A veces conoces de verdad a alguien cuando ya no puedes acercarte como antes.
Eso me pasó con Isa.
La actividad fue propuesta por la orientadora.
Algo sobre "empatía" y "escuchar sin prejuicios".
Nos repartieron hojas blancas, sin nombre, con una sola consigna escrita arriba:
"¿Ves la vida de forma positiva o negativa? ¿Por qué?"
Debíamos escribir la respuesta desde lo más honesto del corazón, doblar la hoja en cuatro y
meterla en una caja decorada con cintas cursis. Después, se haría un "intercambio al azar"
Yo estaba a tres asientos de Isa.
Y como ya era costumbre últimamente... ni me miró.
Escribí cualquier cosa. Un párrafo sin alma. Algo tipo "depende del día, a veces sí, a veces no"
No era mentira. Pero tampoco verdad.
Lo interesante vino después.
La orientadora comenzó a revolver la caja y repartir las cartas al azar.
A mí me tocó una hoja color crema, escrita con tinta morada, con una letra redondita y cursiva.
Y no sé por qué... desde que leí la primera frase, supe que era ella.
> "La vida me parece un lugar positivo, pero no porque todo sea bonito. Sino porque yo decidí
verla así."
Mis dedos apretaron los bordes del papel.
> "Antes no era así. La vida me trató feo, muchas veces. Me hizo sentir invisible, inútil, fuera de
lugar. A veces me cuesta pensar que estoy haciendo las cosas bien. Siento que no soy suficiente,
que doy menos de lo que debería, que fallo más de lo que intento. Pero aún así..."
Tuve que tragar saliva.
> "Aún así creo que el mundo puede ser mejor. Aunque sea un poco. Aunque sea con algo tan
simple como una sonrisa."
> "Desde pequeña tengo una idea pegada en la cabeza, como si fuera un mantra: Sacar una
sonrisa a una persona podría alegrarle el día, y alegrarle el día a una persona haría el mundo mejor
poco a poquito."
Tuve que volver a leer esa línea tres veces.
Era tan... ella.
Y al mismo tiempo, algo que jamás había escuchado en voz alta.
> "No creo que el mundo se arregle de un día para otro. Pero si yo puedo ser ese cambio, si yo
puedo hacer que alguien tenga un día menos gris... entonces vale la pena intentarlo. Aunque yo
esté rota por dentro, aunque a veces no me crea mis propias palabras. Si alguien sonríe, ya no es
un día perdido."
No firmó con nombre.
Pero no hizo falta.
Era Isa.
En cada sílaba, en cada esperanza escondida en medio del cansancio.
En cada frase que parecía tejida con hilo de ternura.
Y yo...
Yo me quedé callado.
No mostré la carta a nadie.
Ni hice comentarios.
Ni pregunté.
La doblé con cuidado, la guardé en el bolsillo de mi chaqueta y bajé la mirada.
Porque entendí algo:
Isa había puesto ahí su alma.
Y yo... yo era el idiota que le había hecho daño sin saber cuánto le costaba sostener esa sonrisa.
No me atreví a devolverle la carta.
Tampoco a decirle que la leí.
Porque por primera vez entendí que hay palabras que no se interrumpen.
Que algunas verdades duelen tanto como sanan.
Pero no dejé de buscarla.
Los días siguientes, cada vez que Isa pasaba, mi mirada se alzaba con la esperanza tonta de que
me hablara.
A veces sus ojos se cruzaban con los míos.
Solo por segundos.
Pero eran suficientes para revolverme por dentro.
Intenté acercarme dos veces más.
La primera, cuando se le cayeron unas hojas al lado del casillero y las recogí antes que nadie.
Me dio las gracias con una sonrisa leve, pero siguió su camino.
La segunda, cuando dejé una chocolatina en su escritorio antes de entrar al salón, sin nota, sin
firma.
Ella la tomó, la guardó en su maleta, y no dijo nada.
Pero esa tarde, vi cómo se la comía sentada con sus amigas en el recreo.
Y eso, aunque no parezca nada... fue suficiente para mí ese día.
Quería decirle que su carta me cambió.
Que después de leerla, vi el mundo un poquito distinto.
Que entendí que no todos los que sonríen están felices, pero que algunos deciden ser luz para
otros, incluso cuando ellos mismos están a oscuras.
Quería decirle que esa persona...
es la más valiente que he conocido.
Y entonces me di cuenta:
No quería acercarme solo porque me gustaba.
Quería acercarme...
porque Isa me había enseñado algo que nadie más había logrado:
Que ser bueno no es algo que se esfuerce.
Es algo que se elige.
Cada día.
Incluso cuando nadie te lo agradece.
Y yo...
yo quería aprender a elegirlo también.