- Maá, cuida muy bien de Sofia.
-Si, cariño, prometo cuidar de ella, venga tu marido te espera.
Me despedí de mis padres, con muchas ganas de irme a disfrutar con mi marido. No nos fuimos muy largo del castillo, solo entramos en un bosque y cerca del medio día llegamos a una casita de madera, cuya entrada tenía un patio pequeño. Delante había una mujer que nada más parar el caballo se nos acercó y habló.
-Duque, Duquesa, hizo una reverencia en forma de saludo.
-Quién eres? preguntó Duncan
-Soy tu madre,hijo
Hubo un silencio sepulcral
-Señora, está usted mal de la cabeza, le contestó. Aunque a mi me daba la impresión de que la mujer era muy cuerda.
-Pregunta hijo mio y saldrás de dudas. Pero no me acerqué solo a decirte la verdad si no a conocer a tu bella esposa y a deciros que en el futuro seréis muy felices.
Pensé que por fin nos dio una buena noticia, pero ahora llegaba lo peor.
-Toma mi bella nuera, estas hierbas. Te van a envenenar y esta es la cura. Si no te lo tomas, morirás. No podrás darle un heredero al reino, ya que más adelante seréis los reyes, si conseguís sobrevivir.
Cogí el bote de su mano y antes de guardarlo, Duncan me lo arrebató y lo tiro al suelo destrozándolo.
-Beth, eres una necia, no tomes nada de esta loca.
-Hijo mio, si alguna vez necesitas de mi ayuda, búscame en esta casita. Tu padre te mandó aquí sabiendo lo que ibas a encontrarte. Cuida mucho de tu mujer y el niño que vais a tener, dijo ella y tocó mi vientre. Lo llevas dentro hija, y cuando des a luz, estarás envenenada.
Duncan enloqueció cuando escucho eso y se montó en el caballo, me subió y nos marchamos a casa. De vez en cuando miraba hacia atrás, ya que todo lo que esa mujer me contó me dejó helada, desde luego no tenía pensado que se fuera a cumplir, o si, estaba segura de que se cumpliría, pero no quería. Toqué mi vientre ilusionada, si lo que dijo era verdad lo descubriría en unas semanas.
-Hemos llegado, dijo Duncan bruscamente. Me bajó del caballo y echó a correr y yo detrás suyo.
Entramos en el despacho de Duncan, donde se encontraba el Rey y su mujer.
-Te estábamos esperando hijo, toma asiento.
-Es verdad entonces? He vivido engañado toda mi vida?
-Lo siento hijo, soy el culpable de todo. Os engañé a todos.
-Y tu madre lo sabías?
-Duncan, me enteré después de irte tu. Escucha por favor
Duncan no tenía pensamiento de escuchar a nadie, y sabiéndolo, me pase detrás suyo para cuando fuera a darse la vuelta y marcharse, me viera.
-Por favor, escucha, debes escuchar lo que te quieren decir, te lo suplico.
-Padre te doy 5 minutos.
Sin perder el tiempo el Rey, habló.
-Tu verdadera madre es la mujer con la que me iba a casar, fue el amor de mi vida. Mi padre, tu abuelo la encontró un día leyendo la mano a mi hermano y prediciendo su muerte. Mi padre se molestó tanto que ordenó quemarla. Conseguí salvarla con la condición de que me casaría con otra mujer y ella se marcharía a la casa abandonada y no regresaría nunca más de ahí. Aceptó, pero para poner tierra de por medio, nos mudamos al palacio donde antes vivimos. Conocí a la que ahora es mi esposa y nos casamos.
Poco tiempo después tuvimos a Jorge, y cuando tu madre, la mujer que te crió, se recuperó decidimos tener más hijos. No podíamos salvar a ninguno y después de muchos años intentando que un niño nos vuelva a alegrar la vida, nos dimos por vencidos. Todos los bebés eran niñas que nacían y morían el primer mes de su vida y todos los niños nacían muertos.