-Alteza, no pensaba que vendría
-Javier, estuve toda la noche deseando que fuera de día.
-Que va a pasar ahora?
-Verá nacer a su hijo y se marchará. Desde que fue nombrado heredero, así fue siempre. No cambiará ahora que es el Rey.
-Y nosotros? preguntó Javier, pero Duncan nos interrumpió.
-Desde cuando un guardia va a la misma altura que la Reina?
-Desde que yo lo permito Duncan. Aquí no soy ninguna Reina, aquí soy Elizabeth.
-Guardia, puedes marcharte. Yo cuidaré de mi mujer.
Javier se inclinó para saludarnos, me miró y se fue.
-Por que cabalgas en tu estado Beth?
-Elizabeth, recuerda que tu madre prohibió que me llamen Beth.
-Aquí no está mi madre.
-Desde antes de ir al Palacio estaba entre nosotros.
-Diablos Beth, tu sabes la presión a la que estuve sometido todo este tiempo, todos estos años. Solo para daros a ti y a los niños lo mejor. En este caso ser una Reina.
-Nadie te pidió eso.
-Pero yo quiero daros todo.
-Con tener un padre y un marido ya lo tendríamos todo. No necesito que mi marido sea el Rey si no está conmigo. Mis hijos no necesitan que su padre sea el Rey si no está con ellos.
-Ya no podemos dar vuelta atrás. Todo está echo ya.
-No, cierto, no podemos dar marcha atrás.
-Podemos vivir con ello Elizabeth.
-No quiero vivir con ello. Me gustaría dejar de ser Reina.
-Y estar con el Duncan que conociste?
-No lo se, ya no se lo que quiero respecto a nosotros. Pero desde luego esta situación no la quiero.
-Muy bien Elizabeth, echó la mirada hacia atrás, quédate con el muchacho se ve que te quiere.
Asentí. Duncan se marchó dejándo paso a Javier.
-No digas nada.
Me abrazó. Después de años, un sincero abrazo lleno de amor me reconfortó y lloré todo lo que debía llorar, sin dar explicaciones, sin decir el por qué.
-Elizabeth, cariño, volvamos es hora de comer.
-Sabes, nunca estuve tanto tiempo con alguien, sin hablar.
-Perdona, pensaba que necesitabas espacio.
-Si, si, quiero decir que no tenía necesidad de hablar, de decir nada. No debo dar explicaciones contigo.
Nos fuimos en silencio a casa. Todo estaba revuelto desde la llegada de Duncan. Con mi llegada no hubo tanto revuelo ya que toda la gente me vio crecer, pero el, era el Rey y querían hacerlo lo mejor posible.
-Elizabeth, te estábamos esperando para comer. dijo mi madre
-Perdonad, estaba dando un paseo.
-No deberías cabalgar en tu estado, volvió a renegarme mi madre.
-No se preocupe, su hija está muy bien cuidada. Contestó Duncan.
Guardé silencio y empecé a comer el pollo asado que tenía en el plato. Sentí la primera patada de mi hijo y salté de alegría. Duncan se acercó y me tocó el vientre esperando sentir el también algo.
-Quiero que nazca ya para verlo.
-Así te vas antes también.
-Quieres que me vaya?
- Aquí no depende nada de mis deseos. Con vuestro permiso, me iré a descansar un rato.
-Espera, dijo Duncan. Te acompaño.
Llegué a la habitación junto a Duncan. Me senté en el sillón y tomé el libro que tenía en la misma.
-Tienes algo entre manos con el guardia?
-Por qué?
-Por que os veo siempre juntos. Mis hijos siempre preguntan por el y a mi ni siquiera me reconocen. Beth, dime la verdad.
-No se si quiero a Javier o solo me atrae, pero si estoy muy a gusto con el.