Elizabeth

35

Llevaba toda la noche con dolor y la matrona, una vez sacó a la niña, estaba intentando detener la hemorragia.

Me estaba desangrando, era consciente de que iba a morir y decidí despedirme de todos.

-Mamá, dije sin fuerzas. Gracias. Gracias por haberme dado la vida. Dile a papá que pensé en lo que me dijo pero es tarde.

-Hija, no digas tonterías. Vivirás.

-Mamá, deja pasar a Duncan por favor.

-Si, lo haré pasar hija.

-Mamá, os quiero mucho.

-Y nosotros a ti mi pequeña. Eres lo mejor de nuestras vidas.

Mi madre antes de salir dejó pasar a Duncan con un bulto en los brazos.

-Mira Beth, es nuestra pequeña.

-Duncan, lo siento. Siento todo lo que hice mal.

-Elizabeth, no has hecho nada mal, pero ahora descansa. Luego hablamos y se arregla todo cariño.

-Duncan no, no hay un luego. Solo quería pedirte dos cosas. La primera que me perdones para poder irme en paz y la segunda es que cuides de los niños.

-Así lo haré, dijo con lágrimas en los ojos.

-Te quiero y siempre lo haré.

-Te quiero amor. Espérame arriba, nos volveremos a ver.

 

Cerré los ojos, pero no me fui a ningún cielo como siempre nos han dicho. Me quedé al lado de Duncan, viendo como lloraba el cuerpo que dejé sin vida.

Mi madre tras los gritos de Duncan entró y ella como pudo, apartó a la niña de mis brazos.

 

 

 

Dolía mucho ver a todas aquellas personas que dejé atrás llorándome. Mis pequeños y mi familia.

Me limpiaron y prepararon para enterrarme. Me pusieron un vestido rojo con hilos de plata. Una corona en la cabeza y metieron mi cuerpo en la caja de madera.

El velatorio fue en el salón de casa de mis padres. Pasaron toda la noche a mi lado. Duncan dejó dicho que solo quería a la familia. Ningún extraño debería estar hoy en casa. Mañana darán el pésame.

-Duncan, como se llamará la niña? preguntó mi madre.

-Elizabeth, se llamará Elizabeth.

 

Todos se limpiaron sus lágrimas. Mi padre era el único que estaba ausente a todo lo que pasaba a su alrededor.Estaba como ido. De vez en cuando alzaba su mirada al cielo. Como me gustaría aparecer y que me vea. Que vea que estoy bien, que dejé de sufrir.

La noche fue muy larga. Duncan y mi madre se marchaban para estar con la pequeña Elizabeth. Que bonita era.

 

 

 

El amanecer trajo un nuevo día. Aquel día en el que debían despedirse de mi cuerpo.

La misa fue muy triste. Ver a Duncan junto a mis pequeños, detrás de mi casa, a mis padres llorar y a todos aquellas personas que me vieron crecer. Se despedían de mi pero yo no me despedía de ellos. Tenían un nuevo Ángel de Guarda.



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En el texto hay: highlands, elizabeth, duncan

Editado: 25.09.2018

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