Ella: a través de mis ojos

SI NO LO NOTAS TÚ… LO NOTARÉ YO

Hay cosas que se ven.
Y otras que se sienten.

Isa era de esas.
Podía decir “estoy bien” y sonreír.
Pero su cuerpo... gritaba otra cosa.

Desde el momento en que la vi tambalear, supe que algo andaba mal.

Pero no fue hasta que salimos al aire libre, hasta que me miró directo con esa cara de “no quiero molestarte”… que me di cuenta de que Isa no solo estaba rara.

Estaba mal. Muy mal.

Tenía la piel pálida.
Los labios un poco resecos.
Los ojos hinchados, como si el cuerpo estuviera al borde del colapso.
Y aun así, sonreía.

—Ya me siento mejor —murmuró, cuando claramente apenas podía mantenerse sentada.

Mentira.

Ella respiraba profundo, tratando de calmar su estómago. Se pasaba las manos por los brazos, como si el frío fuera más mental que real.

—¿Quieres que llame a Clara? —pregunté.

—No. No la quiero preocupar. Solo quiero irme.

La forma en que lo dijo me dejó seco. Su voz apenas era un susurro, frágil, tembloroso.
Como si hablar fuera demasiado esfuerzo.

—¿Te llevo?

Ella dudó.

Miró al suelo.

Asintió.

Me paré primero. Le ofrecí la mano.
Y cuando la tomó, fue como sujetar a alguien que estaba a punto de desmayarse.

—Isa —dije, firme—. No tienes que fingir conmigo.

Ella apretó los labios.
Y por un segundo, vi en sus ojos las ganas de llorar.

Pero no lo hizo.
Solo negó con la cabeza.

—Estoy bien —repitió.

Mentira número dos.
Y cada vez más difícil de creer.

Nos movimos entre la gente, despacio, sin que ella llamara la atención.
Y eso era justo lo que quería: no ser el centro de nada.

Pero su cuerpo…
su cuerpo hablaba por ella.

Tenía que parar cada tantos pasos. Se apoyaba más en mi brazo. Sus tacones ya no eran elegancia, eran obstáculos. Y sus piernas temblaban.

Yo no decía nada.
Pero por dentro, tenía un nudo.

Cuando llegamos a mi moto, me agaché para abrir el casco.

Y ahí fue cuando todo se quebró.

Isa se dobló un poco, se tapó la boca con una mano… y vomitó al borde del andén.

Mi pecho se apretó. No por asco.
Por impotencia.

Se limpió como pudo. Me miró, avergonzada.
Y aún así…

—Lo siento —susurró.

¿Lo siento?
Ella.
Pidiéndome perdón.

En ese instante supe que Isa era el tipo de persona que se preocupaba más por no incomodar a los demás…
que por su propio bienestar.

—No digas eso —le dije, bajito. Me quité la chaqueta y la puse sobre sus hombros—. Vámonos ya.

Se montó en la moto. Iba temblando, pero se aferró a mi espalda.
Y ese contacto…
ese roce tan frágil…

Me partió.

Durante el trayecto, ni una palabra.
Solo el sonido del motor y su respiración temblorosa.

La sentía apoyada contra mí, suave, rendida.
Y eso me dolía.
Más de lo que quiero admitir.

A decir verdad, me imaginé más de una vez está escena, isa montada en la moto conmigo mientras íbamos a alguna parte... Quizás me faltó especificar en la manifestación que no quería que ella estuviera de ese modo.

Llegamos frente a su casa. Me bajé primero.

—Isa —dije al notar que no se movía.

Se quitó el casco, pero no bajó la mirada.

—Gracias —susurró.

Y justo cuando creí que entraría… me miró.

—No le digas a nadie, ¿sí?

Asentí.

Pero tuve que decirlo.

—Isa… eso que tomaste, alguien te lo dio.

Ella cerró los ojos.
Respiró hondo.

—Lo sé. Pero no quiero pensar en eso ahora. Solo… quiero dormir.

Me dolió, pero lo entendí.
Le abrí la puerta.

Ella entró.

Y justo antes de cerrar…

—Ian —me dijo.

Me giré.

—Gracias… por no dejarme sola.

Y ahí me quedé. Frente a su puerta.
Con un vacío enorme en el pecho.
Y la certeza de que esa noche, no iba a dormir bien.

Porque aunque ella lo negara…
estaba rota.
Y alguien lo había intentado aprovechar.

Y yo…

Yo me había quedado con ganas de abrazarla.
De quedarme.
De decirle: “No voy a dejar que esto te pase de nuevo”.

Pero no lo dije.
Porque aún no tengo derecho.
Porque aún no sé si ella me ve como alguien en quien confiar…
o solo como un compañero que estuvo ahí.

Lo que sí sé…
es que no voy a olvidar esa noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.