él como Mauricio, la cargaban de la cama al baño y solo se apartaban para que la enfermera la ayudase dentro>> recordó esos primeros días de internamiento.
Al inicio cuando estaba aún muy débil, protesto por su presencia pero inmediatamente volvía a dormirse. Detestaba verla tan débil. Durante la segunda noche al despertar, estaba algo desorientada e intentó quitarse los tubos.
—Hola guapa. No debemos quitar esto.
— ¿Dónde estoy?
— ¿No lo recuerdas?
—Me fui de tu casa...yo... tú me consideras una cualquiera...
—Cielo....
En aquel momento Mauricio le sacó del cuarto alegando que su presencia la alteraba mucho y que ella no debía alterarse << su hermano resulto ser un grandísimo capullo insufrible>> pero por el bien de Elisa, salió del cuarto.
Estaba regresando de la cafetería, diez minutos después cuando les escucho hablando y por Dios que en aquel momento se maldijo mil veces.
—No sé qué hice para que me odie tanto.
—No te odia.
—Piensa que soy una cualquiera. Mi único pecado fue llegar a la ciudad.
—No es cierto...
Antes de que Mauricio pudiese defenderlo decidió aclarar todo él mismo
—Mauricio. Déjame a solas con ella.
Cuando Mauricio iba a levantarse Elisa le sujetó la mano.
—Descuida cielo, estaré fuera.
Antonio la miraba fijamente y eso le hacía sentir incómoda.
—Cariño, lamento muchísimo la forma en que me he comportado. No existe perdón alguno.
— ¿Qué te hice?
—Nada, he sido un idiota que descarga sus frustraciones con quienes están a su alrededor. Cuando Mauricio te encontró estabas muy enferma, intenté bajarte la temperatura y no sirvió de nada.
— ¿Me cuidaste?
—Sí. Y cuando te desvestí
—Dios mío...
—Tranquila, estabas muy enferma y lo hice bastante rápido.
—Pero viste las marcas.
—Sí, nunca he sentido tanta ira. Conmigo mismo, con quién te dañó de esa forma. Quisiera que me creyeras cuando te digo que durante estos días he comprendido muchas cosas, la primera es que me gustas mucho y si logras perdonarme...
—No quiero que digas nada, estás cansado y dices cosas que no quieres. No sabes cuánto te agradezco el que hayas cuidado de mí, pero ya estoy saliendo de esto, puedes irte y regresar a tu vida tranquila.
—Aun te quedan varios días hospitalizada...
—Mauricio puede quedarse conmigo.
Antonio comprendió como se alejaba su oportunidad de estar con Elisa, sabía que la había hecho mucho daño pero ella estaba convencida de que no se estaba arrepintiendo de verdad.
Viéndola enferma había rezado por ver sus ojos de nuevo, que los abriera para saber que estaba bien
—Elisa, déjame explicarte...
—Yo no pertenezco a tu mundo Antonio, solamente soy una mujer que rentó una casa junto a la tuya, y quiero seguir viviendo así. Aprovecha que has comprendido que no todas las mujeres son malas para buscar a alguien más.
—Me gustaría pensar que sientes lo mismo por mí, pero con todo lo que te he hecho...
—Hay algo mal en mí.
—No te comprendo.
—Vas a pensar que soy una cualquiera.
—Elisa, no importa lo que hagas jamás te vería así, las palabras que use ese da en casa fueron producto de mi frustración.
—Antonio, siento cosas muy fuertes por ti...
—Gracias a Dios.
—Yo no quise que.... ¿disculpa?
—Cielo, quizas creas que lo que siento por ti, se debe al arrepentimiento. Me alegra ver que en tu corazón hay espacio para mi. Sé que nos hemos visto poco, pero fue algo inmediato.
El poco color que había conseguido había abandonado su rostro de nuevo, eso le preocupaba y por ello pospondría la charla.
—Este no es el momento, iré por algo de comida. Mauricio vendrá pronto a hacerte compañía.