Pasó un año desde que dejamos atrás el Ducado de Belfast. Duncan se pasó todo este tiempo en casa de mis padres cortejándome. Pero hace dos semanas, nos mudamos a su mansión. No me quería casar en la Iglesia donde se celebró mi unión con Connor, me traía muy mal recuerdo, así que nos marchamos a su pequeña mansión de 4 plantas.
Mi hija Sofia, era la pura imagen de Connor, pero todo lo contrario a el, era muy noble. Ella reconoce a Duncan como su padre y lo que más me reconforta es que el la quiere como si fuera su hija.
-Vamos niña, que estás lista para ir a la Iglesia, tu padre te está esperando.
Me coloqué la tiara y me puse de pie. Mi vestido blanco roto estaba compuesto por un corsé y desde la cintura bajaba con una falda muy ancha. En los bordes del final de la falda, la costurera me hizo la forma de varios lazos enormes. Mi velo no me tapaba la cara, pero tenía 3 metros. Salí de la habitación y apoyé la mano en el brazo de mi padre.
-Estás radiante princesa.
-Gracias padre.
Sofía llevaba un vestiddo parecido al mio, pero sin corsé. También una pequeña tiara en su cabecita.
Recordándo todas las tardes que Duncan, Sofía y yo paseamos por la orilla del lago o cuando los dos la llevábamos a dormir y le leíamos un cuento. Su preferido, el de una princesa que se enamoraba de un príncipe muy apuesto que la rescataba de los dragones y vivían felices para siempre.
Entré en la Iglesia, decorada con velas y rosas rojas. Duncan, con el kilt de su clan me esperaba en el altar. La ceremonia fue muy rápida y por fin el cura nos declaraba a marido y mujer.
Nos dimos un pequeño beso ya que mi Sofia estaba tirando del kilt de Duncan, provocando más de una sonrisa en todos los invitados.
-Papi, besho, quielo besho.
Duncan la cogió en brazos y lleno su cara de besos, provocando aquel sonido que era como una melodía para mi alma, su risa. Salimos de la Iglesia con nuestra hija en brazos, felices y acompañamos a todos nuestros invitados al jardín, donde debajo de unas telas con las que decoraron, comimos, para luego dar paso al baile.
-Estoy muy feliz, dijo Duncan al entrar en la que a partir de ahora sería nuestra habitación.
-Y yo cariño y yo, le dijo mientras aparté un momento la vista de mi bebé, que estaba durmiendo.
-Beth, esta noche te ruego dejes a Sofia con la niñera. Sonreí
- Eso ya está previsto amor, de hecho la niña dormirá en la habitación de al lado a partir de ahora. Lo siento Duncan pero no me siento preparada para dejarla totalmente sola, apartándola de mi.
Duncan entendió eso, y acepté que en vez de tener la habitación del duque y su esposa, fuera Sofia la que ocupara esa habitación. Sabía que muchas noches me despertaba y velaba sus sueños.
Bajamos al baile con nuestros invitados otra vez, y disfrutamos hasta bien entrada la noche. Muchos se marcharían mañana, después de comer. En cambio mis padres y los de Duncan se quedarían una semana más. Deberían cuidar de Sofia, por lo visto Duncan y yo nos marcharíamos mañana por la noche 4 días.
Al principio no estuve de acuerdo, pero Duncan llevaba razón, deberíamos recuperar el tiempo perdido.
Mi noche de boda fue fantástica. Duncan se dedicó a cuidarme, amarme y dejarse amar. Volví a decir un te quiero y a escucharlo. Volvimos a recordar la primera noche que pasamos juntos antes de separarnos.
Volví a recordar cada mañana que en el balcón de mi casa me quedaba esperándolo, mirando al horizonte y ver si aparecía, si veía su silueta y su caballo. Volvi a recordar.