Ella: a través de mis ojos

QUIERO QUE SEAS TÚ

A veces, lo que más miedo da...

es que alguien empiece a verte de verdad.

La sospecha llegó antes de lo que pensé.
Y no de la forma que yo quería.

Fue en la biblioteca.

Estaba buscando un libro cualquiera (no por interés, solo por tener excusa para estar cerca).
Isa estaba sentada dos mesas más allá, tomando apuntes con Clara y otros tipos de mi salón.
Había algo en su postura, en la manera en que escribía más lento de lo normal, que me hizo mirarla con más atención.

De repente, se inclinó hacia Clara y susurró algo.

Clara alzó una ceja.
Y luego, me miró a mí.

¿Qué carajos le dijo?

Isa también me miró.
Pero no como cuando alguien ve a alguien.
Fue como si estuviera viendo a alguien que no sabía que conocía.

No me sonrió.
Tampoco me ignoró.

Me miró.
Con duda.
Con curiosidad.
Con esa expresión de ¿eres tú?, aunque no se atreviera a decirlo.

Yo le esquivé la mirada.

Cobarde.

Salí de la biblioteca sin saber si me estaban señalando o salvando.
Pero supe que el disfraz se estaba cayendo.
Las notas.
Las flores.
Las palabras que no firmé.

Todo estaba empezando a gritar yo fui.

Esa noche, no pude con la duda.

Le escribí a uno de los chicos que estaba cerca de Clara.

-¿Dijo algo Isa en la biblio?

Tardó en responder. Pero cuando lo hizo, casi me deja sin aire.

"Dijo algo como: '¿Y si sí es Ian? Él fue el único que me habló sin pedirme algo. No sé... por un segundo me sentí bien. Como aliviada.'"

Me quedé leyendo eso durante minutos.
En loop.
Como si mi nombre escrito ahí lo cambiara todo.

"Fue el único que me habló sin pedirme algo."
Eso.
Eso fue lo que me partió.

Porque no tenía idea de que eso era lo que sentía.
Ni siquiera sabía que alguien podía pensar algo tan simple... y tan profundo al mismo tiempo.

Y, honestamente, no merezco ese alivio que dice haber sentido.

Yo no fui amable.
Yo no fui dulce.
Yo fui brusco, irónico, molesto.

Pero, por alguna razón... eso fue lo que la hizo sentirse a salvo.

Me quedé acostado en la cama, con los audífonos puestos y la cabeza llena de preguntas.

¿Qué vio ella en mí?

No soy lo que espera.
No soy lo que imagina.
Soy todo lo contrario a sus cartas.

Ella cree que el que le escribe es alguien que ve el mundo con ternura.

Yo lo veo como una guerra.
Como algo que te ataca primero y pregunta después.

Y sin embargo...

Quiero que sepa que sí soy yo.
Quiero que me vea.
Quiero... que me elija.

Pero hay algo que me frena.

Porque si ella cree que soy alguien que no soy...

¿Y si me muestra tal como soy, y se decepciona?

¿Y si dejo de ser alivio, y me convierto en carga?

Al día siguiente, la vi hablando con un grupo de chicos de mi salón.
Reía con ellos.
Les ayudaba con algo de biología, creo.

Y otra vez, me hervía la sangre.

Porque no era celos.
Era miedo.

Miedo de que se confunda.
Miedo de que otro la note antes que yo me atreva.

Miedo de perderla, aunque no sea mía.

Ella duda.
Pero me mira.

Yo no dudo.
Pero no me acerco.

Ridículo, ¿no?

Quiero decírselo.
Quiero dejarle una carta con mi nombre.
Pero hay una parte de mí que quiere que ella llegue sola hasta mí.

Que me elija no por lo que escribo,
sino por lo que soy cuando la miro sin que se dé cuenta.

Esa tarde, pasé junto a ella en la salida.

Casi no nos cruzamos.

Pero al pasar, la escuché decirle algo a Clara:

-A veces quiero que sí sea él...
-¿Quién? -preguntó Clara.
-Él. Ian. No sé por qué. Pero quiero.

No sé cómo no colapsé en ese instante.
No sé cómo seguí caminando.
No sé cómo no me detuve, le tomé la mano y le dije:

"Sí soy yo."

Pero no lo hice.
Porque hay batallas que se pelean en silencio.

Y la mía... es demostrarle que alguien puede quedarse, incluso cuando no le piden nada a cambio.




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