Ella: a través de mis ojos

NO SÉ SI ES ESPECIAL… PERO ME GUSTA DEMASIADO

Hay cosas que uno espera que duelan.
Pero no pensaba que algo tan bonito…
me diera tanta rabia.

Todo estaría más fácil si ella me ignorara.
O si simplemente se alejara.

Pero no.

Isa me habla.
Me busca a veces.
Se ríe con mis respuestas irónicas.
Me toca el brazo cuando se despide.
Me pregunta si ya terminé la tarea o si entendí el tema.

Me trata bien.

Y eso, eso me jode más que cualquier insulto.

Porque, ¿sabes qué es lo peor?

Que no lo hace por algo especial.

Así trata a todo el mundo.

Hoy, por ejemplo. Estábamos en clase, y me pasó una hoja antes de que el profesor la pidiera.

—Toma, ya la había organizado por ti —me dijo, como si fuera normal.

Sonrió.
Como siempre.

Y yo…
yo me quedé un segundo más de lo necesario mirándola.

Y eso fue un problema.

Porque ese segundo fue justo el que usó Camilo, el idiota de siempre, para decirle:

—Ey Isa, ¿me ayudas después con lo de química?

Y ella, como si nada, dijo:

—Claro, si quieres lo repasamos en el descanso.

¿Ves?
Ahí es cuando me dan ganas de levantarme y pegarle un manotazo a la mesa.

Porque no sé si yo le importo un poco más.
O si soy solo otro más en su lista de “personas a quienes trata bien”.

Y esa incertidumbre me tiene de cabeza.

Lo que sí sé es que cada día hablamos más.

No mucho, no lo suficiente como para que alguien lo note.

Pero sí como para que yo lo sienta.

Un “¿cómo estás?” por aquí.
Un “te quedó bien eso” por allá.
Una vez, incluso me lanzó una sonrisa cuando no dije nada.

Eso fue raro.

No le respondí.

Pero me pasé el resto del día recordando ese momento como si fuera una canción en repeat.

Y sin embargo, me da rabia.

Porque no sé qué soy para ella.

¿Le gusta hablar conmigo? ¿O soy simplemente un compañero más?

¿Sabe que me importa? ¿O solo cree que soy un idiota con suerte?

El otro día estábamos en fila los tres decimos para subir al aula de informática, y me quedé un poco atrás. Ella venía más adelante con Clara, pero me vio, y se devolvió un par de pasos solo para decirme:

—Te ves cansado hoy, ¿dormiste mal?

Y en mi cabeza hubo una explosión.

Como si no pudiera soportar la idea de que ella notara algo de mí.

—¿Y tú por qué te fijas? —le solté, más frío de lo que quería.

Ella solo sonrió, como si ya estuviera acostumbrada a que yo conteste así.

—Porque estás bostezando cada cinco segundos, Ian. No es tan difícil.

Y volvió con Clara.

Me quedé parado ahí, con esa sensación en el pecho que no sabía si era culpa o ganas de abrazarla.

Me está ganando.

Y eso me molesta.

Porque no tengo el control.

Porque antes era fácil decir: “No me gusta, solo es curiosidad”.

Pero ahora…

Ahora ya no sé si quiero que me mire porque sí…
o porque empieza a sentir lo mismo que yo.

Hay momentos en los que tengo que detenerme a pensar:
¿Qué estoy haciendo?

¿Por qué me importa si ayuda a otro?
¿Por qué me fijo en su peinado?
¿Por qué cuento cuántas veces me nombra en el día?

Esto no era parte del plan.

No planeé que Isa me importara.

Y ahora ya no sé cómo hacer que deje de hacerlo.

Pero algo en mí ya decidió.
Sin que yo le diera permiso.

Ella es diferente.
Y no importa cuántas veces intente convencerme de lo contrario…
ya no puedo evitarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.