Elizabeth Rouse y el Pacto de los Seis Tronos

Capitulo 6 Leyendas y Tinta

La pregunta de Vincent quedó suspendida en el aire quieto de la biblioteca. No era una prueba académica, sino un espejo. ¿Para qué quieres el poder?

Elizabeth no necesitó buscar en las memorias de otros. La respuesta brotó de la herida aún fresca de su propia experiencia, forjada en el miedo de la noche anterior y el frío acero de la mañana.

—Quiero el poder para que nadie en este mundo, ya sea un noble, un príncipe o un dios olvidado, vuelva a verme como una presa —dijo, su voz tranquila pero vibrando con una intensidad que sorprendió a su tío—. Quiero el poder para desmantelar el tablero de juego en lugar de ser una pieza en él. Y lo quiero... —hizo una pausa, su mirada encontrando la de él— ...para que la palabra "supervivencia" deje de ser la única que defina mi existencia.

Vincent sonrió, y esta vez, fue una sonrisa de genuino orgullo. Vio el fuego de su hermano en ella, pero también un hielo que no estaba antes, una dureza forjada en la adversidad.

—Una respuesta digna de una reina —asintió—. Muy bien. Entonces, empecemos. ¿Qué sabe actualmente sobre la magia, Su Alteza?

—Que es la fuente de energía del mundo, impulsada por las Bloodstones de mi reino —respondió ella, repitiendo el conocimiento básico que había logrado asimilar.

Vincent forzó otra sonrisa. —Sí... supongo que eso es un comienzo —murmuró, su tono amable pero teñido de una pizca de decepción—. Permitidme, entonces, empezar desde la base. Con una demostración.

Con un gesto casual, Vincent miró la taza de té ya fría sobre la mesita. Sin tocarla, la taza se elevó suavemente en el aire, flotando a la altura de sus ojos.

—¿Qué he hecho, sobrina?

—Ha movido la taza con la mente —dijo Elizabeth, su respuesta influenciada por un mundo de ciencia ficción y fantasía que ya no existía.

—Incorrecto —replicó Vincent con suavidad—. He aplicado un vector de fuerza opuesto al campo gravitacional local bajo el objeto, utilizando el éter como conducto. Ve la diferencia, ¿verdad? Usted ve el "qué". La magia reside en el "cómo".

La taza volvió a la mesa con la misma suavidad. —Existen tres grandes escuelas de magia, y un cuarto tipo del que hablaremos después. La primera, la más directa, es la Magia de Amplificación.

Vincent se acercó al pesado tomo que Elizabeth había intentado leer antes. Levantó un dedo y lo tocó suavemente.

¡CRACK!

El sonido fue como un disparo, un trueno seco que hizo que Sir Veldora se tensara y las doncellas dieran un respingo. La cubierta de cuero de dragón ahora tenía una grieta visible. Vincent retiró la mano y flexionó los dedos, una mueca de dolor cruzando brevemente su rostro.

—Esto —dijo, masajeándose el nudillo—, es la Amplificación. Permite aumentar exponencialmente cualquier cosa: la fuerza de un golpe, la velocidad de un movimiento, incluso el impacto de otro hechizo. Pero tiene un precio ineludible: un dolor físico proporcional a la energía liberada.

—¿Proporcional cómo? —preguntó Elizabeth, fascinada.

—Exponencialmente. Si duplica su fuerza, el dolor posterior será como si sus músculos se desgarraran. Si la triplica, como si sus huesos se partieran. Una amplificación de alto nivel puede literalmente desintegrar a un usuario imprudente. Es la magia de los guerreros desesperados y los mártires. Simple, brutal y honesta en su crueldad.

Elizabeth asintió, su mente corriendo. La mujer que la atacó la había lanzado contra la pared con una fuerza invisible. ¿Había sido eso? ¿Y qué precio había pagado ella?

—Continuemos —dijo Vincent—. La segunda escuela es la Magia Elemental. El dominio de las fuerzas naturales.

Extendió la palma de su mano. Una pequeña esfera de luz pura, tan brillante como una estrella en miniatura, nació de la nada y flotó sobre su piel, bañando la habitación en un resplandor blanco y cálido.

—Fuego, agua, aire, tierra. Luz, sombra, gravedad, tiempo. Todas las leyes fundamentales de nuestro mundo pueden ser persuadidas a cambiar mediante el uso de los Códigos Veda: palabras antiguas, fórmulas exactas que actúan como la sintaxis de la realidad. —La esfera de luz se desvaneció tan rápido como apareció—. Un error en un solo código puede causar una explosión, invertir un hechizo o, en el peor de los casos, borrar al mago de la existencia. Requiere una mente prodigiosa y una enorme energía vital. Es el camino de los genios y los eruditos.

—Y finalmente —dijo Vincent, y su tono perdió toda la calidez anterior, volviéndose grave, casi sombrío—, la tercera y más temida escuela: la Magia de Modificación.

No conjuró nada. No hizo ninguna demostración. Su quietud era, en sí misma, más elocuente que cualquier hechizo.

—Esta magia no persuade a la realidad; la reescribe. Puede alterar la materia, cambiar el flujo del tiempo, convertir piedra en carne o sombra en luz. Es el arte de la alquimia llevado a su conclusión más aterradora y absoluta. Sin embargo, su poder exige un precio terrible: consume almas vivas como combustible.

Elizabeth sintió un frío que no tenía nada que ver con la temperatura de la sala. —¿Y aún así no está prohibida? —susurró.

—No. Porque puede ser útil. Terriblemente útil —respondió Vincent, su mirada perdida en un recuerdo lejano y oscuro—. Por esa razón, su uso está restringido a un puñado de agentes de alto rango, los Modificadores Autorizados. Se les exigen juramentos inquebrantables y son sometidos a una vigilancia constante por parte de sus respectivos reinos.

Ella lo miró, y la pregunta sonó en su mente antes de que pudiera contenerla, una conexión súbita y horrible. —Esa magia… que consume almas… ¿es con la que alguien me trajo a este mundo? ¿Es el culpable de mis vidas pasadas?... Elizabeth miró a su maestro.

Vincent se quedó en silencio por un largo instante. No la miró, pero Elizabeth vio cómo la mano del anciano se apretaba sobre su propio bastón, sus nudillos blancos. Al parecer su maestro tenía una profunda historia con esa magia en particular.




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