El resto de la tarde se mantuvo en una paz relativa, Elisa despertaba y dormía a intervalos mientras que Antonio la velaba como si fuese su esposa herida y aquello resultaba muy conmovedor.
Como a las seis de la tarde Mauricio llegó de visita. Cuando se enteró de lo sucedido dirigió a su hermano mayor una elocuente mirada de desaprobación.
—No te preocupes Mauricio, he pedido perdón a Elisa. Las cosas marchan bien.
—Me alegro muchísimo.
—Quédate a cenar Mauricio, he descansado bastante y tu hermano ha preparado todo.
— ¿Qué Antonio preparó la cena?
—Pues sí.
— ¡Que me aspen! Esto es digno de recordar durante generaciones.
La cena transcurrió en un cómodo silencio. Al terminar, Mauricio les insistió en encargarse de la cocina mientras ellos charlaban en la sala..
—Mi ex esposo me golpeaba por cualquier cosa incluida sonrojarme. Si en público me sonrojaba se molestaba pues no quería que sus amigos pensasen que no hacia bien su trabajo. Decía que odiaba mi rostro pues me sonrojaba como una virgen barata, que él era un semental y que todos debían saberlo.
— ¿Quieres hablarme de eso?
—Nos conocimos en la Universidad, se mostraba muy simpático y me dejé engañar. Tuvimos seis meses de noviazgo y entonces nos casamos a escondidas
Al principio pensé que me respetaba y que por eso no había intentado que tuviésemos relaciones durante nuestro noviazgo. Pero en la noche de bodas vino a mí de forma violenta y dominante.
Me sujeto contra la cama y me amordazó, después de que tuvo su orgasmo me dejó y se fue.
Sin que Elisa o Antonio se dieran cuenta, Mauricio se acercó a la sala, se sentó en el sillón y atrajo a Elisa a sus brazos. Antonio entendía bien lo que su hermano sentía, él mismo deseaba haberla conocido en aquella época para ahorrarle todo lo vivido.
Antonio le sujetó la mano y espero con Mauricio a que ella reanudase su relato.
—Regresó horas después, completamente borracho. Me desató y llevó al baño. Aquel día me dejó las primeras marcas con un cigarro para según él, marcarme como suya en todos los sentidos. Luego...
Y así continuó Elisa por casi dos horas, les contó todo lo vivido en su infancia y con Manuel , también sobre la forma en que murieron sus padres.
Ambos hermanos escuchaban atentos pero en sus mentes solo había espacio para el odio y la venganza.
Fue poco después de las diez de la noche que les llamaron del rancho. Un conato de incendio se había dado en las caballerizas.
Ambos debían ir pero les preocupaba dejarla sola tras la fuerte descarga emocional que acababa de pasar.
—Vayan tranquilos, nada pasará por aquí. Ambos tienen obligaciones que atender.
Iremos a ver cómo está todo y regresaremos.
De acuerdo.