Ella: a través de mis ojos

ELLA NO LO DICE, PERO YO LO SIENTO

La fiesta quedó atrás.

Pero ella no.

Desde esa noche no había podido sacarla de mi mente, no por cómo se veía, sino por cómo se sostuvo estando hecha pedazos. Era como si su fragilidad hubiera quedado tatuada en mi memoria.

Y lo peor es que ella actuaba como si nada.

El colegio seguía su curso: tareas, actividades, ruido constante. Las conversaciones giraban alrededor de cualquier cosa menos de lo que pasó aquella noche.

Isa hablaba con todos. Se reía. Movía sus manos al hablar como siempre. Pero había una sombra leve en su mirada. Un cansancio que nadie notaba.

Nadie... excepto yo.

Un viernes después del segundo descanso, anunciaron que tendríamos una actividad de escritura reflexiva en un salón junto a todos los decimos. Lo de siempre: hojas blancas, bolígrafos, una pregunta absurda y 45 minutos para llenar una página.

A Isa le gustaban esas cosas. No porque fuera cursi, sino porque era de las pocas que realmente sentía lo que escribía.

Me ubiqué en el mismo lugar de siempre, en la esquina. Ella llegó tarde. Y sin querer, quedó justo frente a mí.

Ni siquiera me miró. Pero cuando se sentó... lo sentí.

Ese hilo invisible entre nosotros todavía estaba ahí.

La pregunta del día era:
"¿Qué lugar te da paz?"

Paz. Ja.
Yo solo conocía la rabia. El enojo. El sarcasmo.
Y sin embargo, cuando escuché esa palabra... pensé en ella.

No en Isa exactamente.
Pensé en lo que me hacía sentir cuando estaba cerca.
Era frustrante. Me volvía loco.

Pero era paz.
Paz confusa, sí.
Pero paz al fin y al cabo.

Ella empezó a escribir de inmediato, como si ya tuviera las palabras guardadas desde antes.
Y yo... nada.
Me quedé mirando el bolígrafo.

Entonces Isa hizo algo.

Algo tan simple.
Tan estúpidamente simple...
pero que me desarmó por dentro.

Se agachó a buscar algo en su maleta.
Y del bolsillo pequeño, sacó una pluma color celeste.
La misma que había usado el día de las cartas anónimas.

La misma.

La reconocí porque tenía un pequeño sticker de nube cerca del clip.
Ridículamente tierno.
Ridículamente ella.

Y verla usar esa pluma me llevó directo a la carta.
A sus palabras.
A su forma de ver el mundo, a pesar de todo.

"Sacar una sonrisa a una persona podría alegrarle el día..."

Tragué saliva.
No era justo que algo tan pequeño me afectara así.

Y entonces, pasó.

Se le cayó una hoja. Voló hacia mi lado.
Me agaché para recogerla al mismo tiempo que ella.

Nuestras manos se rozaron.
Apenas.
Un segundo.

Pero suficiente para que ambos levantáramos la mirada.
Y por primera vez desde la fiesta...

Nos vimos.

No dijo nada.
Yo tampoco.
Pero ahí estaba.

Ese momento suspendido en el tiempo.
Ese instante donde las palabras eran innecesarias.
Donde todo el salón desapareció.

Ella se incorporó con lentitud.
Tomó la hoja sin apuro.

-Gracias -susurró.

Y cuando lo dijo... no sonó como "gracias por la hoja".

Sonó como
gracias por estar ahí esa noche.
gracias por entender sin preguntar.
gracias por no forzarme a hablar.

Yo asentí. Apenas.
No quería romper eso.
Eso que solo nosotros entendíamos.

No hubo más.
Volvió a su lugar.
Siguió escribiendo.

Pero ya no era lo mismo.

Después de clase, la vi salir. Caminaba sola. Sus amigas estaban al final del pasillo.

Y justo antes de doblar por las escaleras, se giró levemente.

No me miró directo.
Pero sonrió.
Una sonrisa tímida, chiquita.

La sonrisa de alguien que había compartido un secreto contigo.

Y fue ahí, mientras la veía alejarse...

Que supe que algo en nosotros se estaba formando.
Silencioso.
Sutil.
Íntimo.

Algo que ninguno de los dos decía en voz alta.
Pero que los dos ya sentíamos.

Y eso... Eso ya era suficiente para que el corazón me brincara como loco.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.