Apenas habían logrado cruzar la puerta cuando la explosión sacudió toda la casa y ambos fueron arrastrados hacia la inconsciencia.
Cuando Antonio recobró la consciencia se vio dentro de una camioneta negra. Alguien lo mantenía sujeto de medio lado. Le dolía el hombro como el inferno y la cabeza le sangraba bastante. Ignacio ladraba órdenes a diestra y siniestra, entonces recordó.
Intentó sentarse pero alguien le dijo que tenía un trozo de vidrio en el hombro.
—Sáquelo.
—No podemos, si empieza a sangrar va a ser peor.
—Haga lo que le digo.
Ignacio detuvo su conversación y se dirigió a él.
—Antonio, tenemos media hora más de viaje y vamos al hospital, si quieres ayudarme a encontrar a Elisa, debes dejar que un médico te revise eso y te suture la frente.
—De acuerdo Ignacio.
El caos estaba en su mayor momento, agentes estaban revisando todo el hospital.
—Debes ir a que te suturen la cabeza y te revisen el hombro. No voy a repetirlo.
—Ignacio, olvidas que tengo conocimientos médicos.
—No, pero te sacaste un vidrio en contra de mis advertencias y aun pierdes sangre, poca pero no puedes arriesgarte a una infección pues así no le servirás de nada.
— ¿Porque no me quedé con ella?
—No podíamos saber que esto iba a suceder.
—Ignacio, cuando una persona es protegida tratamos de que haya más de un agente a su lado. Hasta en tu maldita "cafetería" mantienes un control extremo.
— ¿Cómo sabes de mi "cafetería"? En tu rancho solo les hablé de cosas superficiales.
—Podrás ser condenadamente bueno en tu trabajo, pero tengo mis métodos. Todo lo que concierne a la vida de Elisa lo sé al dedillo.
Cuando descubrí lo que le hacia el bastardo, lo que le hizo por años, moví todos mis contactos. Ignacio, tu negocio es un secreto a voces, nadie se interpondrá porque antes o después muchos necesitamos de tu gente.
Un joven agente se acercó a ellos.
—Señor, hay un hombre allá abajo que se llama Mauricio, quien pide lo dejen subir.
—Avise que tiene permiso de hacerlo. <<dijo Antonio>>
—De acuerdo.
Antonio estaba mirando por la ventana cuando se dirigió a Ignacio sin moverse del lugar.
—Mi hermano y yo compartimos los mismos sentimientos por Elisa, lo sé. Pero él se está apartando para dejarme ser feliz. Él está pasando una época dura intentando no culparse por no haberla protegido.
—No te culpes, ella sigue viva.
— ¿Cómo lo sabe? Me aferro a eso también pero ese sujeto parece odiarle mucho. Además ella no estaba consciente, necesita de los medicamentos que estaban dándole aquí.
—No debes perder la fe. No existe ninguna otra opción porque de lo contrario rodarán muchas cabezas. Anda a que te atiendan mientras indago sobre lo sucedido además de esperar por tu hermano.
Mauricio llegó minutos después, los hermanos se mantenían juntos pero para Ignacio era obvio que la resignación empezaba a ganar terreno.
Casi doce horas después, recibieron noticias. Mientras escuchaba los detalles las lágrimas corrían por el rostro de Ignacio.
—Ignacio, ¿qué dijeron?
—La encontraron Antonio.
— ¿Está bien?
—Los paramédicos están resucitándola, viene en un helicóptero.
— ¿Dentro de cuánto llegará?
—Veinte minutos.