Volvieron las actividades conjuntas entre décimos.
Apenas lo anunciaron en la asamblea general, todos empezaron a susurrar como si estuviéramos a punto de entrar a un reality show. Se escuchaban comentarios como "por fin volvemos a mezclarnos" y "ojalá me toque con tal"... Y, obviamente, yo pensé exactamente lo mismo. Solo que no lo dije. Yo esperaba una sola cosa: que me tocara con Isa.
No pedía más.
No pedía que me hablara bonito, ni que me mirara diferente, ni que me escribiera una nota (aunque eso igual me daba vueltas en la cabeza desde aquel día en la cafetería). Solo quería... estar en su grupo.
Pero claro, porque el universo tiene un sentido del humor asqueroso, cuando dieron la lista, soltaron:
-Grupo 3: Clara, Ian, Sara, Marcos y Simón.
Isa estaba en el Grupo 4. A un mundo de distancia.
No lo exterioricé, obvio. Solo asentí, sin levantar la mirada. Me crucé de brazos y solté un suspiro por lo bajo. Pero por dentro... estaba maldiciendo.
Me volví un poco más cortante durante toda la organización. Dije cosas con ese tono frío que aprendí a usar para no mostrar lo que siento. Uno de mis compañeros me preguntó algo y le respondí sin mirarlo. Clara, solo me observaba en silencio.
Durante el trabajo de grupo, ella fue la única que no se aguantó mi actitud.
-¿Estás bien o solo vas a seguir siendo un pesado toda la tarde? -me dijo mientras escribíamos las ideas en la cartelera.
-Estoy bien -respondí, con la voz más plana que pude.
Ella me miró de reojo, y por un segundo, me recordó a Isa. No porque se parecieran, sino porque también tiene esa forma molesta de ver más allá.
-Te voy a decir algo -dijo Clara, apoyando el marcador y mirándome directo, como si me estuviera desarmando, preocurando que su voz solo la oyera yo-. Tú crees que Isa no nota lo que haces... pero sí. Nota que solo sonríes cuando ella se ríe. Nota que no actúas igual con nadie más. Y, aunque no lo creas, eso la confunde. Pero en el fondo... creo que le gusta.
Sentí un golpe seco en el pecho. Como si Clara me hubiera metido un puñetazo con palabras.
-No sé de qué hablas -respondí, en automático. Pero me traicionó el calor que subió a mis mejillas. Lo odié.
Clara solo sonrió, como si supiera que me había atrapado.
-Tranquilo, no voy a decir nada. Solo... deja de actuar como si no te importara. Porque cuando lo haces, es cuando más se nota.
Después de eso, no pude concentrarme igual.
Cuando llegó el momento de la socialización, cada grupo debía presentar su conclusión sobre el tema trabajado: "Convivencia y empatía en el entorno escolar". Todo era muy formal hasta que Clara, al exponer, soltó una frase que nadie vio venir... excepto yo.
-A veces la empatía no se ve como la muestran los libros. A veces es una mirada que calma, un silencio que respeta o una acción pequeña que lo cambia todo. A veces, alguien se queda callado, pero su presencia basta para que todo duela menos.
Mis ojos se alzaron sin querer.
Clara no miró hacia mí, pero lo dijo con una intención que me pegó directo. Y lo peor... es que Isa también la miró con una sonrisita pequeñita, como si entendiera.
Era obvio que Isa le contaba mas de lo que yo queria de nuestras... eh... ¿cómo decirlo?
¿Nuestras interacciones?
¿Nuestros momentos?
Y ahí estaba yo. Ian. El tipo que se cree invencible. El que tiene respuestas para todo. Sonrojado. Tieso. Como si no supiera qué hacer con todo lo que estaba sintiendo.
Y fue entonces cuando entendí que incluso sin estar en su grupo... Isa estaba en todo.
En mis gestos. En lo que esperaba. En mis decepciones tontas y en las esperanzas más ridículas. En cada palabra que Clara había dicho y que, por más que quisiera, no podía negar.
Isa no me estaba mirando en ese momento. Pero yo la miré. Porque si algo me enseñó ese día, fue que a veces no hace falta tener a alguien al lado para que te des cuenta de lo mucho que te importa.
Y aunque no me hubiera tocado con ella... con solo escuchar esa frase, supe que el universo todavía estaba dejando pistas.